La Voz del Interior

Cómo se distribuye­ron los roles durante el último asalto

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forjaron un vínculo que trascendió los barrotes y continuó cuando ambos regresaron a la libertad.

“El Ciego” eligió a Serravalle como padrino de una de sus hijas y era frecuente, según los testigos, que fuera a visitarlo a su casa de calle Lavalleja, en barrio Cofico.

Incluso, en una cochera ubicada a pocas cuadras de allí, en la que Serravalle guardaba sus vehículos (una Renault Master y una Fiat Toro), varias veces llegó con Hidalgo, al que presentaba como su “socio”.

En tanto, según otro informe del Servicio Penitencia­rio, Serravalle y Murúa Rodríguez (la Justicia recién ahora rectificó su apellido, ya que desde que ocurrió el tiroteo lo tenía al revés) compartier­on el mismo pabellón durante dos períodos de encierro.

En la segunda etapa, sobrevivie­ron al trágico motín de febrero de 2005, donde Serravalle tuvo un doble rol, según se revelaría luego en el juicio: pacificado­r ante las cámaras de televisión y sanguinari­o adentro del penal.

Afuera continuaro­n juntos. Y su pequeña e informal base de operacione­s comenzó a tener sede en diferentes bares del Centro y del parque Sarmiento. Encuentros cara a cara, sin interferen­cias.

Hidalgo, Serravalle, Gramajo y un tal “Renato”, que luego se comprobarí­a que era Murúa Rodríguez, según los testigos, solían juntarse en el Santacalma desde abril de 2017.

Tremarchi recién llegó en enero, semanas antes del golpe comando de Nueva Córdoba.

La elección de ese bar tenía un motivo: Hidalgo salía temprano de su casa para ir a correr al parque Sarmiento. Cuando terminaba, se encontraba allí con sus cómplices.

El rastro de los vehículos

Pero aquí no terminan las vinculacio­nes. Es que la sección Huellas y Rastros de Policía Judicial, que analizó un utilitario Fiat Toro que era propiedad de Serravalle (y que no fue utilizado en el momento del asalto), detectó en la puerta del acompañant­e un rastro que coincide de manera dactiloscó­pica con el dedo anular izquierdo de Tremarchi.

Esto hace inferir que ambos anduvieron juntos en ese vehículo.

En otro informe de la Dirección de Investigac­iones Operativas (DIO), también de la Policía Judicial, se subraya que Tremarchi es propietari­o de un auto Ford Orion que contaba con una autorizaci­ón para circular a nombre de Hidalgo.

Por su parte, entre Gramajo y Murúa Rodríguez también existe una relación más que estrecha, ya que el primero es padrino de un hijo del segundo.

En ese sentido, allegados a Murúa Rodríguez declararon que ellos dos solían estar juntos bastante tiempo. Y que Hidalgo y Serravalle también fueron en algunas ocasiones a la casa de este en Villa El Libertador.

Hidalgo a sus familiares les supo referir que Serravalle, Tremarchi y Murúa eran sus “compañeros de trabajo”, aunque resaltaba que sólo confiaba en el primero, al que describía como su “mano derecha y mejor amigo”.

En un cumpleaños de una hija, “el Ciego” los invitó a los tres con sus familias, que tampoco quedaron del todo afuera en el círculo que terminaron por conformar los varones.

Es que apenas se produjo el trágico tiroteo durante la madrugada del viernes 16 de febrero, dos de las parejas de los involucrad­os se comunicaro­n entre sí para intentar conocer qué había pasado con ellos, según consta en la causa.

En Cabalango, donde Serravalle explotaba un campo en el que decía tener un emprendimi­ento de apicultura (aunque hoy se sospecha que allí escondía otros elementos), hubo otras reuniones entre ellos cuatro, de acuerdo a lo que aseguran los investigad­ores consultado­s.

Los informante­s sostienen que estos vínculos hoy son clave para desentraña­r y explicar que entre los acusados existieron encuentros previos al violento asalto de febrero. Reuniones que tuvieron como objetivo llevar a cabo una minuciosa planificac­ión y logística de lo que sería un golpe que todavía genera demasiado ruido.

De acuerdo a la causa que instruye el fiscal Rubén Caro, el asalto en el dúplex 7 y 8 A del edificio de Rondeau 84 , Nueva Córdoba, se desarrolló entre la noche del jueves 15 de febrero y la primera hora del viernes 16.

Esto surge de los registros de videos, en los que se observa cómo los sospechoso­s fueron ingresando, de a uno, a partir de las 21. Incluso, algunos de ellos entraron y salieron del edificio durante ese lapso, para luego acceder otra vez.

Se destaca que tenían copias de las llaves de ingreso, tanto de la puerta de rejas como del portón principal del complejo.

También tenían llave para abrir la puerta del 8A.

Según el expediente, Ricardo Hidalgo, Ricardo Serravalle, Ariel Gramajo y Ariel Murúa Rodríguez serían los que ingresaron en el domicilio de Guido Romagnoli, mientras que Diego Tremarchi se habría quedado de “campana” en la vereda.

Hidalgo y Serravalle fueron sobreseído­s por fallecimie­nto (ambos fueron abatidos durante la balacera cuando intentaban huir), mientras que Gramajo, Murúa Rodríguez y Tremarchi están con prisión preventiva bajo una dura imputación: homicidio criminis causae (mataron para lograr la impunidad por el robo) agravado también por el uso de arma y por ser la víctima miembro de la fuerza policial.

Esta figura penal supone una eventual condena a prisión perpetua en caso de ser hallados culpables en un juicio.

Pero no son los únicos acusados que tiene el voluminoso expediente. La investigac­ión también llegó hasta dos hermanos jubilados, tíos abuelos de Tremarchi, a los que se les adjudica, en esta fase de sospecha, un rol importante dentro del caso: entregar informació­n sensible para concretar el golpe delictivo.

Se trata de Luisa Teresa Mitre (69), quien trabajaba como empleada doméstica en los departamen­tos de Romagnoli, y Miguel Ángel Mitre (65).

Mientras que el segundo continúa preso en la cárcel de Bouwer, la mujer permanece con detención domiciliar­ia, por razones de salud, desde el 23 de marzo último.

Ambos están imputados por el delito de partícipe necesario de robo calificado.

Según se desprende de la causa, Teresa le habría aportado a su hermano “valiosa informació­n sobre la forma de ingreso, medidas de seguridad, objetos, bienes y valores existentes en el inmueble”.

Pero esto no es todo. También se le adjudica a ella haber “facilitado el juego de llaves original con el que contaba, las que le fueron dadas con anteriorid­ad por Romagnoli y que abrían las puertas del edificio y del dúplex”, según se sospecha.

Con estos datos y esos elementos, Miguel Ángel se habría puesto en contacto con Tremarchi, quien sería el que luego llevó todo a la banda que finalmente ingresó en el departamen­to.

SEGÚN LA CAUSA, CUANDO HUÍA, GRAMAJO LLAMÓ DOS VECES A TREMARCHI, A CARGO DEL AUTO. PERO YA ESTABA DETENIDO.

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Robado. La banda había llegado en un Toyota Corolla con pedido de secuestro y en una Renault Master.

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