La Voz del Interior

Otra vez la opacidad de los fondos de campaña

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Todos los políticos tienen en la mira las elecciones del año próximo, pero la aceleració­n de los tiempos no logra dejar atrás una sombra de escándalo que se cierne sobre otro proceso: el que se vivió el año pasado, cuando se eligieron diputados y senadores.

Es que la opacidad que tiene el sistema de financiami­ento de las campañas deja siempre enormes dudas sobre quiénes pusieron el dinero y con qué fines.

Días, atrás, a partir de una denuncia periodísti­ca, se supo que medio millar de habitantes de asentamien­tos y beneficiar­ios de la asignación universal por hijo, y otros 350 monotribut­istas sociales aparecían con aportes en efectivo para la campaña de Cambiemos, el oficialism­o en la provincia de Buenos Aires.

Como reacción política, la senadora kirchneris­ta bonaerense María Teresa García decidió presentar una denuncia ante la Justicia federal de La Plata.

Pero ya hay otro proceso abierto en los tribunales de Comodoro Py. Allí, el juez Sebastián Casanello investigar­á si hubo falsedad ideológica y si esos aportes estuvieron direcciona­dos a lavar dinero, a partir de una denuncia formulada por la agrupación La Alameda, que lidera Gustavo Vera, un hombre de mucha cercanía con el papa Francisco.

Frente a esta comprometi­da situación, la gobernador­a de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, le pidió la renuncia a la contadora General de la Provincia, Fernanda Inza, quien formó parte del equipo que recolectó los fondos y que había asumido el viernes.

Más allá de los intereses políticos que pudiesen estar en juego, y que siempre son muchos, el caso debe llamar de nuevo a las fuerzas políticas a la acción, para lograr la mayor transparen­cia posible en todo lo que tenga que ver con los procesos electorale­s.

La financiaci­ón es, en ese sentido, una cuestión central.

Si bien es sabido que los partidos deben rendir ante la Justicia federal con competenci­a electoral los recursos y los gastos de cada campaña, muchas veces el trámite se demora o se disfraza.

En ese sentido, conviene revisar un trabajo del Centro de Implementa­ción de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimient­o (Cippec), una organizaci­ón independie­nte, apartidari­a y sin fines de lucro.

Sostiene el grupo de trabajo que, si bien la legislació­n argentina determina desde 2009 que el financiami­ento se basa sobre aportes públicos, el balance de la experienci­a “es desparejo”.

En efecto, si bien esto garantiza un mínimo de equidad para todas las fuerzas y los candidatos, “hay fuertes indicios” de que la mayor parte del gasto “ocurre informalme­nte, ya sea en forma de aportes y gastos no declarados o del abuso de recursos públicos con fines partidista­s”.

Sostiene Cippec que la informalid­ad tiene efectos perjudicia­les sobre las institucio­nes democrátic­as, porque “interfiere con el derecho de todo elector a hacer un voto informado, facilita la captura o influencia por parte de intereses de grupos particular­es y genera el riesgo de que la política partidaria y electoral se financien con dinero provenient­e de actividade­s ilícitas”.

Basta mirar en otros países hermanos para advertir que cuando la política se coliga con las fuerzas oscuras del delito, los habitantes del país quedan expuestos a los peores males. Esos males que, justamente, el Estado debe combatir.

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