“Libia no es lugar para ningún humano”
MADRID. Aplicar “un electroshock” en Europa ante un “gravísimo problema” como la migración. Es lo que buscaba España al anunciar la acogida de los más de 600 migrantes del barco Aquarius, después de que Italia y Malta cerraron sus puertos.
Así lo concibe el recién estrenado gobierno de Pedro Sánchez, aplaudido por quienes consideran que ha reaccionado ante una crisis humanitaria y criticado por quienes consideran su gesto como “propaganda”.
El dirigente socialista puso a España en el foco de la prensa internacional, sólo una semana después de llegar al Ejecutivo con un mensaje potente sobre un fenómeno, la migración, al que Europa no termina de encontrarle una salida tras años de debate.
España, un país receptor de inmigrantes en las últimas dos décadas, dio un paso adelante frente a una extrema derecha que aboga por el cierre de puertos y de fronteras en países como Italia y ante los planes de endurecer las medidas contra la inmigración ilegal en otros como Alemania, que provocaron fricciones internas.
En ese contexto, la oferta de Sán- chez fue interpretada en algunos ámbitos como una forma de mostrar a la Unión Europea (UE) que pueden implementarse políticas migratorias que vayan más allá de lo restrictivo y sean respetuosas con los derechos humanos.
“Este gesto es especialmente importante en un momento en el que arrecia en Europa un discurso agresivo y de hostigamiento hacia los extranjeros en situación irregular”, expresó en su editorial el diario El País, uno de los más leídos en España.
Pero la acogida del Aquarius no es la única decisión con la que Sánchez quiso llamar la atención de Europa. En las últimas horas, su Gobierno acordó también retirar las cuchillas instaladas hace un lustro en la valla fronteriza entre España y Marruecos –supuesta- ROMA. Algunos de los 106 inmigrantes que viajan a España en el barco Aquarius, rechazados por Italia y Malta, recordaron su experiencia en Libia, país desde el que zarparon y al que describen como “un agujero negro” de hambre, esclavitud y latigazos.
Médicos Sin Fronteras (MSF), que opera a bordo de la embarcación, difundió los testimonios de tres de los náufragos salvados por el barco, de la ONG SOS Méditerranée, la noche del pasado sábado, luego de precipitarse en las oscuras aguas del Mediterráneo central.
Ibrahim, sudanés, 20 años. En Libia sufrió toda clase de vejaciones en una casa del desértico pueblo de Sabha (centro): “Me golpearon con una barra de hierro y luego con una goma, mientras los hombres me grababan y se reían de mí”, recordó. Querían dinero a cambio de su libertad.
Lawrence, nigeriano, 18 años. Dice que Libia es un lugar “terrible si sos negro”, porque allí se puede comprar y pegar. “De verdad, se los suplico: no quiero volver a Libia. Si alguien puede ayudarnos ahora, necesitamos ayuda de verdad, no queremos volver a Libia”.
Ali, nigeriano, 18 años. “Libia no es lugar para ningún ser humano. Te roban todo lo que tenés, incluida tu alma, y la aplastan”.
Todos coinciden en que lo mejor que les ocurrió fue la aparición del Aquarius y su rescate.