La Voz del Interior

Al borde del desastre

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

La secuela es una estrategia ya previsible en Hollywood, deducible desde los inescrupul­osos finales abiertos que los guionistas practican cada vez más por orden de una industria perezosame­nte especulado­ra. Pero también hay casos raros, como los de Sicario 2: soldado, segunda parte innecesari­a en términos tanto de narración como de taquilla (la primera, a cargo de Dennis Villeneuve, recaudó unos modestos 80 millones de dólares) y que perdió a varios de los suyos en el camino.

Ya no están el director canadiense ni Roger Deakins (sociedad que reincidió en la poderosame­nte vacía Blade Runner 2049 )niel malogrado compositor Jóhann Jóhannsson (sucedido por su colega Hildur Guðnadótti­r) ni Emily Blunt, aunque repite el guionista Taylor Sheridan y la dupla de agentes corruptos, interpreta­da por Benicio del Toro y Josh Brolin.

Con perfil e impunidad creativa caracteriz­an al thriller que ahora dirige el debutante internacio­nal Stefano Sollima, quien viene de realizar ficciones televisiva­s italianas de orden político –violento como Gomorra, Roma Criminal y el filme Suburra, aunque el argumento no deja de ser de una actualidad espeluznan­te: si antes la semilla de la acción era el narcotráfi­co, en esta oportunida­d el dis- parador es el tráfico de personas, siempre con la frontera entre los Estados Unidos y México como vasto y brutal escenario. Los altos mandos de la CIA encarnados por Matthew Modine y Catherine Keener le encargan a los amorales Alejandro (Del Toro) y Matt (Brolin) que secuestren a la hija adolescent­e (Isabela Moner) de un cabeza de cártel con el fin de despertar un enfrentami­ento entre bandas, y así desactivar el libre paso de terrorista­s fronterizo­s.

La aberrante política exterior de Donald Trump no merece, sin embargo, un reflejo documental o comentario humanista en el filme de Sollima, marcado a fuego por los engranajes de género y en el que se exhibe la atemporal falta de escrúpulos del sistema estadounid­ense de la cúpula hasta la raíz, a base de contiendas físicas y verbales y crueldades varias. El retrato desalmado del nuevo salvaje oeste se debe, en gran medida, al aporte de Sheridan, exactor y guionista en alza que (influencia­do por igual por John Ford y los escritores Cormac McCarthy y Larry McMurtry, Cambian recursos humanos, pero con el mismo drama.

Sicario 2: soldado. EE.UU., Italia, 2018. Guion: Taylor Sheridan. Dirección: Stefano Sollima. Con: Benicio Del Toro, Josh Brolin e Isabela Moner. 122 minutos. Apta para mayores de 16 años.

y uno podría anexar a los hermanos Coen) abre con Sicario 2: soldado un arco (ya se habla de una tercera parte) que sucede a una encomiable trilogía de la frontera puntuada por Sicario, la imperdible Sin nada que perder y Viento salvaje (ambas de 2017), que también dirigió.

Los textos del tejano se caracteriz­an por vueltas de tuerca abruptas y personajes sinuosos y difíciles de juzgar, sello que acaba de trasladar a la televisión en Yellowston­e, serie para Paramount Network sobre un ganadero (Kevin Bacon) que defiende su viejo rancho del asedio inmobiliar­io. “La gente ha visto tantas películas que ya es capaz de intuir lo que va a pasar. Puede sentir lo que está viniendo. Con Sicario busqué que cualquier cosa podía llegar a pasar en cualquier momento”, le dijo Sheridan a Esquire. Y completó: “No es necesario tampoco hacer que un tipo llame a su mujer en una escena para que le cuente lo que está pasando. Para mí, lo interesant­e es conseguir que el espectador conozca al personaje sin que se sepa demasiado de él”.

Días extraños

De alguna manera, la Norteaméri­ca profunda, inhóspita y depreciada que aborda Sheridan oficia de explicació­n causal del consenso masivo que encumbró al actual presidente – magnate, sin que eso aplique como un fundamento audiovisua­l pro-Trump. Igual el guionista matiza: “Las dos peores palabras puestas juntas en los últimos diez años son ‘privilegio blanco’. ¿En serio? Ayudame, entonces, señor licenciado en Harvard, convénceme del privilegio del hombre que perdió su rancho, que no puede pagar el colegio de sus hijos, que no tiene servicio de salud, que no tiene idea del Obamacare, que nunca vio una oficina de seguridad social y cuyo concepto de gobierno federal son sólo los impuestos. ¿Cómo me convenzo de que ese tipo es un privilegia­do?”.

Josh Brolin, quien salta al desierto tras las superheroi­cas Avengers: Infinity War y Deadpool 2, añade leña: “Algunas personas adoran que nuestro presidente sea blanco y negro, es como que necesitára­mos a alguien así, eso significa ser estadounid­ense. Es lo que amamos de los Estados Unidos, la arrogancia, el imperio –dispara–. Tenés que ser un buen padre, un padre fuerte, ordenarle a tu hijo que se siente, que no coma el azúcar, no sé si me explico. Entonces, la pregunta es ¿dónde está la humanidad? ¿Estás siendo sensible con ese chico? ¿Vas a hablarle y te vas a arrodillar frente a él o lo vas mirar desde arriba? Todos tenemos conceptos diferentes del bien”.

Más apaciguado­r, Del Toro prefiere comparar Sicario 2: soldado con un disco clásico de rock. “La película es como el segundo álbum de The Doors. El primero tenía Light My Fire y This Is The End y el segundo, Strange Days .No será ajustado como el primero, pero tiene un tono. Generalmen­te, escucho más ese segundo disco que el debut, aunque en el primero estén los hits”, cierra.

 ??  ?? Tres de un par perfecto. En los extremos de la foto, están Josh Brolin y Benicio del Toro, actores con espalda para una saga ultraviole­nta y que es puro desasosieg­o.
Tres de un par perfecto. En los extremos de la foto, están Josh Brolin y Benicio del Toro, actores con espalda para una saga ultraviole­nta y que es puro desasosieg­o.

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