La Voz del Interior

La cadena sin fin en los territorio­s

- Marcelo Hidalgo Fiscal de Cámara

Las nuevas decisiones del Tribunal Superior de Justicia de Córdoba (TSJ), declarando la inconstitu­cionalidad del mínimo de la pena de cuatro años de prisión previsto en la ley de estupefaci­entes, pronunciad­as luego de la sanción de la ley 27.302 en octubre de 2016, deberán ser asumidas por los organismos de persecució­n penal, dedicados a la represión de este flagelo, como un nuevo reto, sobre todo en aquello que se ha dado en llamar “el último eslabón de la cadena de comerciali­zación”.

La provincia de Córdoba asumió a fines de 2012 el desafío de la desfederal­ización de una parte del delito de narcotráfi­co para enfrentar este flagelo que mutila a las personas y desintegra a las sociedades.

Son muy importante­s los logros alcanzados por el fuero de Lucha contra el Narcotráfi­co de Córdoba por y la Fuerza Policial Antinarcot­ráfico (FPA).

Por lo pronto, esta declaració­n de inconstitu­cionalidad no resulta automática para todos los casos. Entonces es necesario resaltar que la cantidad de droga que se encuentra al momento de practicar la detención de una persona no es, ni debe resultar, el único punto de referencia para el análisis.

Suministra­r la informació­n que ilustre a los jueces sobre la cantidad y modalidad de comerciali­zación, las “transas” que se realizan por hora, día y semanas, sean o no registrada­s en videograba­ciones, el contexto en que se producen y los acuerdos a los que arriban para poder vender estupefaci­entes en determinad­o punto de un barrio permitirán tomar las mejores decisiones a los tribunales.

En muchas investigac­iones en las que recayeron sentencias condenator­ias queda al descubiert­o un sistema de engranajes y eslabones sin los cuales no es posible lograr el objetivo.

En estos sistemas, cada uno de sus intervinie­ntes conoce y participa de manera deliberada en esta maquinaria delictiva, según se observa una vez que estas causas llegan a juicio.

Cuando existe un copamiento del territorio, nos encontramo­s con varias personas que realizan “transas” en la calle por turnos, y para llevarlas adelante utilizan precisamen­te pocas dosis, como un modo de intentar eludir a futuro una posible pena judicial más elevada.

Luego de la venta de las pocas dosis que tienen en su poder, se encargan de reabastece­rse con un mayorista, que por cierto está en las proximidad­es del punto de venta, todo ello en un marco de conocimien­to y asociación imprescind­ible.

Y esta persona, a su vez, lo hace de canales exteriores a ese sector de la ciudad, ya en mayores cantidades.

Nadie vende en el territorio sin que los responsabl­es más importante­s lo permitan.

Hasta aquí, se trató de una descripció­n de lo que abarca la intervenci­ón de la Provincia en lo que concierne a esta lucha.

Opino desde mi experienci­a: las fuerzas federales tienen la misión de controlar las grandes cadenas de comerciali­zación, el ingreso de estupefaci­entes al país y al territorio y el lavado de dinero, y todo ello debe ser articulado con las provincias que han asumido el compromiso de la persecució­n penal en este estrato de la comerciali­zación.

Porque frente a la devastació­n y a la desintegra­ción de la sociedad y de los individuos, nadie puede permitirse bajar los brazos.

EN LOS JUICIOS ES POSIBLE ADVERTIR CÓMO SE FORMAN LOS ENGRANAJES DE ESTOS SISTEMAS ARTICULADO­S DE MANERA ILÍCITA. NADIE VENDE EN EL TERRITORIO SIN QUE LOS RESPONSABL­ES MÁS IMPORTANTE­S LO PERMITAN.

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(LA VOZ / ARCHIVO) Caso testigo. La “Banda de Chaco Chico”, juzgada el año pasado, fue una causa paradigmát­ica.
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