La Voz del Interior

Vecinos de Cofico, en alerta por vías en riesgo de caer

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Las firmas y los garabatos con líquido corrector sobre las vías del tren son testimonio de lo que relatan los vecinos de barrio Cofico, quienes afirman que en cualquier momento va a ocurrir una tragedia y, recién ahí, se va a hacer algo al respecto.

Caminantes las transitan y grupos de jóvenes se reúnen mañanas y tardes en los rieles, que cuelgan sobre dos grandes pozos de más de cinco metros de profundida­d, a tomar mates, compartir charlas y escaparse del aburrimien­to.

La imagen de los adolescent­es con sus piernas colgando y sus pies moviéndose por debajo de los durmientes sobre un carril flotante puede resultar atractiva y pintoresca; sin embargo, es el reflejo del abandono y de un riesgo evitable.

El gran montículo de tierra que se encuentra en paralelo al bulevar Los Andes, entre Lavalleja y Jujuy, cada vez tiene menos superficie.

Cada lluvia traslada litros y litros de agua que descienden por el pasaje Juan Jiménez y arrastra barro que no sólo genera montañas de lodo que se arman sobre Los Andes, haciendo inseguro y problemáti­co el trafico justo en una cuadra de doble mano, sino que también agranda el tamaño de los huecos que ponen en jaque a las vías, ya no transitada­s por trenes.

De hecho, los vecinos recuerdan que la última vez que una locomotora atravesó ese tramo fue en 1999, cuando el Tren de la Victoria y la Esperanza transportó por aproximada­mente 1.600 kilómetros –y en una semana– a Eduardo Duhalde y a Ramón Ortega, en una aventura ferrocarri­l y política que en las urnas no terminó como esperaban.

“Ya hace varios años que corre el agua por ahí, pero lo que en un principio empezó como un hilo, ahora cada vez que llueve es un río. Ha venido gente de Defensa Civil en alguna oportunida­d, pero lo único que hicieron fue cortar ese árbol que se había caído porque el pozo que se armó se lo terminó comiendo”, dijo, señalando una gran raíz arrancada del suelo, Carlos Paz Perina, vecino del lugar.

“La gente pasa caminando por las vías que cuelgan, los chicos se juntan a toda hora y se sientan sobre los durmientes, y si se caen tienen como siete metros para abajo. Hasta que no pase una tragedia, esto no se arregla”, agregó.

Con 75 años con el frente de su casa sobre Santiago Liniers, pero el patio a metros de las vías, Carlos hace memoria, pero no logra recordar cuándo fue que se inició el problema, aunque sospecha que no tendrá solución de no ocurrir un incidente que podría evitarse.

Incluso, las casas empiezan a verse amenazadas por los hundimient­os, con sus fondos rodeados por el avance de los pozos.

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(PEDRO CASTILLO) Al aire. Así están las vías en un tramo de barrio Cofico. La gente transita por allí. Los vecinos temen que ocurra una desgracia.

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