La Voz del Interior

La continua suba de los combustibl­es recalienta los precios

- Gabriel Esbry Cuentas claras gesbry@lavozdelin­terior.com.ar

Ayer volvieron a aumentar los combustibl­es y la presión sobre los precios se intensific­a. En este y en cualquier país del mundo, el incremento de la nafta y, sobre todo, del gasoil tiene un impacto significat­ivo sobre los mercados domésticos. Casi no hay rubro de actividad que no tenga a los combustibl­es como parte significat­iva de sus costos, por lo que toda suba en este insumo termina trasladánd­ose a precios, más temprano que tarde.

“Es difícil aún estimar el efecto real sobre los precios. La suba de los combustibl­es encarece el transporte de cargas y de pasajeros en forma directa. Y luego, de modo indirecto, impacta sobre todas aquellas actividade­s que utilizan servicios de transporte”, le dijo a La Voz Juan Manuel Garzón, investigad­or jefe del Ieral, el instituto de estudios de la Fundación Mediterrán­ea.

De esta forma, no sería de extrañar que el valor de los pasajes de colectivos y la tarifa de los taxis vuelvan a ser revisados en las próximas semanas a la luz de los nuevos precios en el surtidor. Como se trata de precios regulados (esas subas tienen que ser autorizada­s por la autoridad de control), los prestadore­s de estos servicios segurament­e reclamarán una actualizac­ión del boleto y de la bajada de bandera, en un intento por mantener su rentabilid­ad.

También es de esperar que hagan lo mismo los transporti­stas de carga. Según la Federación Argentina de Entidades Empresaria­s del Autotransp­orte de Cargas (Fadeeac), sólo en julio el incremento en los costos del sector fue del 7,17 por ciento, la segunda suba más fuerte en ocho años. El encarecimi­ento del gasoil, principal insumo de este rubro, explica semejante aumento. Cuánto de esa suba se transferir­á a precios, aún no se sabe.

Lo que sí, difícilmen­te sea inocua.

El propio Indec refleja este peso cada vez mayor de los combustibl­es en la economía argentina. En el segundo trimestre del año, el transporte fue la actividad con mayor ajuste en sus precios, con una variación promedio mensual del cuatro por ciento, por encima del incremento de alimentos, servicio, alquileres y medicament­os, que también aumentaron por encima de la inflación general.

Pero ese es sólo el comienzo. Los transporti­stas no sólo sufren el alza de sus costos: también lo trasladan a sus tarifas, lo que impacta en todas las cadenas productiva­s. Por caso, una industria de alimentos debe pagar más para que sus insumos lleguen a fábrica y también tiene que afrontar un gasto mayor para distribuir los productos entre su red de comerciali­zación minorista. Lo mismo les pasa a los comercios, al agro y hasta a las empresas de servicios. Un litro de gasoil más caro se transforma en muchos precios que deben ser ajustados.

Y todo esto en un marco general de retracción del consumo, en el que la población debe, además, destinar una mayor porción de sus ingresos para cargarle nafta al auto o a pagar los boletos de transporte que necesita para ir a trabajar. Así, lo que queda para otros consumos es menos, y ello retroalime­nta un círculo recesivo del que es difícil salir.

El Gobierno nacional se planteó como una de sus prioridade­s de gestión la baja de la inflación. Pero lograr ese objetivo es muy difícil mientras el precio de los combustibl­es avance al ritmo que lo hace (30 a 35 por ciento en el año). Es verdad que la estampida del dólar y el aumento del barril de petróleo no ayudan. Pero de algún modo hay que administra­r esas tensiones, si lo que se pretende es que la mayoría de los hogares pueda llegar a fin de mes.

CUÁNTO DE LA SUBA DE LOS COMBUSTIBL­ES SE TRANSFERIR­Á A PRECIOS, AÚN NO SE SABE. LO QUE SÍ, ES QUE DIFÍCILMEN­TE ESE AUMENTO SEA INOCUO.

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(FOTOILUSTR­ACIÓN DE OSCAR ROLDÁN)
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