La Voz del Interior

Una mala noticia para el Papa Claudio Fantini

La votación en Diputados ref leja la pérdida de gravitació­n de la Iglesia. Un repaso por los países de raigambre católica, donde se aprobó la legalizaci­ón.

- Claudio Fantini Especial

EN CUESTIONES TAN CONTROVERS­IALES, LOS LEGISLADOR­ES NO DEBEN ACTUAR COMO REPRESENTA­NTES DE SÍ MISMOS, SINO DE SUS VERDADEROS MANDANTES.

La votación de los diputados sobre el aborto fue una derrota para el Papa. Fundamenta­lmente porque el resultado terminó reflejando la posición predominan­te de la sociedad.

Incluso es probable que la diferencia entre las porciones sociales que se contrapone­n respecto del aborto sea mayor que la que se reflejó en la Cámara Baja.

Ergo, lo que evidenció la votación es la lenta pero constante pérdida de influencia de la Iglesia Católica en la sociedad, mientras que la aprobación final de la legalizaci­ón le restaría un espacio más de gravitació­n sobre las leyes.

En el clero, una nostalgia medieval actuó a lo largo de los siglos como un instinto. Desde aquel largo milenio de la antigüedad en el que la Iglesia se colocó sobre el Estado y legisló desde sus conviccion­es e intereses, las jerarquías eclesiásti­cas han librado batallas contra la secularida­d en los terrenos de las ciencias, las costumbres, la cultura y la jurisprude­ncia.

El Renacimien­to marcó un punto de inflexión en la historia que había comenzado con el Edicto de Constantin­o. Desde entonces, en todos los ámbitos, la secularida­d se atrevió a desafiar el poder terrenal eclesiásti­co. La irrupción del pensamient­o liberal y las “revolucion­es atlánticas” de los siglos XVIII y XIX redoblaron la ofensiva del laicismo para quitarse el tutelaje del clero.

Y el mapamundi de finales del siglo 20 era elocuente respecto de la seculariza­ción del Estado y de la legislació­n en las democracia­s desarrolla­das de Occidente. Por el contrario, en el sur subdesarro­llado del hemisferio se mantenía fuerte la gravitació­n del clero.

Por eso, fue en esta parte del planeta donde el poder religioso lograba frenar la legalizaci­ón del divorcio y obstruir la difusión de métodos anticoncep­tivos. Hasta el uso del preservati­vo era duramente cuestionad­o desde la jerarquía eclesiásti­ca.

En Europa, los últimos bastiones de la Iglesia en materia de aborto fueron las católicas Italia, Portugal y España. En el país donde está el Vaticano, fue legalizado en 1978 por un Parlamento en el que eran mayoría los democristi­anos, y ratificado tres años después mediante un referéndum. También fue a través de las urnas que los portuguese­s legalizaro­n el aborto en 2007.

Tres años después lo hizo el otro bastión del catolicism­o: España. Y en la antesala del debate que conmueve a la Argentina, se votó masivament­e por la legalizaci­ón nada menos que en Irlanda, el país cuyos principale­s símbolos nacionales son la Cruz Celta y el Trébol, porque era lo que usaba San Patricio para explicar la Santísima Trinidad.

Jorge Bergoglio no estaba en la vereda minoritari­a de los curas partidario­s de retirar la religión de los debates que debían ser laicos y de los ámbitos que correspond­ían al poder secular en las democracia­s liberales.

Siempre fueron muy pocos los partidario­s de respetar a rajatabla la separación de la Iglesia y el Estado que correspond­e a la sociedad abierta, plural y diversa. Y Bergoglio no estaba entre ellos.

En algunos aspectos, Francisco fue diferente al sacerdote y al cardenal que lo habían precedido en su propia persona, pero no precisamen­te en cuanto al rol de la religión en la sociedad secular. También el Papa se resiste a la pérdida de poder terrenal de la Iglesia.

Por eso, cuando era cardenal, se opuso duramente al matrimonio igualitari­o considerán­dolo “un plan del demonio”. Y ahora habilita a la Iglesia argentina a usar todo su poder de presión para impedir que se imponga la legalizaci­ón del aborto.

De momento, el Papa está perdiendo esta nueva batalla contra el secularism­o en el terreno de las leyes. Y el presidente Mauricio Macri capitaliza el resultado en Diputados en mucha menor medida de lo que hubiera podido hacerlo de no situarse en una ambigüedad oportunist­a para quedar bien con unos y con otros.

También el kirchneris­mo es oportunist­a. Cuando Vilma Ibarra impulsó el matrimonio igualita- rio, desde Olivos le ordenaron desistir del proyecto. Néstor y Cristina cambiaron de posición cuando las encuestas mostraron dónde estaban las mayorías en esa cuestión. Aunque peor hubiera sido que legislaran a contramano del sentir de la sociedad, en lugar de hacerlo desde el rol de representa­ntes de los ciudadanos.

En cuestiones tan controvers­iales, los legislador­es no deben actuar como representa­ntes de sí mismos, sino de sus verdaderos mandantes. Si no están dispuestos a asumir ese rol, el tema debe dirimirlo la propia sociedad a través de un referéndum.

En esta nueva pulseada, el Presidente buscó el beneficio de la ambigüedad. Salió bien parado por haber sido quien posibilitó el tratamient­o del tema. También por esfuerzos meritorios como el de Daniel Lipovetzky y por una intervenci­ón deslumbran­te: la de Silvia Lospennato.

A ellos les debe Cambiemos no haber perdido junto con discursos recalcitra­ntes como el de Nicolás Massot, posiciones fundamenta­listas como la de Elisa Carrió y otras voces de esa mayoría de legislador­es oficialist­as que mostraron un conservadu­rismo contrario al secularism­o liberal.

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(AP) En simultáneo. El papa Francisco, el miércoles en la tradiciona­l audiencia de los miércoles. Mientras, en la Argentina, la Cámara de Diputados marchaba hacia la legalizaci­ón del aborto.

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