La Voz del Interior

Cómo fue el femicidio de Traslasier­ra

Federico Cortez hirió de gravedad a su expareja y mató a la madre y al hermano de ella. Luego, se quitó la vida. Una confusión del criminal habría generado la masacre. Yohana aún pelea por sobrevivir.

- Miguel Ortiz Especial

Federico Cortez, el hombre que hirió de gravedad a su expareja y mató a la madre y al hermano de esta, y luego se quitó la vida, habría actuado impulsado por una confusión. Una citación judicial para que aportara una cuota alimentari­a habría originado su impulso.

VILLA DOLORES. La masacre que conmociona a Traslasier­ra, donde el jueves pasado un hombre hirió gravemente a su expareja y mató al hermano y a la madre de esta, para luego suicidarse, podría haberse desencaden­ado por una confusión.

Federico Cortez (30) se habría enfurecido por el reclamo por vía judicial de una cuota alimentari­a que había recibido. Pero la demanda, en realidad, no era por el hijo de 2 años que compartía con la joven a la que le disparó, sino de su primera mujer, con quien tenía un hijo de 11 años.

Cuando la Policía lo encontró muerto de un tiro en la sien, a 80 metros del tendal de cuerpos que había baleado, vio que Federico en un bolsillo llevaba la citación para presentars­e este lunes en la asesoría letrada de Tribunales.

Quizá no haya modo ya de confirmar esa hipótesis con certeza. Salvo que Yohana Castro (26) sobreviva de las graves heridas recibidas y pueda contarlo.

Según fuentes de la Departamen­tal San Alberto de Policía, Federico llegó a las 20 del jueves a la casa paterna de Yohana, con quien había convivido hasta hace siete semanas. Llevaba al niño de ambos, luego de haber pasado la tarde con él.

La pareja discutió gravemente, quizá por el malentendi­do señalado, y cuando apareciero­n la madre y el hermano de la chica, Cortez los ejecutó a los tres con el revólver calibre 32 que, presuntame­nte, ese día le habría prestado un amigo. María Deolinda Castro (43) y su hijo Cristian Emanuel Castro (21) recibieron un tiro cada uno y murieron a los pocos minutos.

Dos balas, una en el pecho y otra en la garganta, hirieron a Yohana, que fue operada esa misma noche en el hospital de Villa Dolores, donde hasta anoche continuaba muy grave, inconscien­te, con respiració­n asistida y pronóstico reservado.

La casa donde ocurrió el drama queda al fondo de un predio, a unos 30 metros de la calle Climaco Leyes, en Villa Sarmiento, un pue- blo pegado a Villa Dolores.

Los cuerpos quedaron tirados a pocos metros de la tranquera. Parado y llorando encontraro­n al niño de 2 años. Fue el único testigo de la escena atroz.

Allegados cuentan que a Cortez además lo enloquecía que Yohana no quería volver con él, y la presunción de que se hubiese relacionad­o con otro hombre. Ella lo había abandonado en mayo pasado, supuestame­nte cansada de sus agresiones o por una infidelida­d de él.

Federico había estado en prisión por violencia de género contra su primer cónyuge, y cumplía libertad condiciona­l.

Su condena de tres años expiraba el domingo pasado: tres días después del doble crimen, tras el que se quitó su propia vida.

“Siempre he sufrido”

“Q fea noticia q he recibido en estos días pero bueno siempre he sufrido... sólo me ha quedado la mujer q amo con toda mi alma Yohana y un hijo hermoso”. Eso, textual, posteó Cortez en su Facebook el 26 de junio de 2015. Se refería a la prisión que a partir de esos días debía cumplir en el penal de Villa Dolores, condenado por amenazas calificada­s y coacción.

“Ya no quisiera estar en este mundo de mierda, quisiera estar al lado de mis abuelos, quizás allá en otro mundo tenga una vida mejor”, escribió el mismo día, de hace tres años, como un vaticinio de su final.

En 2011 había golpeado y amenazado a su primera mujer con un cuchillo. Recién en 2015 fue condenado a tres años. Cuando los peritajes psicológic­os lo permitiero­n, en marzo de 2017 salió en libertad condiciona­l.

Fuentes judiciales indicaron que en los registros venía cumpliendo correctame­nte con las condicione­s impuestas: presentaba oportuname­nte los certificad­os de su tratamient­o psicológic­o y no había denuncias en su contra por mala conducta.

Se supo que había agredido a Yohana, pero la chica se negaba a denunciarl­o para que él no volviera a la cárcel.

“Vivía chupando”, dijeron algunos vecinos, mientras otros lo negaron. “Si alguien lo hubiese denunciado, le habría salvado la vida a él y a la familia de la chica”, lamenta hoy el fiscal Raúl Castro, a cargo de la causa.

“Chulo”, como le decían a Cortez, se había criado con sus abuelos en el barrio Viña Seca, a pocas cuadras de donde mató y murió, y donde hoy está sepultado.

Sus fotografía­s lo muestran serio o con alguna mueca de agrado, pero nunca sonriente. Vecinos aseguran que era tranquilo y “normal”, y lo recuerdan pasando con cuarteto a altísimo volumen generado por los parlantes que ocupaban todo el baúl de su Fiat Palio rojo. El mismo que el jueves quedó frente a la casa de los Castro, y que amigos y familiares de sus víctimas destruyero­n, como acto de represalia o de descarga.

“Últimament­e no trabajaba, porque él tenía una pensión”, dice Juan Vieyra, el padre de Yohana. En los bolsillos de Cortez los policías encontraro­n cinco mil pesos.

Trágico amor

Yohana, bonita y vivaz, conoció hace varios años a “Chulo”, de quien se enamoró intensamen­te. Sus padres nunca lo aceptaron del todo, por sus antecedent­es. Ella cuidó a la abuela de él en sus últimos días, lo visitó siempre en la cárcel y por las redes sociales le demostraba su amor y fidelidad.

Cuando Cortez salió de prisión y comenzó a trabajar en albañilerí­a, se fueron juntos con el niño de ambos, nacido en 2015, a la casa de él. Hasta que en mayo se produjo la ruptura. Desde entonces él iba cada tarde a la casa de los Castro a buscar al niño.

Yohana es una de los siete hijos de una familia de trabajador­es. Su padre y su hermano asesinado el

jueves eran empleados en un restaurant­e y salón de fiestas. El propietari­o, Carlos Hernández, afirma ahora, conmovido: “No tengo palabras para decir lo excelente que es esta gente; estamos quebrados, no lo podemos creer”.

El Facebook de Yohana está superpobla­do de fotografía­s de sus niños, el de 2 años y el mayor, de 8, que no era hijo de Cortez. También esa red cuenta la parte armónica de la vida que llevaron con su agresor: el bautismo del bebé, paseos y fiestas familiares. Motivos solidarios, religiosos y de moda, más su admiración por River y por Ulises Bueno, completan su biografía.

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(LA VOZ) Ellugar. Juan Vieyra, frente a su casa, donde ocurrió la tragedia: su esposa y un hijo muertos; una hija grave.
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El autor. Federico Cortez estaba con libertad condiciona­l.

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