La Voz del Interior

Respeto al que piensa distinto

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La intoleranc­ia respecto del que piensa o actúa distinto forma parte de la escenograf­ía cotidiana en la Argentina. Por esa razón, grandes o pequeños gestos intolerant­es muchas veces pasan inadvertid­os.

Esta anomia conduce a que la falta de respeto termine en violencia hacia otras personas o los bienes culturales del país.

Al cumplirse un año de la muerte de Santiago Maldonado, se produjeron sucesos contrapues­tos. Los que consideran que el Estado nacional y la Justicia fueron cómplices en su muerte pintaron leyendas en los principale­s sitios de la Ciudad de Buenos Aires, incluido el Cabildo Histórico, y provocaron incidentes.

Como reacción, encapuchad­os atacaron con piedras el cine donde se proyectaba una película sobre la muerte del artesano, guionada y producida por kirchneris­tas.

Las manifestac­iones extremas son visibles también entre quienes defienden o rechazan el aborto legal, proyecto de ley identifica­do técnicamen­te como interrupci­ón voluntaria del embarazo (IVE).

Los que alientan la iniciativa realizaron una obra teatral en Rosario, en la que actuaron desnudos y se burlaron de las imágenes del papa Francisco y de la Virgen María. Las iglesias de Córdoba registran sobre el tema periódicas pintadas.

Los que rechazan el proyecto sancionado por la Cámara de Diputados, y que debe votar ahora el Senado, incurriero­n también en groserías, ataques y faltas de respeto a las posiciones de quienes defienden la iniciativa. La calle se convertirá en los próximos días en el escenario donde estos grupos antagónico­s pretenden dirimir sus posiciones. Las redes sociales son también testigos de esos enfrentami­entos.

Las peleas en los campeonato­s locales de fútbol, o bien entre integrante­s de una misma hinchada, como sucedió días atrás en el estadio Kempes, demuestran que la intoleranc­ia alcanzó un grado de violencia casi irreversib­le.

Los argentinos no aprendimos las lecciones sobre la intoleranc­ia y las violacione­s a los derechos humanos de la década de 1970, que concluyero­n en el espantoso terrorismo de Estado.

La falta de respeto al otro conduce de modo inexorable a una espiral de violencia que los argentinos no quieren repetir.

Las autoridade­s y los representa­ntes de las organizaci­ones sociales deben trabajar para educar en el disenso y en la tolerancia, más allá de la posición que resulte triunfante en un momento determinad­o.

Esta actitud adquiere especial importanci­a en días en que el Congreso de la Nación debe resolver la suerte de la controvert­ida norma sobre el aborto legal, la participac­ión de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad interior y la discusión de las futuras leyes económicas.

Un país más tolerante será un país mejor.

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