La Voz del Interior

Capítulo final para la peligrosa banda del R12

- Claudio Gleser cgleser@lavozdelin­terior.com.ar

Una y otra vez, el joven acusado había negado de manera enfática su participac­ión en el violento asalto. Fue entonces cuando al principal testigo lo invitaron a pasar a declarar. Era nada más y nada menos que el dueño del corralón al cual la peligrosa banda de delincuent­es había entrado para robar. El hombre había visto en carne propia de qué manera huían a balazo limpio, sin escrúpulos, poniendo la vida de todos en juego. Sobre todo, las de sus hijos.

Edgardo Rodolfo Ramón Falcone no titubeó cuando tuvo que declarar frente al acusado que negaba todo.

“Perdoname, hijo, yo no tengo nada contra vos... Pero vos estuviste adentro ese día. Vos eras el que le gritaba al otro: ‘¡Tirale! ¡Tirale! ¡Matalo! ¡Matalo!’ Y tiraban contra mi hijo, contra mi hija. Gracias a Dios no nos mataron. Tiraron contra todos nosotros, tiraban contra mí también”, declaró con tono firme Falcone.

Y agregó: “No nos mataron porque tenían mala puntería”.

En la sala de audiencias de la Cámara 3ª del Crimen de la ciudad de Córdoba llega a su fin la segunda parte del juicio contra “la banda del R12”.

No es un juego de palabras ni un código. Es que los delincuent­es que, a puro balazo, asaltaron en pleno mediodía de octubre de 2016 un corralón ubicado en barrio Quebrada de las Rosas de la capital cordobesa, se movían en un viejo y destartala­do Renault 12. El auto se quedó a media máquina en plena fuga y todos los miembros fueron detenidos.

Tres de los integrante­s ya fueron condenados tiempo atrás. Se trata de Mario David Carreras (28), Víctor Alejandro Lescano (28) y E. L. R. (17). Los mayores recibieron siete años de cárcel por robo calificado agravado por el uso de arma y por la participac­ión de un menor, además de violación de domicilio.

Ahora, se juzga al último sospechoso. Se trata de Francisco Ezequiel Capdevilla, quien tenía 18 años cuando sucedió todo.

Por más que las filmacione­s de las cámaras de seguridad del predio juegan a su favor, varios testigos ya complicaro­n a Capdevilla. El dueño del corralón, con su sentida declaració­n de días atrás, terminó por marcarlo.

Sólo resta que el fiscal de Cámara Marcelo Hidalgo pida condena este viernes, el defensor diga lo suyo y los jueces pasen a deliberar.

Violencia por demás

Eran poco más de las 13 de aquel 20 de octubre de 2016 cuando el viejo R12 celeste, chapa WSG 326, se estacionó a pocos metros del corralón Piedritas, en avenida Don Bosco al 6200. El auto, luego se sabría, había estado haciendo “inteligenc­ia” días antes.

Quien hacía de chofer (Víctor Lescano) se quedó al volante. Los otros tres delincuent­es se bajaron armados y entraron en el sector de ventas de la firma. Según la causa, Capdevilla era uno de ellos.

En segundos, redujeron a los presentes, entre los que estaban los hermanos Laura y Damián Falcone. Mediante amenazas y golpes, los ladrones comenzaron a exigir dinero y se hicieron de unos 25 mil de pesos, celulares y computador­as. Nunca pudieron abrir la caja fuerte. Tampoco tenían con qué.

En esas circunstan­cias, Falcone padre apareció y fue golpeado en la nuca. “Esto es un robo, dale loco”, gritó uno, mientras le sacaba el celular y la billetera. “Llevate todo”, respondió el hombre.

Al advertir que no encontraba­n más dinero y viendo que el tiempo les jugaba en contra, decidieron escapar.

Entonces, los Falcone, de acuerdo con el expediente, quisieron perseguirl­os. Los ladrones no se anduvieron con vueltas: sin dudarlo, comenzaron a tirar contra las víctimas varias veces. Los impactos cruzaron el salón de ventas y se incrustaro­n en las paredes.

En un momento, uno de los asaltantes comenzó a gritar: “¡Tirale! ¡Tirale! ¡Matalo! ¡Matalo!”. Por fortuna, nadie murió.

Falcone padre declaró días atrás

CUANDO QUISO ESCAPAR, UNO DE LOS LADRONES NO LOGRABA ABRIR LA PUERTA DEL AUTO, ATORADA CONTRA UN ÓMNIBUS.

en el juicio que aquellas escenas le quedaron grabadas para siempre. “Si para ellos la vida no valía nada, para mí tampoco. Por eso salí a perseguirl­os”, se justificó, emocionado, ante el tribunal. “De milagro, sólo de milagro, no nos mataron”, sostuvo.

Fuga trunca

La banda trepó al R12, que no arrancó tan fácilmente como se esperaba. El viejo motor le jugó una mala pasada al chofer. Aunque, finalmente, salieron.

Un vecino, amante de los viejos autos y conocedor de los R12, aportó datos clave a la Policía.

Aquel mediodía, en la zona de la ruta 20 se montó un amplio operativo que terminó cuando el coche se “asfixió” cerca del Centro de Participac­ión Comunitari­a (CPC) de esa zona. Las puertas se abrieron y los ladrones escaparon en distintas direccione­s. En rigor de verdad, una de las puertas no se abrió, ya que un colectivo justo frenó de ese lado y el asaltante tuvo que salir por el otro.

En medio de decenas de transeúnte­s, los delincuent­es, finalmente, fueron atrapados. Esta vez, no hubo más balas.

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Lento. Cuando buscaron escapar, a los ladrones les costó arrancar el Renault 12 en el que habían llegado.

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