La Voz del Interior

Iralafacul­tad,lamateria pendientee­nlaPampade­Achala

- Juan Pablo Martínez jmartinez@lavozdelin­terior.com.ar

Andrea Pino está en un momento bisagra en su vida. El viento sopla fuerte en las Altas Cumbres y unas 50 personas se refugian en un salón comedor de las inclemenci­as de la Pampa de Achala. Suena el Himno que por última vez escuchará en este contexto esta joven estudiante. Se muerde los labios para no emocionars­e y la llaman a recibir su diploma.

De lunes a viernes, durante 13 años, la vida de Andrea transcurri­ó en la primaria Ceferino Namuncurá y en el Ipem 285 anexo Los Cerros, escuelas que comparten albergue en el corazón de piedra de las montañas.

Es el último día de clases y la comunidad educativa está conmovida. Dos egresados tuvo esta promoción 2018, y esta alumna planteó la necesidad de seguir una carrera universita­ria: Abogacía, algo que hasta ahora no había ocurrido entre los graduados que tiene el colegio.

Como en todo paso, hay miedos, pero también certezas. Esas certezas que dan los sueños. Y así lo expresa esta nueva egresada: “Me gusta estudiar y me parece que sería muy lindo poder ser abogada. Me gustaría hacer justicia en los casos en los que haya cosas que estén mal. Defender los derechos de la gente, que la gente esté bien”.

Los Cerros tuvo su primer ciclo lectivo en el año 2000, por esto los docentes y los directivos de la institució­n están entusiasma­dos con la idea de esta nueva graduada. Esa proyección es lo que les ilumina el rostro a todos, porque si se concreta significar­ía un triunfo de quienes día a día le dan pelea a la exclusión geográfica que desde siempre plantearon las Altas Cumbres en Córdoba: los sueños universita­rios de Andrea están diluidos por la distancia y el dinero.

Desde la escuela hay que recorrer 35 kilómetros por un camino de tierra para llegar a la ruta, atravesar tres arroyos y los límites del Parque Nacional Quebrada del Condorito. En auto, la travesía lleva una hora y media. La relación espacio-tiempo se estira como un chicle si esta huella se desanda a caballo o mula, el medio de transporte por excelencia de la zona. Google Maps no tiene referencia para hacer ese cálculo.

Andrea tampoco tiene el dinero para costearse una vida en Córdoba y mucho menos para pagar una carrera a distancia de una universida­d privada, factor que además no juega en sus considerac­iones porque en su casa no hay conexión a internet.

Pese a estas imposibili­dades, en la escuela no piensan en resignar tan fácilmente este sueño universita­rio. “Para nosotros, es mucho que quiera seguir estudiando y hemos empezado a hacer una serie de trámites con la Fundación Sí para intentar conseguirl­e una beca”, asegura la directora de Los Cerros, Laura Bello.

La escuela es la única “ventana al mundo” para los chicos de la zona, dice la directora, quien explica que es muy difícil que logren siquiera terminar la secundaria: “Cuesta mucho que las familias entiendan la importanci­a de terminar los estudios. Muchos alumnos comienzan el secundario, pero abandonan en segundo o tercer año y vuelven a sus casas a realizar tareas rurales”.

“Nos pasa más con los chicos que con las chicas. Se terminan dedicando a la cría de ovejas, porque algo tienen que hacer. Acá arriba no hay otra cosa, no hay futuro”, asegura Noemí Britos, una de las tutoras de Los Cerros.

Según datos del Censo 2010, 312 personas viven en zonas próximas a la escuela en 76 hogares, de los cuales 35 tienen alguna necesidad básica insatisfec­ha. Unas 269 personas tienen algún tipo de estudio,

191 cursaron o cursan el primario,

64 el secundario, apenas tres comenzaron estudios terciarios y hay sólo una que se aventuró a la universida­d.

En un radio de unos 50 kilómetros, esta escuela es la oportunida­d para muchos jóvenes de estar conectados al mundo y de progresar. Es el único sitio en esa desolada porción de la Pampa de Achala que tiene conexión a internet y donde los chicos se encuentran con gente que vive en “los valles”.

Este contacto es fundamenta­l para que estos alumnos tengan otras perspectiv­as para sus vidas, y es que varios egresados, tanto del primario como del secundario, han elegido seguir estudiando para ser policías o docentes, como ocurre en otras localidade­s de la provincia.

“Durante mucho tiempo estas fueron las únicas salidas para alguien de la zona. Para las familias, el maestro tiene un valor simbólico muy fuerte”, apunta la directora.

Pese a que la función de la escuela termina el día de la entrega de diplomas, Laura Bello y la comunidad educativa quieren empujar a sus alumnos a nuevos futuros: “Sentimos que es responsabi­lidad nuestra que los chicos sigan estudiando, porque desde nuestro rol les ponemos techo a los alumnos o les damos vuelo. Peleamos bastante por desmitific­ar la lástima por-

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