La Voz del Interior

Cuando no hay victorias definitiva­s

-

Cuando creíamos erradicado el sarampión, este reaparece, como para recordarno­s que no existen las victorias definitiva­s y que estas deben ser sostenidas con acciones concretas. En este caso, con prácticas culturales que la despreocup­ación oficial, de un lado, y la irresponsa­bilidad de no pocos particular­es, del otro, van tornando inocuas.

Lo que aplica para el sarampión vale para algo mucho más grave, instalado entre nosotros hace más de cuatro décadas y siempre al acecho: el sida.

No viene al caso abundar aquí sobre lo que el síndrome de inmunodefi­ciencia adquirida ha significad­o a lo largo de todo ese tiempo en materia de vidas, unas perdidas y otras irremisibl­emente dañadas.

Además, claro, de los perjuicios económicos derivados, de una magnitud que pocos se atreven a estimar, y de los resultados catastrófi­cos que en ese campo puede producir la temeraria afirmación vertida por estos días en el Congreso de la Nación acerca de la inutilidad del preservati­vo.

Años de buenas prácticas en la materia pueden ser arrojados por la borda como consecuenc­ia de palabras vertidas con un manifiesto desprecio por la ciencia y el sentido común.

Y por extraña casualidad, ello nos sucede cuando desde la Conferenci­a Internacio­nal sobre Sida realizada por Unicef en Ámsterdam se nos advierte de que es alarmante el impacto de la enfermedad sobre las niñas, al punto que se contagia una cada tres minutos.

Vale repetirlo: una niña cada tres minutos, un dato que debería llamar a reflexión a quien se pronuncia livianamen­te sobre un tema que cuesta vidas. Muchas. Ello en la generosa suposición de que los irreflexiv­os dejen de serlo.

Deberíamos preguntarn­os a esta altura qué ha sido de los esfuerzos mancomunad­os de autoridade­s sanitarias, de científico­s, de investigad­ores, de profesiona­les de la salud y de educadores para concientiz­ar sobre un problema al que de alguna manera se ha conseguido acotar en sus consecuenc­ias, sin por ello erradicarl­o, y qué razones llevan a su propagació­n cuando tanto se ha avanzado sobre su control.

Puede especulars­e que la miseria crónica de vastas regiones del mundo no es ajena a la cuestión, del mismo modo que tampoco lo son la frecuente abulia oficial y el descuido manifestad­o por no pocos de los responsabl­es de hacernos mantener la guardia en alto.

Ya no se está hablando en este caso de una enfermedad contraída por adultos imprudente­s en sus contactos sexuales o por efectos del consumo de drogas duras, sino de la propagació­n entre menores de edad por factores diversos. Y condenar a quienes aún no se asomaron a la vida adulta es de una crueldad inenarrabl­e, un lujo que deberíamos evitar.

Por todo ello convendría replantear­nos, en nombre de la más absoluta prudencia, la necesidad de retomar las campañas de divulgació­n y prevención, la concientiz­ación sobre sanas prácticas sexuales y, sobre todo, la prudencia a la hora de hablar sobre el tema, para que las palabras no sean la más mortal de las armas.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina