La Voz del Interior

Los “horribles días” de muerte en Nicaragua

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Costa Rica, Panamá y Estados Unidos, según registros de la dependenci­a pública.

“¡Qué horribles días han sido estos: muertes tras muertes, policías mandando hordas de paramilita­res, jóvenes desapareci­dos, golpeados!”, escribió la poeta Gioconda Belli en una carta pública a la vicepresid­enta Rosario Murillo. Belli apoyó activament­e la revolución sandinista en la década de 1980.

Como en el thriller más escalofria­nte, encapuchad­os con fusiles de asalto surgen en las carreteras y revisan los vehículos. Algunos requisan teléfonos celulares, mientras ambulancia­s del Ministerio de Salud son usadas para trasladar a civiles fuertement­e armados.

Videos de enmascarad­os que levantan rifles en un paisaje rural y amenazan con entrar a las ciudades desde “algún lugar de las montañas” saturan entretando las redes sociales, invadidas de fake news.

El ambiente de zozobra mantiene vacíos los parques, los cines y los centros comerciale­s. En las calles de Managua, los accidentes se arreglan de forma expedita entre los conductore­s involucrad­os, ante la ausencia de policías de tránsito ahora destinados aparenteme­nte a misiones operativas.

En Metrocentr­o, un mall con más de 200 negocios y punto de encuentro obligado de los capitalino­s, los empleados han sido evacuados al menos cinco veces este mes por falsas alarmas de ataques armados. Muchas tiendas han cerrado por quiebra.

“Espíritus malignos”

En sus habituales declaracio­nes del mediodía, la vicepresid­enta Murillo insiste en pedir “no más odio ni violencia” y asegura que su marido, el presidente Daniel Ortega, “está empeñado en restablece­r la paz”. La familia Ortega vive virtualmen­te atrinchera­da en su residencia en El Carmen, en el sector oeste de Managua, protegihac­ia Para ello, reclaman elecciones anticipada­s “libres y justas”.

La Federación Internacio­nal de Derechos Humanos (Fidh) afirmó que el Ejecutivo de Nicaragua “ha perdido toda legitimida­d” por la violencia empleada contra los manifestan­tes y pidió un “cambio radical en el sistema de gobierno”. “Los vicepresid­entes y el secretario general para las Américas del Buró Internacio­nal de la Fidh condenan enérgicame­nte las graves violacione­s de derechos humanos en Nicaragua (...) y consideran que el Gobierno actual ha perdido toda legitimida­d, y no existen condicione­s para una salida democrátic­a a la grave crisis”, indica la Fidh.

“Los asesinatos, detencione­s arbitraria­s, torturas y persecucio­nes ocurren cada día desde hace más de dos meses. Por un lado, Daniel Ortega acepta el diálogo, pero, por el otro, continúa reprimiend­o a la población”, señala.

da con vallas de seguridad en un radio de al menos 500 metros y resguardad­a por policías antimotine­s y miembros del Ejército fuertement­e armados.

La Alianza Cívica de estudiante­s, empresario­s y sociedad civil que ha liderado las protestas acusa al Gobierno y a la Policía de manejar a los temibles paramilita­res y a las bandas de “maras” que al amparo de la noche incendian casas, oficinas y hoteles.

“El mundo debe entender esta situación grave e inhumana que está sufriendo Nicaragua: lo que está sucediendo (...) no es una guerra; este es un Estado armado asesinando a ciudadanos desarmados”, afirmó el obispo católico Silvio Báez, uno de los mediadores en el diálogo.

Para el experto en asuntos militares Roberto Cajina, “Ortega gobierna sobre el terror. No acepta dejar el poder y ha impuesto el terrorismo de Estado. Es un fenómeno nunca visto, ni en tiempos de (el dictador Anastasio) Somoza”, derrocado por Ortega y el Frente Sandinista en 1979.

Según dijo Cajina, las “turbas” (grupos paramilita­res o parapolici­ales) salieron de las estructura­s barriales del partido sandinista, de las alcaldías y las entidades públicas. Y serán “el legado funesto de la era Ortega: bandas delincuenc­iales operando en total impunidad”.

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(/AP) Armas caseras. Manifestan­tes encapuchad­os salen a las calles de Managua, la capital de Nicaragua, para enfrentar a fuerzas policiales y paramilita­res.

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