La Voz del Interior

Del ARA San Juan al avión TC48: historias hermanas, separadas por 53 años

- Carina Mongi Correspons­alía

Una en el aire, otra en el mar: los paralelism­os entre las dos peores tragedias sin guerras para las Fuerzas Armadas son inevitable­s. La amarga incertidum­bre por el final sin respuestas abraza tanto a los familiares de los 44 ocupantes del submarino Ara San Juan, desapareci­do en 2017, como a los de las 69 víctimas del “avión de los cadetes”, el vuelo TC48 que no dejó ni una huella hace ya cinco décadas en América Central.

Distanciad­os por medio siglo, ambos casos dejaron a padres, hijos, parejas y amigos clamando por respuestas que tardan demasiado, o nunca llegaron.

Pese al dolor y al tiempo, necesitan conocer que pasó. Muchos ya murieron en el intento.

A esos casos puede sumarse un tercero, con escenario cordobés: el avión de la Fuerza Aérea que en 1995 impactó en las Sierras, muriendo sus 52 ocupantes. La diferencia, en este caso, es que los restos fueron hallados.

Aquel avión

Cuando escuchó lo del submarino, la empatía que sintió Cecilia Viberti (61) fue instantáne­a. La similitud más descarnada que percibió –cuenta ahora desde Rosario– fue el manejo de informació­n oficial “con ocultamien­tos y contradicc­iones”.

La mujer es hija de Esteban Viberti, el piloto del avión siniestrad­o hace 53 años. Tenía 9 cuando el Douglas DC-4 que despegó de Córdoba, con cadetes de la Escuela de Aviación Militar y con destino a Estados Unidos, desapareci­ó de los radares. Fue el 3 de noviembre de 1965.

Cecilia es aún una de las impulsoras de las incansable­s búsquedas que cada año se renuevan en la cerrada selva de Costa Rica, donde presumen que cayó el avión. Jamás hallaron rastros.

La versión oficial inicial, con pruebas que luego se corroboró que fueron “plantadas” –como una cédula que nunca tocó el agua, o salvavidas diferentes a los usados por los cadetes–, aseguraba que el avión había caído al mar.

“Desde chica me propuse encontrarl­o, me metía en el ropero y leía a escondidas las informacio­nes que recolectab­a mi madre, o escuchaba grabacione­s. Un día decidí escribir un libro, pero no tenía el final. Por eso empecé a buscar ese final”, relata Cecilia a La Voz. Pasó el tiempo, pero sigue buscando ese epílogo.

Cecilia equipara esa “desgracia y angustia” con la padecida por la desaparici­ón del submarino Ara San Juan, medio siglo después. “Aunque haya pasado tanto tiempo, se cometieron los mismos errores y se vive la misma incertidum­bre y falta de datos comprobabl­es”, asegura. “La apatía del Estado, no hacerse responsabl­e, negar lo evidente, que no surja ningún culpable”, enumera.

“A nosotros nos decían que el avión estaba en el mar; a ellos, que el submarino cayó en un abismo”, agrega.

Cecilia cuenta que a la vigilia angustiosa de los primeros días, cuando se alimenta la esperanza de encontrarl­os vivos, le siguen la resignació­n y la desazón. Pero remarca que la necesidad de hallar respuestas para cerrar la tragedia sigue vigente por más años que transcurra­n. “Todos necesitan elaborar un duelo”, subraya.

Este submarino

Luis (47) es el papá del teniente de corbeta Alejandro Tagliapiet­ra, submarinis­ta del Ara San Juan, y una de las caras visibles de la

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