Para evitar daños, China debate sus opciones
serían monumentales.
Con la cara pintada
Por definición, una guerra comercial se desata cuando un país inicia acciones para restringir la entrada de uno o varios productos de importación procedentes de otro país o de un conjunto de naciones, cuya reacción se traduce en medidas similares a manera de represalia.
Las acciones restrictivas incluyen suba de aranceles, cuotas de importación o, en casos extremos, la prohibición lisa y llana de entrada al país de productos de determinado origen.
El alcance de una guerra comercial va desde bienes hasta servicios, pero también le puede tocar al terreno de la propiedad intelectual: es necesario recordar que Trump acusa a los chinos de prácticas comerciales injustas pero también de “robar” propiedad intelectual de empresas norteamericanas. De más está decir que cuando un país afecta a otro con medidas que restringen la importación de determinados productos, es inevitable el “ojo por ojo, diente por diente”, por lo que es esperable la reacción china.
Hay dos grandes aspectos que no se pueden soslayar en medio del actual escenario beligerante que afronta el comercio mundial. El primero es el impacto en el ánimo de los inversores, cuyo termómetro son las bolsas de valores. El segundo, que es el más perceptible por parte de consumidores y usuarios, es el aumento de los productos que se comercializan internacionalmente.
El tembladeral que una guerra comercial desata puede conducir a la interrupción del flujo comercial y de las cadenas de suministros globales, con el consiguiente daño para las empresas que importan insumos y exportan productos. Un potente dato histórico lamentablemente ayuda poco a la atenuación del escepticismo: en los albores de la Gran Depresión, que tuvo efectos devastadores en la economía mundial durante toda la década de 1930, Estados Unidos subió los aranceles sobre la importación de productos agrícolas e industriales y provocó una reacción similar de otros países, situación que no hizo más que agravar la crisis.
Con semejante antecedente, pocos especialistas coinciden con Trump cuando asegura que “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”. Al menos no es eso lo que cree la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, cuya opinión es que “en una guerra comercial nadie gana”. Para la actual responsable del principal organismo financiero internacional, un conflicto de estas características sólo traerá como consecuencia un severo perjuicio al crecimiento económico global.
Según distintos analistas, en la tensión comercial entre Estados Unidos y China se pone fundamentalmente en juego la supremacía tecnológica. No en vano Trump apunta sus cañones básicamente al sector tecnológico e industrial chino.
La estrategia denominada “Made in China 2025”, con la que el gigante asiático busca posicionarse como el mayor exponente en el terreno tecnológico dentro del sistema internacional regulado por la Organización Mundial de Comercio (OMC), es uno de los temas que más irritan a Trump. A la hora de ir hasta las últimas consecuencias, el flanco predilecto de los chinos para golpear a los norteamericanos es sin dudas el sector agrícola: provocar un perjuicio al segmento donde el magnate de la Casa Blanca es más fuerte electoralmente puede ser una represalia ejemplar. BEIJING. El agravamiento de la guerra comercial entre Estados Unidos y China deja a la potencia asiática ante el dilema de cómo responder a Washington a la vez que intenta mantener un crecimiento económico sostenido.
El anuncio esta semana de Washington de que aplicará nuevos aranceles del 10 por ciento a importaciones procedentes de China por 200 mil millones de dólares abre nuevos interrogantes sobre las consecuencias internacionales de este duelo de gigantes.
China anunció que responderá con las medidas que considere necesarias, aunque sin detallarlas, y en su posible arsenal figuran nuevos aranceles, presión a las empresas estadounidenses que operan aquí o una mayor devaluación del yuan.
Pero Beijing también debe cuidar que todo ello no frene su crecimiento económico y los analistas avanzan ya en posibles medidas a nivel fiscal o monetario para evitar una ralentización.
Los aranceles estadounidenses podrían tener un impacto en el crecimiento del producto interior bruto (PIB) chino de alrededor del 0,4 por ciento.
Arancelar más
La opción primera para China sería aplicar aranceles contra las importaciones estadounidenses, como ya hizo a comienzos de este mes con la primera tanda de aranceles de Washington (con medidas recíprocas contra importaciones valoradas en 34 mil millones de dólares).
Pero como China importa mucho menos de Estados Unidos que al revés, si el Gobierno de Beijing opta por esa opción y quiere alcanzar el valor de 200 mil millones tendría que optar por aranceles “asimétricos” (por ejemplo, aranceles del 40 por ciento para importaciones por 50 mil millones), explica el banco HSBC en un análisis de la situación.
Otra posibilidad es que Beijing opte por medidas no arancelarias, como presiones, obstáculos o problemas burocráticos a la actividad de las empresas estadounidenses en territorio chino, además de restringir el flujo de turistas con dirección a Estados Unidos. Beijing confía en la cumbre del lunes con la Unión Europea. En el plano estrictamente político, China está buscando apoyos internacionales, con la Unión Europea en la cumbre bilateral de este lunes en Beijing o en la cumbre del grupo Brics que tendrá lugar a finales de este mes.
Pero también ha comenzado ya una política de sustitución de importaciones: tras imponer aranceles a la soja estadounidense, una exportación clave de EE.UU. a China. Miles de personas salieron a la calle en Barcelona para reclamar la libertad de los líderes soberanistas catalanes presos en relación con la consulta independentista de octubre pasado. Bajo el lema “Ni cárcel, ni exilio, los queremos en casa”, los manifestantes, unos 100 mil según la guardia urbana, exigieron además que los líderes soberanistas que huyeron puedan regresar a España. Italia pidió a los países de la Unión Europea (UE) que acojan a 450 inmigrantes que esperan en dos barcos militares tras ser rescatados en el mar, de los que 100 irán a Francia y a Malta, avanzó el primer ministro italiano Giuseppe Conte. Conte publicó en Facebook la carta que envió a los 27 países de la UE y en la que los instó a compartir la carga migratoria entre los estados miembro. Dos estudiantes muertos y otros 16 heridos dejó un ataque de paramilitares contra una universidad y una parroquia católica en la capital de Nicaragua. El cardenal Leopoldo Brenes, presidente de la Conferencia Episcopal, ofreció una rueda de prensa en la Catedral Metropolitana tras la liberación de más de un centenar de universitarios que habían permanecido 12 horas bajo asedio de grupos armados.