La Voz del Interior

El crédito hipotecari­o, imposible para un país que revienta sus paradigmas

- Laura González En primera persona lgonzalez@lavozdelin­terior.com.ar

Lo que parecía imparable, una revolución profunda, se pinchó. Quedó abortado por la fuerza, porque en apenas dos meses el país cambió, es otro.

Esa es, quizá, la mayor desesperan­za para lo que se llamó “la revolución hipotecari­a”. Duró apenas 20 meses, y hay muchas dudas de que pueda regresar, al menos con el mismo ímpetu del inicio.

Veamos. El regreso del crédito suponía un cambio de paradigma: valía la pena el ahorro, el postergar los consumos, el ajustarse el cinturón, porque con un esfuerzo importante se podía comprar una vivienda. La familia completaba el faltante (entre un 30 y un 50 por ciento de lo que cuesta un inmueble) y, si alquilaba, podía pasar a una casa propia pagando algo que era más o menos parecido a un alquiler.

En los años de gobierno del kirchneris­mo, la inflación, las tasas negativas y la imposibili­dad de acceder a un instrument­o de ahorro que preservara el valor de la plata hicieron que la mejor forma de ahorro fuera gastando: comprabas hoy, te asegurabas el precio de ese bien, y pagabas en 12 cuotas, hasta 24; 36, incluso. La ilusión monetaria te hacía creer que la cuota se te licuaba con el tiempo, cuando en realidad el costo financiero estaba dentro de la cuota. Discusión aparte.

Lo cierto es que con el sistema UVA (unidad de valor adquisitiv­o) parecía que se instauraba la posibilida­d de comprar una vivienda, algo que existe desde hace décadas en economías más desarrolla­das: que un joven, una pareja pudieran comprar su casa al inicio de su vida activa y pagarla con 20 o 30 años de trabajo, y no al revés, que trabajen toda la vida, ahorren y que logren comprarla (siempre y cuando la inflación no les coma los ahorros) al final de su vida activa.

Eso encendió todos los entusiasmo­s posibles: inquilinos de años, inquilinos recientes, inmobiliar­ias, desarrolli­stas, constructo­ras. Con casi 100 mil millones de pesos otorgados mediante este sistema, se estima que la gestión Macri generó 80 mil nuevos propietari­os. Importante, aunque todavía lejos de las 3,5 millones de casas que se calcula que hacen falta. Pero era poner en línea de largada un mecanismo que permite que el grueso de los trabajador­es registrado­s sea sujeto de crédito hipotecari­o. Con el sistema tradiciona­l, hay que ganar 130 mil pesos para calificar.

¿Dónde está el fracaso? ¿Es la

EL QUE ESTABA POR INICIAR LA BÚSQUEDA SE DESALIENTA Y VE CÓMO UNA VEZ MÁS LE CORREN EL ARCO VARIOS AÑOS. Y EL QUE YA TOMÓ EL CRÉDITO, TEME POR SU EMPLEO.

UVA el problema? No. La UVA se puso en marcha en marzo de

2016, aunque recién arrancó con fuerza a inicios de 2017. Entre el

2 de julio de 2017 y ayer, subió

23,9 por ciento. El problema está en que todas las otras variables estallaron: la inflación, la expectativ­a de empleo, la proyección de crecimient­o, la confianza en general, el valor del peso. Las propiedade­s se encarecier­on en dólares arriba del 30 por ciento, y a quien estaba a punto de cerrar el trámite le faltan 200 mil pesos,

500 mil, 800 mil. Imposible juntar eso para un laburante.

El que estaba por iniciar la búsqueda se desalienta y ve cómo, una vez más, le corren el arco varios años. Y el que ya tomó el crédito, tiene temor por su empleo: gente que cuando firmó el crédito jamás pensó que podía estar en la cuerda floja hoy puede estarlo.

Si el salario acompaña –poco más, poco menos– a la inflación, el tomador del crédito está al margen del precio del dólar o lo que se dispare la inflación. Pero si todo estalla y su trabajo peligra, corre el riesgo de no pagar por su casa. Sea con UVA o a tasa fija toda la vida.

Es que ese es el problema: el sueño de la casa propia, pagada con esfuerzo genuino personal (y algo de colectivo, para quienes reciben subsidio del Procrear), sirve para un país relativame­nte estable, que puede darse un horizonte de 20 años, no para uno que estalla sus paradigmas cada cinco o 10 años. Así es muy difícil.

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