Un sepelio con vigilancia policial
“Todas las víctimas tienen tiros que ingresaron desde arriba hacia abajo del cuerpo; eso indica que en el último instante se inclinaron tratando de protegerse; los disparos se hicieron desde muy cerca”, reveló el fiscal Raúl Castro.
Se ignora aún si Federico Cortez había consumido alcohol o drogas, porque de esos peritajes ordenados hasta ayer no se conocían los resultados.
“Habíamos trabajado todo el día haciendo un techo, cuando escuché los tiros salí y encontré a mi señora boca abajo, a Yohana y Emanuel boca arriba, y el bebé llorando al medio. ‘El Chulo’ ya se había ido, y se mató acá cerca”, cuenta Juan, el padre de la familia diezmada.
Luego de las autopsias, Cortez fue velado en su casa y los Castro, en la sala pública de Villa Sarmiento. Separados, para evitar conflictos.
El sábado, a las 9, un breve cortejo acompañó al pequeño cementerio del pueblo los restos de Cortez. Era notoria la vigilancia policial. El féretro fue colocado en un nicho a más de dos metros de altura y se tapó de inmediato con bloques y cemento. “Los amigos de Emanuel dijeron que iban a robar el cajón para quemarlo, la bronca era muy grande, la familia es muy querida acá”, relató un vecino. La vigilancia siguió hasta las 16, cuando a 50 metros de su ejecutor, fueron sepultados Deolinda Castro y su hijo Emanuel. Una montaña de coronas acompañó sus cuerpos. Las pocas flores de la tumba de “Chulo” fueron robadas.
En la historia policial de Traslasierra no se recuerda un hecho de tanta violencia.