La Voz del Interior

Demasiada duda para tan poca respuesta Juan Federico

- Juan Federico jfederico@lavozdelin­terior.com.ar

Mientras la sociedad cordobesa quedó envuelta en medio de una duda atroz, si realmente 1.500 armas policiales hoy están en manos de los delincuent­es, todo lo sucedido durante la jornada de ayer poco aportó para el optimismo colectivo.

Desde que el abogado Marcelo Touriño se presentó en Tribunales 2 y publicó en la web un video en el que denunciaba el faltante de armas policiales de todo tipo, hasta que el aparato de Seguridad de la Provincia comenzó a esbozar alguna respuesta, pasaron más de seis horas.

Un tiempo transcurri­do en el que el silencio trocó en puntos suspensivo­s. Porque la conferenci­a de prensa que brindó el subjefe de Policía, Gustavo Folli, en la propia Jefatura, dejó más preguntas que certezas, en un momento en el que se demandaba certidumbr­e.

Folli apareció con una soledad que desde lo simbólico también dice mucho. Hizo recordar a los últimos actos del hoy exsecretar­io de Seguridad, Diego Hak, quien en sólo un puñado de días, entre que denunció a su padre por presuntos vínculos narco hasta que renunció a su cargo, siempre apareció en solitario, sin ningún respaldo oficial a sus costados.

Entre lo que dijo y lo que calló Folli, es posible asegurar que: la Policía conocía de aquel informe de auditoría desde hacía casi ocho meses; que nunca lo denunció a la Justicia ni al Tribunal de Conducta Policial; que en todo este tiempo tampoco logró aclararlo y que hoy lo que más preocupa en Jefatura, antes que su contenido, es saber cómo se filtró.

Que en pleno siglo 21 la principal fuerza de seguridad de la segunda provincia del país no pueda precisar cuántas pistolas tiene, en manos de quiénes y cómo se realiza su seguimient­o interno, es casi tan grave como suponer que 1.500 armas pasaron de la Policía a la delincuenc­ia.

Cualquier pistola oficial implica un papelerío que sobrepasa, por ejemplo, al de un auto cero kilómetros. Desde que se compra hasta que se adjudica, todo el derrotero interno de un arma queda asentado en una “historia clínica” que recién termina cuando se la destruye por desuso.

Aducir una falta de control es sólo asumir una parte del problema. Pero las responsabi­lidades aún no aparecen.

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