La Voz del Interior

La complicada unidad del peronismo

- Daniel V. González*

La dirigencia peronista bien podría parafrasea­r a Marx, a Groucho Marx: “¿No le gusta este peronismo? No importa, tenemos otros”. Y es verdad: hay múltiples variantes, con diferencia­s sustancial­es entre unas y otras.

Y esto fue así desde el comienzo. Hay quienes ven en Juan Perón a un conservado­r, mientras valoran a Eva Duarte como la depositari­a de las reservas revolucion­arias del peronismo, y atribuyen a su temprana muerte el deterioro y la posterior caída en 1955.

En la década de 1970, fue el último Perón quien fue muy claro, al enfrentar el terrorismo de Montoneros y expresar su voluntad de “exterminar uno a uno” a quienes combatían al gobierno constituci­onal con balas, bombas y asesinatos, pese a que el propio líder los había alentado desde su exilio, pocos años antes.

El regreso al poder con Carlos Menem significó un aggiornami­ento a tono con la caída del Muro de Berlín y el auge de las ideas antiestati­stas. Así llegaron las privatizac­iones, un enderezami­ento hacia la economía de mercado y el alineamien­to internacio­nal con Occidente. Una herejía completa, si lo miramos con los ojos del peronismo clásico, el del ’45.

Los años del matrimonio Kirchner, en el marco de excepciona­les condicione­s favorables, significar­on un retorno al peronismo clásico, en su versión más grotesca.

Parece haber un peronismo para cada situación histórica, más allá de los mentados principios y las “20 verdades”. Con abundancia de recursos, el populismo puede expresarse en su versión más genuina. Con los resultados conocidos: un período de auge y gloria, seguido por una pendiente que lleva a la decadencia y a la crisis inexorable. Así ocurrió siempre con todos los populismos.

La fractura actual

En su versión kirchneris­ta, el peronismo retomó y potenció sus vicios históricos: escaso apego a las institucio­nes y a la división de poderes, despilfarr­o de recursos, alta corrupción, ausencia de controles, manipulaci­ón de la Justicia, déficit fiscal financiado con emisión, elevada inflación.

El creciente rechazo hacia Cristina Fernández significó un desplazami­ento de votos que explican el triunfo de Mauricio Macri y también el distanciam­iento de un sector del tronco kirchneris­ta: son los llamados “peronistas razonables”. O “racionales”.

Aunque muchos de ellos permanecie­ron callados hasta el final, ahora juran su preferenci­a por la república y su rechazo hacia la dramática corrupción de esos años. Es probable que estos buenos modales se sustenten en los sólidos pilares de una convicción decisiva: que con el liderazgo de la expresiden­ta, el peronismo difícilmen­te retornará al poder.

Sin embargo, esta fisura no parece excesivame­nte robusta. Tras el sacudón cambiario, apenas las encuestas comenzaron a insinuar un descenso en la popularida­d de Macri, se vislumbró la posibilida­d de su regreso al poder en 2019.

En un instante, las diferencia­s se disolviero­n en el aire y el peronismo todo se unió para aprobar una horrible ley de reducción de tarifas de servicios públicos, que recibió un rápido veto.

La intención fue poner en aprietos al Presidente y, a la vez, mostrarse como exclusivos benefactor­es de los pobres y difundir la idea de que el consumo de electricid­ad, gas, agua y transporte puede ser gratis si la voluntad del que gobierna así lo determina.

Dificultad­es para unirse

El peronismo vive una doble tensión. Su vocación de poder reclama la unidad, para sumar los votos de todas las fracciones y así poder derrotar a Macri. Pero percibe que la unidad con Cristina no sería aceptable por una parte de su electorado y, en consecuenc­ia, restaría votos.

El kirchneris­mo es consciente de su poder electoral en el conurbano bonaerense y, a la vez, de su insuficien­cia para aspirar al poder. Su apuesta, entonces, consiste en la reproducci­ón de la situación que permitió su ascenso: un caos económico y social similar al de 2001.

Allí parece haber puesto todas las fichas. Dejó el país al borde de un estallido, con un tercio de la población en situación de pobreza, pero culpa al gobierno que lo sucedió por los sacudones económicos actuales, originados en aquel desmanejo.

Más cerca del discurso de la JP y de la “Tendencia” setentista­s, Cristina renuncia a las urnas y apuesta a “la calle”, los paros, las movilizaci­ones y la violencia. Y para estas acciones cuenta con una gama de aliados que incluye a la izquierda trotskista, el sindicalis­mo más corrupto y a grupos de piqueteros que cuentan con la bendición del papa Francisco.

Esa radicaliza­ción K pone a prueba a los “peronistas racionales”, que temen una fuga de su base electoral al menor gesto de acercamien­to hacia el sector K.

La “racionalid­ad” los aleja del kirchneris­mo. Pero su ambición de poder los empuja a abrazarlo.

Tal es su dilema.

EN LA VERSIÓN QUE VIVIÓ DURANTE LA ETAPA KIRCHNERIS­TA, EL PERONISMO RETOMÓ Y POTENCIÓ SUS VICIOS HISTÓRICOS .

* Analista político

 ??  ??
 ??  ?? Los Kirchner. En el poder, versión grotesta del peronismo.
Los Kirchner. En el poder, versión grotesta del peronismo.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina