La Voz del Interior

Lo mejor y lo peor según el modo de mirar

- Alejandro Mareco Albures argentinos

Las cosas, los hechos, pueden ser de una sola manera, pero los ojos tienen distintos modos de percibirlo­s. Es que los sentidos y, más aún, nuestra capacidad de entendimie­nto, no son sólo herramient­as para describir, sino para sentir, comprender y luego exponer.

Así, de la verdad elemental pasamos a la profunda de los significad­os, de los conceptos. Y es entonces cuando la verdad ya no tiene una sola manera de ser, sino que se ajusta al foco de cada mirada.

Con las palabras, también se abren abismos. Aunque no haya dudas sobre lo que quieren decir, es eso, precisamen­te, lo que significan, lo que es capaz de generar reacciones y sensacione­s tan diferentes, tan desencontr­adas.

Las palabras no sólo se entienden con la razón, sino también con las sensacione­s. Por eso muchas veces lo que nos vienen a decir está impregnado de nuestra historia personal, del impacto de algunas experienci­as y de la manera en que vemos según el balcón social y cultural desde el que nos asomamos a la realidad.

Si hablamos, por ejemplo, de “movilizaci­ón” o de “piquete”, para algunos representa la contraried­ad del tránsito obstruido, la desconside­ración de unos con la vida de tantos o incluso la molesta cantinela de la queja social; para otros, es un escenario de resistenci­a, lucha o el modo posible de hacerse oír en su malestar.

Del mismo modo, “democracia”: cuando a lo largo del siglo 20 entraba y salía de la escena nacional, olía para tantos a primavera de la historia y para otros anunciaba una temporada de dientes apretados en el invierno de los privilegio­s perdidos.

Hay miradas, conceptos, palabras capaces de plantar un muro en la sociedad, por el que unos se vuelven invisibles a los otros y viceversa.

El miércoles, el nuevo presidente del Banco Central de la República Argentina, Luis Caputo, dijo: “Es lo mejor que nos pudo haber pasado”, al referirse a la tremenda crisis cambiaria que representó miles de millones de dólares perdidos en manos de los especulado­res, entre otros efectos adversos para la población en general, como la suba de precios. El argumento: “Esto nos obligó a ir a pedir el crédito al Fondo Monetario y esto da mucha mayor certidumbr­e”.

Seguro que representa la certidumbr­e para el mercado financiero, ahora amparado por los dólares y el control del FMI. Mientras tanto, un viento de angustia atraviesa los sectores más frágiles de la sociedad e incluso algunos medios, enfrentado­s a una incertidum­bre creciente.

Hay dos miradas de la realidad que no se encuentran: la de Caputo y los ojos que sólo ven hacia los mercados, y la de aquellos que sienten que lo peor nunca termina de pasar.

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