La Voz del Interior

“Creo en la humanidad”

La cantante canaria vuelve a Córdoba para presentar “En la memoria de la piel”, un disco en el que conjuga pasión con razón. Aquí, entre otras cosas, se muestra optimista de cara al futuro y sienta posición sobre el aborto .

- Germán Arrascaeta garrascaet­a@lavozdelin­terior.com.ar

Un título como En la memoria de la piel, elegido por Rosana para su último disco, sugiere algo relacionad­o a cuidados intensivos para el cutis, a los estímulos sensoriale­s que produce el roce de unos con otros en el marco de un ritual seductor o a las marcas de relaciones pasadas que se acumulan en nuestros tejidos. ¿Se acuerdan de cuando Cerati cantaba “Sé por tus marcas/ Cuánto has amado”? Bueno, por ahí resuena este título, polivalent­e a todas luces.

Pero en el caso de la artista canaria, con el respaldo de un arsenal de canciones que plasman emociones de máxima pureza, resulta evidente que la expresión alude a la segunda opción.

“Hay muchas formas de verlo, pero tiene que ver con la libertad que tiene la piel para conmociona­rse, para que se te pongan los pelitos de punta. Los que quedamos envueltos en ese hechizo, solemos jalarnos, perdernos. Bueno, mi título refiere a esa memoria movida por las emociones, pero que lue- go se activa por la cabeza. Del proceso cerebral de las emociones, de eso hablo”, dice Rosana al atender el llamado de VOS y como para poner paños fríos a la idea de “perder la cabeza”.

Y más allá de la piel, ¿tendrá memoria, Rosana? Será como la mayoría de los músicos, que recuerdan al detalle cómo grabaron tal disco, cómo compusiero­n tal o cual tema, con qué socios contaron. “Para esas cuestiones sí, pero tengo pésima memoria para otras tantas. Es fácil ser olvidadiza cuando procesas a la vida sólo con las emociones. Es la cabeza la que te lleva a fijar lo que te interesa”, insiste la cantante que llegó al tracklist luego de hacer concursar 50 canciones entre familiares y amigos. “Así fue”, confirma.

“De hecho, así fue en cada disco. Hago una especie de votación en la que distintas personas, en distintos días, son puestas a escuchar las canciones. Por trocitos, no enteras. Se las voy cantando y ellos van votando de cero a cinco”, añade en relación a esa situación extraña para una cantante popular bajo contrato con multinacio­nal.

“En la industria siempre han respetado mi singularid­ad, y eso es una de las cosas más bonitas de mi carrera –precisa–. Poder elegir, poder hacer un repertorio a mi manera sin puertas ni límites. Por otro lado, las propias canciones han marcado sus tiempos, lo que demostró que, muchas veces, la libertad no se equivoca”.

“Esto de testear el material es para alguien que vive lo suficiente­mente libre como yo. Y nada mejor que la familia y los amigos para observar el primer impulso que les llega luego de una canción que no conocen. Están diciendo realmente lo que les mueve y lo que no”, completa.

Desde hace más de 20 años, la obra de Rosana muestra honestidad y ausencia de artificio, aspectos que ha radicaliza­do en este disco grabado enterament­e en tu casa. “Mi casa fue el lugar donde encontré la sonoridad que estaba buscando –asegura–. Estaba buscando algo y no lo encontraba en ningún estudio del mundo. De los que yo conozco, al menos. No está en España, no está en Londres, no está en Nueva York... Y de repente, me gustó cómo sonó una palmada en el living de casa. Pensé ‘Si se mantiene este sonido luego de ser pasado por condensado­res, por microfonía, sería el más aproximado al que pretendo’. Así que llamé al técnico, vaciamos la casa y le agregamos durante cinco meses todo tipo de instrument­al propio de estudio de grabación”.

–¿Te gusta trabajar en tu casa, que se diluya el límite entre vida doméstica y vida profesiona­l?

–Tal como lo hice yo, sí. A lo mejor, si hubiera hecho un especial en audiovisua­l, no me hubiera gustado. Y por lo tanto, no lo hubiera hecho. Pero como se trataba de poner polvos mágicos en una caja, invisibles pero esenciales, lo disfruté muchísimo.

–Hay una línea de texto en el disco que es muy poderosa: “Tengo el corazón en carne viva”. ¿Es autorrefer­encial?

–Es una canción entera que habla de vivir algo sin interferen­cias. Algo así como “si vienes a por mí, no tengo muchas ganas de ruido”. Cuando uno llega al punto de mirar al otro de frente y decirle no tengo ganas de ruido, viene pasadito del corazón en carne viva.

–En esta gira solés interpreta­r “No habrá Dios”, canción que ya tiene 15 años. ¿Te trajo algún problema con algún fundamenta­lista religioso?

–En esa composició­n hice un recorrido, primero visual y después emotivo, e intenté que fuera lo más realista posible. Y el realismo me gusta tocarlo sólo cuando no

LO MÁS BONITO DE ESTA PROFESIÓN ES DARLE A LA GENTE ALGO DE VERDAD. Y LA VERDAD, A VECES, NO SE PASEA POR EL MISMO SITIO.

hay más remedio. No me gusta regodearme en él. Pero muchas de las cosas que estaban pasando por entonces tenían que ver con cuestiones bíblicas. Paisajes llenos de fuego, gente perdiendo el norte, no estaban tan claros los valores ni los principios. Basándome en eso, hice una especie de resumen donde acababa diciendo “pero esta vez no habrá Dios”. Con la diferencia, supuesta, en que aquella vez sí lo hubo. En esta, en cambio, no habrá Dios que baje, suba o venga. En ese punto, nos toca salvarnos a nosotros mismos. Esta canción va más allá del que cree o no cree; más allá de los fundamenta­lismos.

–Este razonamien­to filosófico me alienta a preguntart­e si tenés fe en la humanidad.

–Mucha, toda la del mundo. Creo en la humanidad sin límites. El ser humano es una de las cosas más hermosas y brillantes del universo. Esencialme­nte, considero que el ser humano es bueno. Si no lo fuera, el mundo estaría terminado desde hace años.

–¿Quién es la niña con la que posás en la foto de tapa?

–Es una sobrina y la tapa es una fotografía familiar. No es un posado. Estamos jugando las dos en la playa... Cuando decidí que el álbum se iba a llamar La memoria de la piel, me pareció que era una foto que resumía bastante bien lo que viene en el álbum.

–Has nacido en 1963, el mismo año…

–(Interrumpe) ¡No sabía! Me di cuenta del año en que nací porque me lo recuerdas. El otro día hablaba con un amigo y él me decía “fíjate, a partir de los 35 o 40 la gente es grande; ahora, la gente es grande cuando se muere, ¿no?”. Me gustó esa definición. Y tiene razón. Cuando uno se siente vivo, al final lo de la fecha de nacimiento es casi una anécdota.

–Llegaste al país en una semana decisiva para el dictamen, o no, de la Ley de Despenaliz­ación del Aborto. ¿Alguien se acercó para que apoyes a una u otra posición?

–No. Inicialmen­te, no. Pero sí me han puesto al tanto de la cuestión,

porque me gusta llegar con tiempo a la Argentina para enterarme en qué está la gente. Y no es que tenga toda la informació­n del mundo, pero hay una cosa que es importante, que sobresale: en el momento de que estamos hablando de muertes de chavalas porque no hay un “no”, es probable que la respuesta que se necesita a nivel social sea un “sí”. Y no sólo por ese motivo, sino también porque hay casos que serían frustrante­s vistos de otra manera, como que una mujer esté obligada a tener un hijo después de un acto de violación. Ufff, eso se me hace extremadam­ente duro. En paralelo, me gustaría dejar claro lo siguiente: el aborto no como método anticoncep­tivo; el aborto se debe tratar desde abajo, desde la escuela, la cultura, desde todos los campos para que no se juegue con él.

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