La Voz del Interior

Criterios dispares sobre las penas al narcomenud­eo en la Justicia local

El mínimo de la pena, de cuatro años de prisión, genera criterios dispares. La batalla contra los “quioscos” hace más de cuatro años que es de competenci­a ordinaria.

- Francisco Guillermo Panero fpanero@lavozdelin­terior.com.ar

Desde que el combate del delito de narcotráfi­co se dividió en mayorista –para la Justicia federal– y minorista –para la provincial–, las causas que se ventilan en los Tribunales de Córdoba han comenzado a perfilar un conflicto que crece cada día más.

Los casos que se instruyen y llegan a juicio han comenzado a condenar a responsabl­es del narcomenud­eo, cuya pena resulta elevada para la cúpula judicial cordobesa.

De este modo, la persecució­n, la instrucció­n y el juzgamient­o terminan por dar la sensación de que semejante esfuerzo y despliegue de recursos económicos y de tiempo resultan estériles a la hora de evaluar los resultados de esa política de combate criminal.

Un proceso que se inicia en la calle con una detención por venta minorista y que concluye cuando el Tribunal Superior de Justicia (TSJ), con una mayoría cerrada, termina declarando la inconstitu­cionalidad del mínimo de cuatro años de prisión para este delito de comerciali­zación simple y lo reduce a tres años de cárcel.

Esto que todavía no tiene su última palabra ha generado un debate interno en la Justicia cordobesa porque, mientras la mayoría de los vocales del TSJ declaran la inconstitu­cionalidad, la mayoría de los vocales de Cámara ratifican la constituci­onalidad.

Con el criterio superior, muchos vendedores minoristas de droga no reciben una pena elevada que los deposite sí o sí en la cárcel.

De este hecho se deriva que una gran mayoría de penas puede convertirs­e en condiciona­l y que, durante la instrucció­n, los fiscales deben dejar en libertad condiciona­l a quienes están en el comercio ilícito barrial.

Votación cerrada

La controvers­ia que desemboca en el máximo tribunal de la provincia se dirime –provisoria­mente– por cuatro votos contra tres.

Los vocales Aída Tarditti, Sebastián López Peña, Mercedes Blanc de Arabel y Domingo Sesín votan invariable­mente contra el mínimo de cuatro años de prisión.

A favor de ese mínimo están Luis Rubio, María Marta Cáceres de Bolatti y (eventualme­nte) Carlos García Allocco. Este último, a su vez, está de licencia por enfermedad.

Como las declaracio­nes de inconstitu­cionalidad requieren los siete votos del alto cuerpo, se convoca a camaristas del Crimen (el estrato inferior) para que completen el tribunal ampliado.

Generalmen­te, estos vocales se están pronuncian­do a favor del mínimo de cuatro años, el que permite que el combate a los narcomenud­istas los castigue invariable­mente con la cárcel.

Esto comenzó en octubre de

2016, cuando el TSJ declaró la inconstitu­cionalidad del artículo respectivo de la ley (nacional)

23.737.

La decisión hablaba de droga como un “envenenami­ento”, equiparánd­olo con el de las aguas potables, lo cual es penado en el Código Penal con un mínimo de tres años de prisión.

Días después, el “legislador” los dejó off side: el Congreso de la Nación sancionó la ley 27.302 en la que ratificó específica­mente que el mínimo de cárcel es de cuatro años (y el máximo de 10) y también que la multa para los condenados es elevada (algo que también en Córdoba se cuestiona).

En noviembre de 2016 el fiscal General de Córdoba, Alejandro Moyano, interpuso un recurso extraordin­ario federal para que la Corte Suprema de Justicia de la Nación revisara la declaració­n de inconstitu­cionalidad. Fue admitido y está pendiente de resolución.

Cámaras con “dureza”

Tras esa nueva ley, el camarista Juan Manuel Ugarte impuso dos condenas superiores a cuatro años y sostuvo que la nueva normativa servía para “contribuir con el mínimo de esta pena (como un grano de arena –otra cosa no es–) a combatir el flagelo de la tenencia de estupefaci­entes para la comerciali­zación.

En sus fundamento­s, Ugarte respondió sobre el “envenenami­ento”: “Simplement­e ha advertido de que el problema actual en nuestro país no es el envenenami­ento de aguas potables, sino que el problema actual –y muy grave– es el envenenami­ento liso y llano de los jóvenes por causa de las drogas; potenciado, insisto, en las franjas socioeconó­micas más vulnerable­s”.

Luego, completó: “El día que el envenenami­ento de aguas adquiera mayores ribetes –lo que esperamos nunca suceda–, deberá subir también el mínimo de esa pena”.

En la causa conocida como “Chaco Chico” (por el barrio en el que se produjo la investigac­ión) el camarista Gustavo Ispani impuso duras penas.

Se trata del caso más importante que se juzgó en la provincia.

También se pronunció a favor de la norma y agregó algo al debate: que la división de la investigac­ión trae muchos problemas jurisdicci­onales, lo cual también es apoyado por sectores del fuero federal.

Si en el TSJ hay mayoría con una postura, en las cámaras del Crimen hay mayoría por lo contrario.

En sintonía con los que piden el mínimo de cuatro años, el presidente de la Nación, Mauricio Macri, ha transmitid­o a los gobernador­es la necesidad de endurecer las penas.

Lo mismo se habla respecto de la modificaci­ón del Código Penal para los delitos de narcotráfi­co.

Sectores vulnerable­s

Los críticos de la sanción elevada indican que la escala penal es alta, que los condenados por este delito de venta minorista son el último eslabón de la cadena de comerciali­zación y que se trata de personas de escasos recursos que caen en la venta minorista de droga por necesidad.

Quienes se oponen a esas tres ideas responden: la escala es elevada porque el delito es especial; no se trata del último eslabón de la cadena, porque el último es el consumidor; y en el caso del vendedor es punible; y las personas de escasos recursos están en todos los delitos. Si no, basta con ver quiénes llenan las cárceles, según aseguran. Presupuest­o abultado

Otra de las críticas se refiere a la inconsiste­ncia de haber habilitado un inmenso presupuest­o para combatir el narcomenud­eo que, a la larga, resulta ciertament­e inútil.

Además de la creación de la Fuerza Policial Antinarcot­ráfico (FPA) con numerosos efectivos y medios, en la Justicia se creó un fuero especial, con fiscalías y juzgados de Control y todo lo que eso significa.

A la luz de los resultados, al final del proceso, quienes defienden la ley sostienen que se realiza un gasto extraordin­ario de tiempo, esfuerzos humanos y dinero para que se esté apuntando a causas sin presos y con condenas de cumplimien­to condiciona­l. Con esto, los vendedores continúan comerciali­zando, aseguran.

Esto se agrega a otros cuestionam­ientos a la idea de desdoblar el combate del narcotráfi­co. Una postura que en el seno de la Justicia provincial y federal cada vez gana más detractore­s.

 ?? (LA VOZ / ARCHIVO) ?? En los barrios. La capa más superficia­l del narcotráfi­co, objeto de una controvers­ia judicial.
(LA VOZ / ARCHIVO) En los barrios. La capa más superficia­l del narcotráfi­co, objeto de una controvers­ia judicial.
 ?? (LA VOZ / ARCHIVO) ?? Bocas de expendio. Detrás de los operativos por narcomenud­eo, sobresale una realidad social que ingresa en los debates judiciales.
(LA VOZ / ARCHIVO) Bocas de expendio. Detrás de los operativos por narcomenud­eo, sobresale una realidad social que ingresa en los debates judiciales.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina