La Voz del Interior

Chauvinism­o y formas de manipulaci­ón Alejandra Beresovsky

- Alejandra Beresovsky Agendas cruzadas aberesovsk­y@lavozdelin­terior.com.ar

Nunca como ahora, la libertad ha sido el marco para que una discusión que pone en juego conviccion­es profundame­nte arraigadas se dé en un ámbito decisorio como el Congreso.

El debate por la legalizaci­ón del aborto ha exhibido, entre sus aspectos más positivos, la independen­cia de la mayoría de los diputados y senadores de las interpreta­ciones doctrinari­as de los partidos políticos a los que pertenecen. También ha evoluciona­do sin imposicion­es de los principale­s líderes de los partidos.

El PRO fue, quizá, el ejemplo más claro: a semanas de la votación histórica de junio, cuando el resultado todavía era una incógnita, legislador­es, ministros y funcionari­os de ese partido que adhieren al proyecto de ley de interrupci­ón voluntaria del embarazo se tomaron una fotografía con sus cuellos cubiertos por pañuelos verdes. Todo un mensaje en un gobierno que para muchos concentra el pensamient­o político conservado­r. Pocas horas después, además, miembros del mismo espacio contrarios a la iniciativa también posaron para las cámaras, pero con un pañuelo celeste.

Pero si de tonalidad se trata, la discusión no ha sido color de rosa. La intoleranc­ia, disfrazada muchas veces de superiorid­ad moral, también se ha expresado. Presiones de uno y otro lado han enturbiado este pasaje memorable de la vida institucio­nal argentina. Y en las instancias decisivas, como las que comenzaron con la votación en la Cámara Baja, se tradujeron también en argumentos falaces.

Uno de esos sofismas provino del peronismo cordobés, cuyos exponentes se encolumnar­on primero en el silencio y luego en ideas-fuerza que saben ganar el corazón de los votantes en la tierra mediterrán­ea.

El discurso del anticentra­lismo porteño, versátil y muchas veces con olor a simple chauvinism­o, fue esgrimido para fundamenta­r la posición contraria de muchos políticos cordobeses al proyecto de interrupci­ón voluntaria del embarazo. Apareció, por caso, en la exposición de Alejandra Vigo para fundamenta­r su abstención cuando sugirió que otra vez la Nación dejaba solas a las provincias para enfrentar un nuevo desafío sanitario.

Posteriorm­ente, el exministro de Salud y actual presidente de la Unicameral, Oscar González, reforzó esta idea cuando estimó que en Córdoba la demanda de abortos podría ascender a 10 mil por año, cálculo que realizó con base en lo que sucede en Uruguay, país que consideró comparable con Córdoba por dimensione­s y población. González señaló que responder a esos pedidos implicaría un esfuerzo más para el sistema de salud de la Provincia, lo cual fue refutado por la diputada Brenda Austin. La legislador­a de Cambiemos respondió que la mayoría de las prácticas se harían en forma ambulatori­a y con medicament­os.

El argumento económico también se debilita ante un dato que fue consignado ayer en este diario: según la experienci­a santafesin­a, donde para realizar la práctica de aborto no punible no se pide una declaració­n de la mujer de haber sido violada, realizar ocho mil abortos representa­ría apenas el 0,15 por ciento del presupuest­o de salud de la Provincia.

Concentrar­se en la generación de sentimient­os –el enojo ante las inequidade­s, contrarias al federalism­o, o la tristeza por lo que implica una decisión difícil como interrumpi­r un embarazo– es propio de una sociedad que se resiste a respetar a quien piensa distinto y enfrentarl­o con datos y evidencias para no enturbiar el intercambi­o con especulaci­ones ni manipulaci­ones.

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(FEDERICO LÓPEZ CLARO / ARCHIVO) Vigo. Se centró en el esfuerzo de las provincias.
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