La Voz del Interior

El rescate

- Enrique Orschanski Pensar la infancia

El exitoso rescate de un grupo de deportista­s en Tailandia provocó inusitada sorpresa, alegría y también reflexión. Por un lado, logró distraer transitori­amente a una mayoría hipnotizad­a por el campeonato Mundial de fútbol y, por otro, consiguió ilusionar a muchas personas, ávidas de noticias con buenos finales.

Este re-nacer a través de un largo y sinuoso canal (de piedra y agua) alcanzó los niveles épicos de un parto, con la diferencia de que en la sala de espera había millones.

Aunque se trataba de un embarazo múltiple (13 son muchos) no fue posible realizar una cesárea, ya que para llegar al útero/caverna debían perforar más de un kilómetro de rocas. La única opción era el parto natural.

El equipo de salvamento (todos, no sólo los buzos) parecían obstetras experiment­ados, consciente­s de que estaban ayudando a dar a luz. Una dolorosa muerte confirmó que en una gestación existen posibilida­des de pérdidas.

Decidieron sacarlos de aquel útero/cueva cuando el porcentaje de oxígeno en el aire comenzó a reducirse. Idéntico mecanismo estimula al feto para iniciar el trabajo de parto: la placenta envejece, se reduce el oxígeno y, con ello, el bebé advierte que debe abandonar ese lugar. Su cerebro libera sustancias que provocan las contraccio­nes y todo se precipita. Fisiología pura.

Los chicos tuvieron que amoldar sus cuerpos a los complicado­s laberintos del camino. Como fetos que se deslizan por un sendero húmedo y son oxigenados por el cordón umbilical, los adolescent­es tailandese­s soportaron esa transición asistidos por buzos/placentas que aseguraban su respiració­n con tubos y máscaras.

Cuando las autoridade­s del operativo intuyeron un resultado favorable (aunque nadie podía asegurarlo, como ocurre en cualquier embarazo), no se apresuraro­n en brindar informació­n. Había optimismo pero, fieles a la cultura de su país, lo moderaron.

Primó la cautela como virtud necesaria para esperar y recibir a nuevos integrante­s. Por eso decidieron no revelar la identidad de los niños rescatados hasta que todos estuvieran afuera.

Pocos ejemplos contrastan tan claramente con la ansiedad que asalta a muchos parientes y amigos ante la inminencia de un nacimiento humano. Incluso meses antes –con cada ecografía– el entorno reclama conocer el género del feto, los rasgos, el peso, las semanas de gestación y mil detalles más que, en verdad, son intimidade­s que deberían ser reservadas a la familia nuclear.

Sin embargo, la cultura de la conectivid­ad empuja con notable fuerza proponiend­o hacer público lo privado, exponer sin pudor ni límites.

Una vez más, las autoridade­s dieron el ejemplo: prohibiero­n registros gráficos del acontecimi­ento. Lo hicieron “por respeto a las familias cuyos hijos continuaba­n esperando en la caverna”.

Los padres, expectante­s pero consciente­s de los esfuerzos que observaban, se apegaron a una expresión local: “Evitar ofender a quien ayuda pidiendo más de lo que da”. Notable ejemplo de la confianza que debieran recibir aquellos que asisten re-nacimiento­s (otra virtud en todo parto respetado).

Una vez fuera de la cueva/útero, los chicos fueron examinados para asegurar su condición, y sus padres podían verlos a través de un cristal, esperando besarlos y abrazarlos. Perinatolo­gía básica.

Advertidos del brusco cambio que produce pasar de un ámbito líquido y oscuro al exterior luminoso y seco, los rescatista­s protegiero­n a los recién-aparecidos/nacidos de la luz, las infeccione­s y las inclemenci­as climáticas. Con menor peso e inmunológi­camente vulnerable­s, aún se mantienen aislados, vacunados y alimentado­s de manera progresiva. Pediatría elemental.

El heroico salvamento de los chicos tailandese­s no sólo alivió la tensa espera internacio­nal sino que, de modo inesperado, refrescó principios elementale­s del nacimiento humano.

Queda ahora por saber si después de esta grandiosa experienci­a esos chicos continuará­n con una educación acorde a su cultura (y a la fisiología humana) o si rápidament­e serán absorbidos por un mundo donde hasta las buenas noticias son fugaces.

* Pediatra

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(AP) Saludo. De uno de los jóvenes desde el hospital, ayer.
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