La Voz del Interior

Por una seguridad en serio

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La capacitaci­ón de los aspirantes a integrar la Policía de Córdoba siempre es motivo de controvers­ias y debates, muchas veces con eje en la premura de poner en servicio a jóvenes novatos a los que se les entrega un arma de fuego reglamenta­ria, con todo lo que ello significa.

Puede ser irreprocha­ble la calidad de los cursos de formación que dictan avezados instructor­es de la fuerza.

Pero la realidad nos muestra que se reiteran los episodios trágicos que involucran a jóvenes que se reciben de policías sin tener la preparació­n óptima para ejercer un cargo de alta responsabi­lidad como servidores públicos.

La cronología de estos sucesos es muy extensa y encierra dramas domésticos derivados de la inconducta de agentes que hicieron uso desaprensi­vo y temerario de las herramient­as provistas para proteger a la ciudadanía.

Como informamos en nuestra edición del lunes, ya fue elevado a juicio el caso del agente que, durante una reunión en un domicilio particular de la ciudad de Córdoba, dejó por imprudenci­a su arma reglamenta­ria en manos de un amigo, quien en un presunto descuido la detonó y terminó ultimando de un tiro en la cabeza a la novia del policía.

El hecho ocurrió en 2017 y el agente y su amigo serán juzgados ahora por homicidio culposo agravado.

Sería materia de profunda reflexión para las autoridade­s encargadas de formar a futuros policías si se llegara a probar en el debate que aquella noche de juerga y muerte había bebidas alcohólica­s y drogas de por medio.

Vale añadir, a esta saga luctuosa, la condena a 12 años de cárcel que recibió otro suboficial de la fuerza, acusado de matar de un balazo a un motociclis­ta en el marco de un control callejero en Villa Carlos Paz, en febrero de 2017, en otro caso flagrante de gatillo fácil.

A estos comportami­entos condenable­s de servidores a los que el Estado les encomendó la protección de una ciudadanía perturbada por la creciente ola delictiva hay que agregar la participac­ión de efectivos deshonesto­s en diversos delitos de bajo fondo.

Desde la jefatura de la fuerza, insisten en ponderar que la capacitaci­ón y la formación de los aspirantes es intensa. Y llegan a aseverar que “no se le da un arma a cualquiera”.

Una defensa corporativ­a discutible, a la luz de la cantidad de uniformado­s que ya fueron sancionado­s y exonerados por sus implicanci­as en situacione­s delictivas, dentro y fuera de la institució­n.

Sólo una selección rigurosa contribuir­á en parte a erradicar a los individuos que manchan el uniforme policial con sus conductas inapropiad­as.

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