La diversidad en el grupo D
Infancia es una palabra que ya no se pronuncia en singular; hay muchas, diversas y sorprendentes. En cada rincón del mundo, las cunas son distintas, así como diferentes las crianzas, el lugar otorgado a la niñez y los recursos destinados a su educación y salud. Infancias únicas, incomparables, irrepetibles.
Las imágenes desde Rusia muestran culturas de todos los continentes que, convocadas por el fútbol, exponen esa diversidad.
Repasemos algunas características pintorescas en el grupo donde Argentina intenta sobrevivir.
Islandia es un país con reducida población y clima hostil. Homogéneos por su origen vikingo, demuestran escaso apego a condicionamientos religiosos, lo que se refleja en indicadores vitales, como que el 67 por ciento de los bebés nacen de padres no casados. Esta cifra, maquillada en otras regiones, es para los islandeses motivo de orgullo.
En Croacia, en cambio, el 86 por ciento de sus pobladores son cristianos practicantes y predominan las familias tradicionales. Y los croatas no discuten las tradiciones.
En Nigeria, incontables chicos nacen alejados de las urbes, sin registro civil; esto determina que, desde ese punto de vista, un tercio de la población “no existe”.
El país islandés encabeza la lista de los que cumplen los “objetivos de desarrollo sostenible” de la Organización Mundial de la Salud. No obstante, las tasas de sobrepeso infantil, violencia y consumo abusivo de alcohol siguen altas.
El sistema de salud croata es ejemplar: la mortalidad infantil es envidiablemente baja; han reducido el consumo de alcohol y tabaco en adolescentes, así como el sobrepeso.
Nigeria sufre lo opuesto: la falta de agua potable condiciona con diarreas infecciosas y hepatitis. En zonas rurales, arrasan el paludismo, la fiebre amarilla y la tripanosomiasis africana (o enfermedad del sueño). Además de numerosos casos de meningitis y tuberculosis, es el único país africano que no ha conseguido erradicar la poliomielitis.
En educación, Islandia exhibe excelentes resultados: el ciento por ciento de la población es alfabeta y con formación de alto nivel. El sistema, sustentado en instituciones públicas, se inicia a los 4 años. Los ciclos básico y secundario perfilan una orientación tecnológica que enlaza los contenidos educativos con la vida real; así, los alumnos logran inserción laboral.
En Croacia, la educación es estatal, obligatoria y gratuita. El nivel inicial comienza a los 6 meses, debido a una mayoría de padres hiperocupados.
El nivel primario dura ocho años y el secundario, cuatro años. Este último se imparte en dos instituciones: los llamados gimnasios, donde se desarrollan actividades académicas exclusivamente dirigidas a alumnos que se postulan a la universidad, y las escuelas vocacionales, en las que se los capacita para oficios.
El sistema educativo nigeriano declara contar con enseñanza primaria de seis años y bachillerato de otros seis, dictados en idiomas locales (hausa, yoruba, igbo). La realidad es diferente: más del 35 por ciento de los niños no concurren a colegios debido a problemas geográficos o climáticos, a enfermedades e incluso a la decisión de los propios padres; en tanto, la deserción en el secundario alcanza el 40 por ciento. Una minoría de familias opta por enviar a sus hijos a colegios privados que imparten educación en inglés, francés o alemán.
En estos disímiles países nacieron los jugadores que, en esta etapa del campeonato mundial, enfrentan a nuestra selección de fútbol. Hoy son personas adultas, pero en sus infancias crecieron en familias típicas, aprendieron su idioma, asistieron a colegios y enfermaron y curaron con medicina autóctona. Todos y cada uno son productos de su cultura.
Tal vez este campeonato permita no sólo alentar a nuestro equipo (o sufrirlo, según los actuales resultados), sino volver a mirar cómo crecen los chicos argentinos.
No a los que participan en competencias mundiales, sino a la mayoría silenciosa que nace, madura, se educa, se enferma (y con suerte se cura) en circunstancias cada día más complejas.
* Pediatra