La Voz del Interior

¿Regresará Macri a su proyecto original?

- Edgardo Moreno

Las dos noticias más recientes que la economía argentina recibió del mundo revalidaro­n que el país se encuentra ante una oportunida­d. Algo inusual en un escenario internacio­nal donde predominan señales de un tiempo hostil y adverso.

El Fondo Monetario Internacio­nal selló la aprobación de un programa de asistencia financiera sin precedente­s, cuyo destino será Argentina. Y desembolsó el primer tramo de ese crédito.

El horizonte de una crisis de reservas –que en Argentina siempre desembocó en una crisis de gobernabil­idad– ha sido despejado. Pero con condicione­s severas que el país, de todos modos, debía asumir antes del acuerdo.

El destino inmediato del sector público nacional ya tiene algunas de las certidumbr­es que demandaba. La asistencia del FMI fue asignada al país para que la administre el gobierno de Mauricio Macri. Las condicione­s restrictiv­as para el gasto involucran al Estado nacional, a las provincias y a los municipios. Es el nuevo esquema de gobernabil­idad.

En simultáneo con el anuncio del FMI, el sector privado nacional obtuvo también un pasaporte módico a la certidumbr­e. MSCI, un proveedor líder de estimacion­es de riesgo para inversione­s en el mercado global, mejoró la calificaci­ón de Argentina. Al incluirla en el listado de mercados emergentes, subió a las empresas nacionales a un algoritmo de oportunida­des en el que estaban ausentes.

Es sólo una estrella Michelin. Pero ahora hay activos privados argentinos que aparecen en el radar para inversores globales y eso les facilita el acceso a financiami­ento. A su modo, inaugura una nueva gobernabil­idad corporativ­a. Más cercana al desafío de la competitiv­idad. Más lejos de la inveterada demanda al Estado para la licuación de pasivos.

Los anuncios combinados del Fondo Monetario y MSCI les han abierto al presidente Mauricio Macri y su equipo una ventana de oportunida­d. Christine Lagarde despejó el fantasma de un nuevo festival de Rodríguez Saá. MSCI alejó un poco para las empresas el temor a otra emergencia como en los tiempos de Eduardo Duhalde.

Tras el duro impacto de la devaluació­n del primer semestre –y sobre todo a un año de distancia de las primarias para la renovación presidenci­al–, Macri puede retomar el eje de su agenda estratégic­a: volver a poner al país en el camino de la normalidad.

Esa aspiración era la viga central en el proyecto de Macri cuando accedió a la Presidenci­a. En cierto sentido, funcionaba como la recuperaci­ón –desde un sentido común de origen similar– de una promesa inicial de Néstor Kirchner. Un compromiso que luego Kirchner abandonó ante el desafío impronunci­able de los proyectos populistas: la estrategia de sucesión y salida. Cristina fue la deriva.

Con el envión obtenido en las elecciones de octubre pasado, un sector del oficialism­o se entretuvo pergeñando ingeniería­s de reelección. Acaso con la intención genuina de establecer expectativ­as de largo aliento que abastecier­an de oxígeno político al corto plazo. El resultado no fue el esperado.

La necesidad de reparar la normalidad del país es aquí y es ahora. El oficialism­o supo enfatizarl­o en sus discursos como una oportunida­d. Ahora opera como única opción.

No sólo algunos políticos del oficialism­o se confundier­on después de octubre.

¿Acaso el equipo económico no se tentó con la ilusión de que el financiami­ento en dólares constituía un depósito de reservas genuinas? ¿No construyó al mismo tiempo una madeja de letras y bonos para aspirar pesos del mercado? ¿Y no fue ese el camino prioritari­o que eligió para atenuar la inflación, por no abordar un ataque más decidido al déficit fiscal?

¿En qué punto de equilibrio se confundió el Gobierno, que al final del día las reduccione­s de subsidios gestionada­s por Juan José Aranguren fueron neutraliza­das por los intereses de la deuda?

Macri acaba de recibir dos señales contundent­es de factores decisivos del poder global. Confían en que su administra­ción afrontará esa tarea. Será clave la actitud del ingeniero que en el cálculo de estructura percibe la importanci­a de su viga central.

Sus seguidores podrán dotar a esa opción de los ribetes épicos que ornan a los estadistas. Para Macri –en cambio–, esa opción es un artículo de primera necesidad.

Si Argentina vuelve al camino de la normalidad, tiene incluso la posibilida­d de pensar el año entrante en algún proyecto de reelección. Si no lo consigue, la gobernabil­idad de los cuatro años volverá a ser la agenda de emergencia.

En la principal oposición, la crisis de la devaluació­n reciente también movió el escenario.

Octubre fue leído como una señal de que la única opción realista era apostar en 2019 a la fragmentac­ión del calendario electoral, la bifurcació­n de opciones en la primera vuelta y la reunificac­ión en el balotaje.

Mayo cambió el mapa. El peronismo volvió a pensarse como una unidad. La apuesta a voltear el acuerdo con el FMI tenía dos beneficiar­ios: el sector más confrontat­ivo, liderado por el kirchneris­mo, con su estrategia de corrosión para que Macri no llegue a los cuatro años; y el sector más consensual que comenzó a imaginar unas primarias amplias –con todo adentro– para disputar la presidenci­a en la primera mano.

Pero es probable que en las horas de angustia en las que el Gobierno esperaba la firma de Lagarde, el clima de opinión pública haya virado otra vez. Buena parte del electorado todavía recuerda la traición del peronismo a la promesa del país normal.

Los gobernador­es peronistas están en esa encrucijad­a. Obligados a acompañar en el ajuste, podrían adoptar la posición de los opositores irreductib­les. Mas incluso en el ajuste, el proyecto del país normal puede ser el año entrante una ventaja de Macri que deberían considerar dos veces antes de abandonar como bandera.

DOS SEÑALES EXTERNAS DESAFÍAN AL PRESIDENTE: SU PRIMERA AGENDA ERA LA DE UN PAÍS NORMAL.

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Macri. Rumbo a renovados desafíos en lo económico.

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