Cada vida cuenta

Los fundamentos de mi posición en contra de la legalización del aborto y a favor de la vida los he explicado en un artículo publicado en LaVoz el 3 de marzo, con el título “Legalicemos el homicidio”, por lo que considero innecesario reiterarlos ahora.

Soy liberal y, por lo tanto, tributo a todos los pensamientos el mismo respeto, más allá de su contenido, y por ello celebro que los argentinos podamos debatir, tanto en el Congreso como en los medios de comunicación, acerca de un tema tan importante expresando libremente nuestras ideas.

También me llena de satisfacción advertir que, a diferencia de lo que ocurre habitualmente en el Poder Legislativo, esta vez sus integrantes votan de acuerdo con el mandato de su propia conciencia y no de manera corporativa, obedeciendo órdenes de sus bloques o de sus autoridades partidarias. Lo considero un avance en esa asignatura pendiente que tenemos los argentinos en orden a consolidar nuestra menguada conducta republicana.

Cualquiera sea el resultado de la votación, deberemos aceptarlo democráticamente, pero como médico y como ciudadano guardo la íntima esperanza de que los legisladores fortalezcan el derecho a la vida, el más importante de todos los derechos.

Cada vida humana cuenta y hoy la ciencia ha probado de manera categórica que la vida comienza en el momento de la fecundación, cuando el producto de la fusión de los dos gametos tiene ya un perfil genético propio, único e irrepetible. El embrión es por lo tanto un ser vivo, aún en desarrollo, como lo seguirá siendo durante muchos años, incluso ya fuera del vientre materno. No excluyamos entonces de ese derecho inalienable a esos seres inocentes e indefensos. La calidad de una civilización se mide por el cuidado que pone en la protección y en la defensa de los más débiles.

A DIFERENCIA DE LO QUE OCURRE HABITUALMENTE, ESTA VEZ NO SE VOTA DE MANERA CORPORATIVA.