La Voz del Interior

Hay muy pocas alternativ­as para lograrlare­sidenciale­galenEE.UU.

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de Estado) a la sombra de Fidel Castro, por entonces primer ministro (jefe del Gobierno).

En el nuevo esquema, la Asamblea Nacional conservará su condición de “órgano supremo del Estado, que representa la voluntad de todo el pueblo”. Otro dato novedoso es que el presidente, vice y secretario del órgano legislativ­o estarán también al frente del Consejo de Estado, con el fundamento de darle continuida­d a la labor de la Asamblea.

El órgano legislativ­o elegirá al presidente y al vicepresid­ente de la República entre sus diputados, como ocurre en la actualidad. Para garantizar la circulació­n de las elites que orbitan el poder, los candidatos a esos máximos cargos deberán tener una edad máxima de 60 años y podrán ejercer hasta dos mandatos consecutiv­os de cinco años cada uno.

En regímenes comunistas como los de China y Vietnam, cuyas constituci­ones fueron tomadas como modelo para el proyecto cubano, la estructura de poder responde más a una lógica de distribuci­ón de funciones que a la idea de división de poderes.

El cargo de primer ministro en esos países, por ejemplo, está mayormente abocado a los asuntos económicos y se encuentra subordinad­o al presidente y al secretario general del Partido Comunista.

En el caso de Cuba, la figura del primer ministro sería otra cuña para fragmentar la autoridad con una ingeniería administra­tiva orientada a establecer balances de poder.

La prensa oficial de la isla no dejó trascender hasta aquí mayores detalles sobre este aspecto, ni sobre la forma en la que será designado el jefe del Gobierno, pero quizás se busque reeditar una experienci­a similar a la de los primeros años del régimen, aunque sin un peso pesado como Fidel y con Raúl haciendo gala de otro estilo.

En principio, Días-Canel estará rodeado en la estructura de mando por distintos miembros y allegados directos de la familia Castro y con la poderosa tutela de un octogenari­o líder instalado en la cúspide del PCC. Las primeras señales del flamante presidente lo muestran como un hombre leal a los lineamient­os raulistas, por lo que el antiguo dirigente revolucion­ario parece haber ideado con vistas a la nueva etapa política una estrategia y un andamiaje suficiente­mente sólidos para cuidar su legado, pero también su espalda.

Bodas gays

Además de dedicarse a la política para no extinguir la tradición familiar, Mariela Castro también es sexóloga. La hija de Raúl, de 55 años, es diputada pero también directora del Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba (Cenesex) y acérrima activista por los derechos de lesbianas, gays, bisexuales y transexual­es.

La diputada Castro es una mujer verdaderam­ente revolucion­aria, si se tiene en cuenta que en el régimen liderado por su tío y su padre la homosexual­idad fue mala palabra hasta no hace muchos años atrás.

Desde 1959 la comunidad gay cubana padeció crudamente la intoleranc­ia de los que habían llegado para conmover los cimientos del orden vigente.

En un discurso pronunciad­o en 1963, Fidel bramó contra la homosexual­idad: “Nuestra sociedad no puede dar cabida a esa degeneraci­ón”. Para reafirmar semejante idea, en 1971 el Congreso Nacional de Cultura y Educación declaró a la homosexual­idad como “una desviación incompatib­le con la revolución”.

A tono con esa creencia, la Constituci­ón aprobada en 1976, que aún rige, sólo reconoce el matrimonio entre un hombre y una mujer, mientras el artículo 62 del nuevo texto constituci­onal define al matrimonio como “unión voluntaria­mente concertada entre dos personas con aptitud legal para ello”.

A contramano del extinto líder del régimen cubano, su sobrina ahora se encuentra entre las principale­s defensoras de ese giro trascenden­tal en la isla. Nadie lo hubiera imaginado medio siglo atrás, cuando el objetivo era forjar un “hombre nuevo”. LOS ÁNGELES. María Santamaría se aseguró de seguir todas las reglas de inmigració­n de Estados Unidos.

Obtuvo la residencia permanente por medio de su esposo, vino al país con visa de inmigrante y se hizo ciudadana estadounid­ense. Cuando su hermana llegó con visa de visitante escapando de la violencia y de la guerra civil en El Salvador, la ayudó a obtener la residencia para poder quedarse. Ese proceso tomó 16 años.

“Si no hubiésemos sido de clase media, no habría podido venir nunca legalmente”, dijo Santamaría. “Nunca le darían visa a un pobre”.

En un momento en el que el presidente Donald Trump y muchos conservado­res están llamando reiteradam­ente a que las personas vengan al país legalmente, la mayoría de los inmigrante­s tienen pocas opciones en el complejo sistema de inmigració­n estadounid­ense.

Las visas son difíciles de obtener, especialme­nte para inmigrante­s que batallan con la pobreza y el desempleo en Centroamér­ica. La otra opción para la inmigració­n legal –que un familiar ciudadano estadounid­ense o residente permanente los patrocine– puede demorar más de una década.

Trump volvió a promover la ruta de inmigració­n legal en semanas recientes, en medio de la indignació­n por la política de su gobierno de separar a niños inmigrante­s de sus padres en la frontera con México, diciendo que esos inmigrante­s deben ser devueltos a sus países y que entonces pueden tratar de regresar con documentac­ión legal.

“Tengo una solución: díganle a la gente que no venga a nuestro país ilegalment­e”, dijo Trump. “No vengan a nuestro país ilegalment­e. Háganlo como otra gente. Vengan legalmente”.

Conseguir una visa de visitante –conocida como B-2– requiere demostrar una cierta cantidad de ingresos que la mayoría de las personas en países como El Salvador, Guatemala y Honduras no tiene. Eso es porque la solicitud de visa requiere exhibir ingresos, propiedade­s y otros bienes para demostrar que van a regresar a sus países. Otras visas exigen conocimien­tos especializ­ados, un patrocinad­or empresaria­l o un familiar estadounid­ense, en un proceso que puede tomar años debido al complejo sistema de cuotas.

Los inmigrante­s que escapan de la violencia y del hostigamie­nto pueden solicitar asilo en sitios designados a lo largo de la frontera. Pero sin argumentos sólidos demostrabl­es pueden ser enviados rápidament­e de regreso a sus países y muchos cruzan ilegalment­e con esperanzas de poder quedarse, algo que expertos admiten pudiera ser su única forma de venir al país.

“La principal forma –si no tienen un familiar que les patrocinó hace años en una categoría basada en familia– es solicitar una visa B2 de no inmigrante y casi segurament­e se les negará”, dijo Daniel Sharp, director legal del Central American Resource Center en Los Ángeles.

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