¿Poscooperativismos?
Regenerar un auténtico cooperativismo exige no sólo que los asociados cooperativos tengan el derecho al poder, sino el deseo de ejercerlo. ¿Qué significa “un hombre, un voto” cuando el porcentaje de los asociados que concurren a las reuniones orgánicas de sus cooperativas o mutuales apenas si alcanza el uno por ciento del padrón y menos aún? ¿Cooperativas sin cooperativistas? ¿Mutuales sin mutualistas?
Estas recurrentes defecciones y disfunciones nos permiten afirmar que para reverdecer el cooperativismo y el mutualismo es ineludible reencontrar, incrementar y reempoderar a su extraviada masa crítica.
Jamás serán cooperativos ni mutuales el precio, la tarifa y/o la facturación de servicios públicos esenciales, de préstamos en dinero ni de usos o consumos en general, si el monto correspondiente resulta igual o superior a idéntica prestación de una empresa privada, estatal o mixta.
Recuperaremos el cooperativismo real cuando nuestras cooperativas practiquen los principios cooperativos; por ejemplo, educación cooperativa, obligatoria participación personal en las asambleas cooperativas; mutualidad rigurosa; gestión democrática directa (“un hombre un voto”); cero lucro; fiscalización interna (síndicos) y externa (Inaes).
Consideramos estéril y más bien un juego de palabras a toda “versión” sobre educación o democracia cooperativas y sus problemas en la medida que esta no parta del reconocimiento de que las dificultades sólo se resuelven cuando los cooperativistas tienen plena conciencia de sus deberes antes que de sus derechos.
Sin ese reconocimiento, las soluciones que se propugnen serán meros apósitos ortopédicos.
Se podrá objetar que resolver de manera satisfactoria las incoherencias señaladas no es fácil. Es cierto. Abordarlas requiere políticas públicas concretas, para replicar y expandir seculares desarrollos cooperativos, urbanos y rurales.
Pero si hemos de sentirnos ganados de antemano por el desánimo ante las dificultades e irregularidades actuales, mejor será no cultivar cooperativismos ni alentar la constitución de nuevas cooperativas o mutuales.
No obstante, si ya estuviéramos registrados en alguna de ellas, conformémonos con sus mediocres realizaciones, pero no nos engañemos creyendo que servimos los altos ideales que se propuso el cooperativismo como subsistema solidario civil de la economía. Tampoco creamos que así cumplimos con su democracia asociativa y económica, ya que – como indican los registros establecidos– en la realidad ellas son pura ficción.
De allí que resulte imperativo, ante ciertos grados de “absentismos” inaceptables como de culposos “analfabetismos” cooperativos, el retiro de la autorización para funcionar a la cooperativa o mutual de que se trate.
Ello en razón de que nunca se deberían propiciar ni sostener institucionalmente “poscooperativismos” ni “posmutualismos” como, por caso, los del programa Argentina Trabaja o las mesas y “cuevas” de dinero cooperativo/mutual.
Estas últimas son las mismas que de manera habitual y usuraria se aprovechan de la necesidad, ligereza e inexperiencia de jubilados, Pyme, empleados, jornaleros y demás perdedores de las políticas económicas; de modo muy especial cuantos estos deben afrontar imprevistos como los actuales tarifazos o los que sobrevendrán tras el acuerdo con el FMI.
Principalmente, las causas de las dificultades encontradas están en la torpe ineficiencia de los organismos oficiales de fiscalización y en la indiferencia de los asociados, pero, fundamentalmente, en la dolosa postergación de la educación pública cooperativa que prevén las leyes 16.583, 23.427 y 26.206. Por último, ¿cómo no defender los principios cooperativos y mutuales sin envalentonar a sus verdugos?
NUNCA SE DEBERÍAN PROPICIAR NI SOSTENER INSTITUCIONALMENTE “POSCOOPERATIVISMOS” NI “POSMUTUALISMOS”.
* Investigador Cijs, UNC; experto Coneau Cooperativismo