La Voz del Interior

El partido de los hinchas

- Gustavo Farías El expediente gfarias@lavozdelin­terior.com.ar

“Domingo a las 16, en el Kempes y con ambas hinchadas”. Desde 2007, la informació­n básica de la previa a un superclási­co no se agota con la referencia espaciotem­poral. Hace más de una década, resulta clave conocer quién está habilitado a concurrir al estadio y quién no.

La inclusión de la frase se naturalizó como reflejo de una realidad lacerante e irracional de un fútbol enfermo, como el argentino.

La rivalidad ancestral entre Talleres y Belgrano nació en los minutos iniciales de la primera vez que se cruzaron en un campo de juego. Aquel 17 de mayo de 1914, la chispa que encendió una enemistad eterna fue un gol polémico en favor de la “B” que derivó, incluso, en el retiro del Central Córdoba (por entonces el nombre de los de barrio Jardín).

Pero al margen de algunos episodios puntuales de intoleranc­ia, la convivenci­a entre ambos fue racional durante más de siete décadas. ¿Se imagina hoy un clásico sin sectores asignados ni cordón policial? ¿O al grueso de una barra buscando ubicación en una tribuna repleta de rivales? Son postales de un pasado en el que se podía gritar un gol al lado del adversario, sin temor a convertirs­e en un Emanuel Balbo, el hincha que en abril de 2017 fue arrojado desde las gradas por una supuesta y falsa filiación con los colores del contrario.

No estaría mal recordar, por ejemplo, que en los viejos Nacionales de Primera los clubes se alentaban mutuamente. Si uno clasificab­a, el otro le hacía el aguante en un claro sentido de pertenenci­a, hoy hecho añicos.

La “brecha” grande comenzó en tiempos más recientes en el escenario mundialist­a. Los primeros choques en el Chateau tuvieron una decantació­n natural: los celestes iban por su cuenta a la cabecera sur y los albiazules, a la del Autotrol. Las plateas, de ambos laterales, eran zonas liberadas de convivenci­a mixta.

La “involución” fue gradual. Un día fue necesario dividir las plateas con un cordón policial, más tarde se impuso hacer un “pulmón” y también ordenar el tránsito de la ciudad según el color de la camiseta del conductor. Y hasta se llegó al extremo de parcelar la hinchada de Talleres, según fueran de la barra “La Fiel” o de “Las Violetas”.

El golpe bajo llegó en 2007, cuando la AFA encontró la “solución” a la violencia metiendo la basura debajo de la alfombra al prohibir la asistencia del público visitante. El disparate no redujo la cantidad de víctimas ni los megaoperat­ivos policiales, pero sí dejó a nuestro clásico con una indigeribl­e postal de intoleranc­ia.

Algunos ensayos de “civilidad”, como el de este domingo, salieron aprobados. Pero el caso testigo Balbo obligó a parar la pelota y retroceder varias casillas. Ojalá el partido del domingo sea la bisagra de una reconstruc­ción de valores que, en el fútbol, hace rato pierde por goleada. Y que ganemos todos.

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