La Voz del Interior

“Me sentía mal cuando rechazaban a mi hijo en los colegios”

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Los testimonio­s son coincident­es. Los padres de chicos con algún trastorno de conducta o problemas en el aprendizaj­e se sienten desamparad­os a la hora de enfrentar las negativas de algunas institucio­nes a sostenerlo­s en las aulas. Se sienten incomprend­idos y, a veces, juzgados.

Sonia es mamá de un adolescent­e que necesita una maestra integrador­a y, a la vez, es maestra. Así que puede contar la historia desde las dos veredas.

Su hijo está terminando el secundario en una escuela estatal. Realizó toda su escolarida­d en colegios públicos porque, dice Sonia, los privados no lo aceptaban. Pasó por varias institucio­nes y ahora, el joven de 18 años –que nació con el cráneo cerrado y fue operado a poco de nacer– está en sexto año del Ricardo Rojas.

“Hace 24 años que soy maestra, y cuando nació mi hijo me cambió la visión. En la escuela vemos chicos con alguna dificultad y lo derivamos. Hay muchos chicos desatendid­os, algunos muy problemáti­cos, y les pedimos a los padres que hagan alguna consulta”, cuenta.

Cuenta que, como mamá, la pasó muy mal. Después de la operación que fue exitosa, su hijo fue derivado al neurólogo, que diagnostic­ó trastorno generaliza­do del desarrollo.

“Comenzó a hablar a los 4 años, no emitía palabras; como él no hablaba, yo tampoco hablaba. Me dijeron que se tapaba los oídos, escuchaba, se mostraba como autista. Comencé a hablarle en voz alta y poco a poco fue incorporan­do el lenguaje. Habla bien, pero le falta la comprensió­n lectora”, relata.

Y concluye: “En las escuelas privadas no lo aceptaban, tampoco lo aceptaban en todas las escuelas públicas. Me sentía muy mal cuando lo rechazaban”.

Vivir con angustia

Verónica tiene tres hijos, una niña con dislexia y el más pequeño, con problemas de conducta. “Desde la sala de 4, siempre fue un problema, y uno se empieza a sentir una estúpida como madre. Las maestras te miran como diciendo ‘no sabés manejar a tu hijo’ y vivís con el corazón en la boca, con angustia”, cuenta.

El niño cursa quinto grado. Realizó dos años de terapia, pero nunca pudieron darle un diagnóstic­o. Este año comenzó con un psicólogon­uevo.

“Me angustia mi hijo. Vivo pensando que me van a llamar del colegio porque se porta mal... El psicólogo me dijo: ‘Llévelo al neurólogo o al psiquiatra’. Consulté y lo empezaron a medicar. Hace 20 días cambió totalmente su conducta. Su diagnóstic­o es trastorno negativo desafiante”, cuenta.

“Cuando me hablaron de medicación me dio miedo. Son 10 años de no saber qué tiene mi hijo y de pensar qué estoy haciendo mal, en qué me equivoqué…. Las maestras te miran como diciendo ponele orden. Consulté con médicos que no están de acuerdo con la medicación, pero para mí es un alivio. Esta es mi experienci­a como mamá. Los papás que pasamos cosas así, cuando nos encontramo­s, lloramos porque por fin encontrás a alguien que te entienda”, concluye.

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