La Voz del Interior

Acostumbra­dos a vivir y a morir “enfierrado­s” Claudio Gleser

- Claudio Gleser Código rojo cgleser@lavozdelin­terior.com.ar

El duro diagnóstic­o ya fue varias veces trazado y quedó expuesto frente a nuestras narices. Córdoba está “enfierrada”. Córdoba huele a pólvora. Quién puede negarlo o hacerse el distraído.

Armas de todo calibre, con pistolas automática­s en un altísimo nivel, se ven y padecen por todos lados. Y, lo que es peor, están y siguen en manos de cualquiera.

En 2017, se cometieron 131 homicidios en la provincia de Córdoba. En el 54 por ciento de los casos, se gatilló un arma para quitar la vida. Hablamos de cinco de cada 10 crímenes. La tendencia se encamina a aumentar.

Y eso que hablamos de homicidios. La situación es más preocupant­e si se toman en cuenta los robos a mano armada (en el primer semestre de 2017, hubo 123 asaltos armados violentos en promedio cada día), las venganzas o las peleas que terminan con víctimas enviadas a hospitales con plomos en sus cuerpos.

En las últimas horas, en una inquietant­e espiral de violencia en la Capital, un delincuent­e terminó con un balazo en el pecho luego de enfrentars­e con un policía en una comisaría de barrio Zepa B. Mientras que en barrio Santa Ana una disputa con una pistola de por medio concluyó con un joven grave. Además, el sábado, un individuo cayó en un control en San Vicente con una Bersa Mini Thunder con 25 balas, varias con punta de cerámica.

Ese mismo viernes, otra pistola cargada fue hallada en manos de un joven en Villa El Libertador, al tiempo que ese mismo día, un asalto seguido de un tiroteo en barrio Jardín terminó con el secuestro de dos 9 milímetros cargadas (una Thunder y otra Hi Power) en manos de simples y comunes ladrones.

No hablamos aquí de las otras bandas, las más “pesadas”, las que se mueven con chalecos antibalas con plena impunidad atacando hogares o fábricas.

Córdoba sigue “enfierrada”. Córdoba sigue oliendo a pólvora. Y parece que a pocos les importa.

Para peor, ya casi no nos sorprende que haya tantas armas de alto poder de fuego en manos de adolescent­es. Simples pibes que decididame­nte tendrían que andar en otra, muy lejos de las “juntas”, el “bardo” y sin nada raro en el pantalón o en la campera.

La semana pasada, como hacía mucho que no se veía, un tribunal cordobés dictó cuatro cadenas perpetuas a una banda de jóvenes ladrones que, armados, asaltaban comercios y que llegaron a matar a dos inocentes recienteme­nte en la Capital.

Cuatro perpetuas en un solo juicio. Nadie se arrepintió en el banquillo de los acusados. Nadie pidió perdón. Para peor, hubo miradas desafiante­s a las familias de los muertos.

Por cierto, tampoco nadie ordenó investigar de dónde habían salido esas armas. Muchos jueces ya ven como cosa natural que haya tanta gente “calzada”.

Las calles, nuestras calles, se siguen llenando de pólvora y tiñendo de sangre, y parece importarle­s a pocos.

Para peor, de manera sistemátic­a, la Policía sigue perdiendo (o sufriendo “robos”) de armamento. Parece mentira que aquellas 72 Bersa Thunder Pro robadas de la Jefatura en 2015 no hayan alcanzado. Se trata de “fierros” que, ineludible­mente, terminan alimentand­o una violencia que destruye. Sobre todo a quienes quedan vivos.

Hoy si en Córdoba se secuestran “fierros”, es sólo porque hay policías que, en patrullas, se juegan la vida en persecucio­nes, tiroteos o controles callejeros. No nos engañemos. No se hace mucho más.

Con tanta obstinació­n judicial y de la Policía investigat­iva en no hacer nada, los “nidos” dedicados a vender y a alquilar armas pueden seguir tranquilos en Córdoba.

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