La Voz del Interior

Fidelidad a la palabra dada

- Pedro Torres* Fraternida­d religiosa

Si bien en algunas concepcion­es filosófica­s o religiosas la ley suprema de una sociedad es la ley eterna que se expresa en la ley natural, y esta última da el fundamento de racionalid­ad a la ley positiva que regula la vida cotidiana, esto no ha sido aceptado por todos en nuestra patria.

En cambio, desde 1853 hemos aceptado con profunda convicción por el bien común que la ley suprema que nos permite vivir en paz es la Constituci­ón Nacional. Y a su vez, en un país que anhelamos federal, las constituci­ones provincial­es.

Al releer la Constituci­ón de Córdoba, me llamó la atención cómo se prevé que los funcionari­os públicos en los diversos niveles realicen un juramento de fidelidad antes de asumir sus servicios a la comunidad.

Luego, al buscar en el diccionari­o de la Real Academia qué es jurar, leemos su primera y tercera acepción, respectiva­mente: “afirmar o negar algo, poniendo por testigo a Dios, o en sí mismo o en sus criaturas”, y “someterse solemnemen­te y con igual juramento a los preceptos constituci­onales de un país…” Vale decir que, más allá de que alguien jure por los Evangelios, por Dios o por la Patria, pone a Dios por testigo de que en conciencia asume una representa­tividad del pueblo expresada como proyecto en la Constituci­ón. Si no lo hace, comete perjurio o, como suele expresarse, “que Dios y la patria se lo demanden”.

En tiempos en que por una parte se valora el diálogo, pero por otra se devalúa la palabra, parece indispensa­ble que todos recuperemo­s el sentido de la veracidad, la lealtad, la sinceridad, la responsabi­lidad y la fidelidad a la palabra dada.

Resulta llamativo que los legislador­es y funcionari­os que deberían dar el ejemplo de fidelidad a la palabra y al mandato recibido del pueblo se hayan olvidado de sus juramentos y con liviandad ahora afirmen posturas referentes a niños (incluso en gestación) cuyos derechos fueron reconocido­s por muchas expresione­s de nuestras leyes y contradice­n la Constituci­ón provincial y pactos internacio­nales de valor constituci­onal de orden nacional a los que ellos mismos adhirieron no hace mucho tiempo.

Sería una ayuda a la paz que quienes representa­n al pueblo no finjan sus juramentos y, antes de modificar la Constituci­ón, pidan un mandato para ello y mientras tanto la cumplan.

* Obispo católico, miembro del Comipaz

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