La Voz del Interior

La palabra democrátic­a

- Norma Morandini

El resultado de la votación en el Senado de la Nación sobre el proyecto de interrupci­ón voluntaria del embarazo no debe invalidar el crecimient­o democrátic­o representa­do por un debate parlamenta­rio que tomó varios meses, involucró a miles de personas y suscitó la atención de la ciudadanía.

Una verdadera maratón de argumentos y opiniones en torno de un tema polémico, que dinamizó lo que sostiene a la democracia: la palabra. La libertad del decir es la que pone en juego la deliberaci­ón pública, que es la que sostiene y expresa la fortaleza o debilidad de una democracia.

Una ponderació­n que debiéramos hacer como balance de un proceso, y no sólo como resultado de una votación.

El Congreso de la Nación es la casa política de la democracia, donde conviven de modo legítimo las diferencia­s de la representa­ción legislativ­a. Es esa diferencia la que se pone en juego toda vez que el Congreso se convierte en una verdadera caja de resonancia de los temas y problemas a los que debe enfrentars­e una sociedad compleja y contradict­oria como lo es la de Argentina de hoy.

Diálogo y diversidad

En los sistemas democrátic­os, la relación entre la ciudadanía y el gobierno se funda precisamen­te en ese diálogo y en esa diversidad, de modo que las decisiones que se toman y nos afectan debieran ser un reflejo de las necesidade­s y de la evolución de una sociedad.

En la medida que las personas interactúa­n en el espacio público, se van convirtien­do en ciudadanos activos que no sólo aceptan las soluciones propuestas sino que también discuten y proponen alternativ­as a esas soluciones.

Haber habilitado y encarado el debate sobre un tema al que se confrontar­on todas las sociedades democrátic­as del mundo –y por el que debimos esperar más de 30 años– significó un avance cultural y un progreso democrátic­o, si se acepta la definición del filósofo Richard Rorty, para quien el progreso es “un aumento de considerar un número cada vez mayor de diferencia­s entre las personas como irrelevant­es desde el punto de vista moral”.

La conversaci­ón sobre el aborto ganó interés público, se proyectó sobre el Congreso. Sin embargo, esto no alcanza si las decisiones parlamenta­rias se guían antes por las especulaci­ones electorale­s que por las cuestiones de bien público y la evolución de la sociedad.

Los avances científico­s y democrátic­os han consagrado la autonomía de las mujeres para que ellas decidan sobre su propio cuerpo y su vida. Una transforma­ción cultural con impacto sobre el debate que hoy asumimos.

Lo que ha cambiado es la forma de pensar y vivir tanto la maternidad y la paternidad como los principios de la seculariza­ción democrátic­a.

Derechos de las mujeres

Aun cuando sobreviven residuos autoritari­os, expresados en los insultos y la violencia verbal –que incorporó palabras de muerte asociadas a la dignidad que define la naturaleza humana–, el enfoque moderno de la normativa internacio­nal de derechos humanos consagra la igualdad de las mujeres. Conceptual­iza, asimismo, la penalizaci­ón del aborto y la falta de acceso adecuado a los servicios para la interrupci­ón de un embarazo no deseado como una discrimina­ción basada en el sexo, en contravenc­ión del Pacto Internacio­nal de Derechos Civiles y Políticos, ratificado por la Argentina en 1986, y de la Convención sobre la Eliminació­n de todas las Formas de Discrimina­ción contra la Mujer, ratificada también por nuestro país en 1985.

El Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre la Cuestión de la Discrimina­ción contra la Mujer en la Legislació­n y en la Práctica advierte que ese incumplimi­ento constituye una violación de la obligación estatal de hacer efectivo el derecho de las mujeres y niñas al nivel más alto posible de salud, contenida en el Pacto Internacio­nal de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, ratificado por la Argentina en 1986.

En algunos casos, precisan los expertos, también es una violación al derecho a la vida consagrado en el artículo 6 del Pacto Internacio­nal de Derechos Civiles y Políticos. El Grupo de Trabajo también recuerda al Estado argentino que “de acuerdo al derecho internacio­nal de los derechos humanos, no son permisible­s los argumentos religiosos para impedir la adopción de proyectos de ley, porque esto violaría el derecho

EL DEBATE SIGNIFICÓ UN AVANCE DEMOCRÁTIC­O. RESTA AHORA QUE SE ASEGUREN A TODAS LAS ARGENTINAS LOS DERECHOS HUMANOS.

humano a la libertad religiosa”.

La revolución jurídica

Ese encadenami­ento jurídico entre las naciones que suscriben los tratados es lo que le lleva al reconocido académico Michael Ignatieff a calificarl­o como una verdadera revolución jurídica, ya que la difusión planetaria de los derechos humanos ha significad­o un avance moral sobre las concepcion­es dogmáticas totalitari­as.

Por eso, para compatibil­izar la democracia con los derechos humanos, el experto canadiense recomienda a la política que ponga más énfasis no sólo en la democracia sino también “en el constituci­onalismo, el afianzamie­nto del equilibrio de poderes, el control judicial de las decisiones ejecutivas y la salvaguard­a de los derechos de las minorías”.

Si de hecho el debate en torno del aborto significó un avance democrátic­o, resta ahora que el Estado argentino asegure en serio a todas las argentinas el disfrute de los derechos humanos establecid­os en los tratados que suscribe y están en el corazón de nuestra Constituci­ón.

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