La Voz del Interior

Donde el debate no es debate

- Pablo Leites Nativo digital pleites@lavozdelin­terior.com.ar

“Respeto las dos opiniones, pero...”. Un adagio no tan viejo asegura que todo lo que decimos antes de la conjunción “pero” no vale o representa lo opuesto a lo que expresa.

No hubo tal cosa como un “debate” sobre el aborto en redes sociales (tampoco) en la previa de la sesión de hoy en el Senado. Y no por falta de buenas intencione­s.

En contra de cualquier presunción antitecno, lo que sucede tiene que ver más con un rasgo humano que con una forma de funcionami­ento de esas plataforma­s.

Como las máquinas, redes como la que hoy dirige Mark Zuckerberg están diseñadas sobre un supuesto de buena fe, una base mucho más fácil de simular desde una cuenta de Facebook que en persona.

A años luz de comprobars­e, el modo en que los contenidos son organizado­s de acuerdo con el sesgo de confirmaci­ón o las propias opiniones de cada usuario exacerban los comportami­entos extremos: basta entrar al posteo de cualquier nota de este medio sobre el aborto para navegar entre un cúmulo de insultos y demás diatribas que no fueron precisamen­te escritas con la idea de un diálogo.

Eso sin contar que a Facebook, allá lejos y en Menlo Park, no le resulta relevante y no tiene los recursos para verificar el discurso que en su propia plataforma generan las fake news sobre el tema, como si fueran ciertas. Cuestiones que, replicadas en cientos de miles de posteos, alcanzan el estatus de verdad con un poder que ningún medio (de comunicaci­ón o no) tuvo hasta el momento.

Que en la previa de la consulta popular sobre el aborto que tuvo lugar en mayo en Irlanda –país que hoy sí tiene aborto legal– los votantes fuesen bombardead­os con anuncios de Facebook donde la Catholic Good Counsel Network presentaba como hecho probado que “las mujeres son maltratada­s por los proxenetas del aborto que les mienten y les niegan los hechos” (sic), es prueba de que fuera de las fronteras de Estados Unidos, las noticias falsas no son tan importante­s como adentro.

“El aborto está relacionad­o con el cáncer de mama desde 1958”, fue otra de las “afirmacion­es” categórica­s que se difundiero­n y que, en vista de que ganó la legalizaci­ón, no surtieron el efecto esperado ni siquiera en uno de los países más católicos del mundo.

En Argentina, el caso fue distinto: no había que convencer a votantes de estar a favor o en contra de la legalizaci­ón, sino “crear un clima”. Incluso cuando a esta hora todavía falta saber el resultado del histórico debate que tendrá como protagonis­tas a los senadores, es notable que la creativida­d al servicio de tanta y tan increíble teoría conspirano­ica haya logrado ese objetivo.

Muchas de las encuestas que mensuraron la opinión pública luego de la media sanción y lo volvieron a hacer por estos días aseguran que hubo cambios. Y citan –otra vez– la discusión en las redes como una de las posibles causas.

Es un hecho comprobabl­e que las redes son cada vez más propensas a la desinforma­ción, a la violencia verbal y al acoso a los que piensan distinto (entre otras víctimas). Pero independie­ntemente de si esas plataforma­s pueden o no hacer algo para corregir esa vulnerabil­idad, el aborto volvió a demostrar que no hay tecnología que no se nos parezca.

Al parecer, si tenemos la oportunida­d, no discutimos de buena fe. Eso es lo que sí se vio en las redes.

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(AP) En red. Afirmacion­es categórica­s y desencuent­ro, una constante.
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