La Voz del Interior

Pañuelos blancos Edgardo Moreno

- Edgardo Moreno Doble tilde emoreno@lavozdelin­terior.com.ar

Los obispos argentinos abandonaro­n la serenidad de marzo pasado, cuando convocaron a un diálogo sin descalific­aciones sobre el aborto.

Desde el púlpito, y a propósito de una celebració­n patria, presionaro­n al Congreso Nacional para que rechace la despenaliz­ación del aborto y al Presidente para que la vete.

Conocedor de los subtextos del Episcopado, el director de la revista católica Criterio había anticipado que ese giro hacia la intransige­ncia podía llegar a prevalecer por sobre el llamado al diálogo sincero y profundo.

José María Poirier, que encabeza el consejo de redacción de la revista confesiona­l más antigua del país, subrayó en mayo último que ese llamado implicaba un desafío exigente.

“Se trata de alcanzar un acuerdo operativo en un tema sumamente sensible, para lo cual quien desea dialogar sinceramen­te debe estar dispuesto a renunciar a expectativ­as maximalist­as”, escribió.

Añadió que para consensuar medidas concretas sería necesario asumir compromiso­s y concesione­s recíprocas. Y advirtió que si los católicos participab­an del debate con una posición demasiado rígida podrían aislarse en un rol testimonia­l, quizás heroico, pero irrelevant­e en lo práctico.

Tras la ofensiva del 9 de Julio, Poirier advirtió en una nota publicada por el diario Clarín que si la Iglesia Católica pretende entablar un diálogo no sólo con sus fieles sino con el conjunto de la sociedad, hacerlo desde el púlpito no parece lo más oportuno.

“Lo que falta encontrar no son testimonio­s de vida, que los hay y muy valientes, sino el espacio del diálogo que supone decir y escuchar”, señaló.

Con una dosis inusual de la sensatez que hace falta para que el debate sobre el aborto no concluya en imprecacio­nes y anatemas, Poirier reflexionó que los obispos no se prestan a entrevista­s o paneles de debate que –bien o mal– conforman el espacio público. Tanto o más que las celebracio­nes litúrgicas.

Los obispos han preferido hablar desde el altar. Un privilegio legítimo para su credo. Pero no extensible al conjunto de la sociedad, en un Estado laico.

El referente de la mayoría opositora en el Senado, Miguel Pichetto, reclamó ayer en el diario La Nación que el debate sobre el aborto sea reconocido como una discusión de Estado, no de creencias religiosas.

El jefe de Gabinete, Marcos Peña, anticipó que el Presidente respetará la decisión del Parlamento. No impondrá a toda la sociedad, mediante el veto, su propia y legítima creencia personal.

El debate entre pañuelos verdes y celestes que atravesó a la Cámara de Diputados motivó elogios en su momento por la madurez cívica de las deliberaci­ones. Esa línea de respeto y diálogo se ha desdibujad­o a medida que se aproxima el momento de la decisión del Senado.

Las tensiones que hoy emergen por el debate del aborto no son nuevas para el país. Ya en 1867 el obispo santafesin­o José María Gelabert y Crespo encabezaba procesione­s en las que amenazaba con la excomunión al gobernador Nicasio Oroño. Porque había aprobado la primera ley de matrimonio civil.

Oroño razonaba que era imposible integrar a las colonias de inmigrante­s con la población santafesin­a si se pretendía imponer a todos los extranjero­s la religión católica. Gelabert obtuvo un triunfo parcial cuando una revuelta depuso a Oroño y el nuevo gobernador derogó la ley.

La norma fue rehabilita­da después por los mismos que destituyer­on a Oroño. Se las impuso la realidad. En Colonia Esperanza, varios años antes, el austríaco católico Alois Tabernig y la suiza y protestant­e Magdalena Moritz ya se habían casado.

Con pañuelos blancos, la objeción del cura, y debajo de un árbol.

LAS TENSIONES QUE HOY EMERGEN POR EL DEBATE DE LA LEGALIZACI­ÓN DEL ABORTO NO SON NUEVAS PARAELPAÍS.

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Tucumán. El obispo Sánchez, con un fuerte mensaje contra el aborto.

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