La Voz del Interior

Renta básica en Finlandia.

El país nórdico entrega dinero a desocupado­s sin condicione­s como un seguro mínimo de subsistenc­ia. Para algunos, ayuda a construir una sociedad más justa; para otros, es un gasto muy alto para el Estado. La historia de Juha Järvinen.

- Oliver Beckhoff Agencia DPA

La historia de Juha Järvinen, beneficiar­io de un subsidio sin condicione­s durante dos años.

JURVA. Cuando llega el sobre oficial, Juha Järvinen no lo abre. Lo hará por la tarde, junto con su mujer, Mari, cuando ella vuelva de su trabajo en el hospital. Meses más tarde, Juha recordará el momento como el final de la esclavitud.

La carta es de la oficina de Asuntos Sociales finlandesa Kela, e informa a Juha, de 39 años, que ahora forma parte de un experiment­o social con el que el país quiere hacer frente a cuestiones acuciantes sobre el futuro, como por ejemplo: ¿cómo queremos vivir y trabajar cuando todo se transforma a nuestro alrededor? ¿Qué debe hacer el Estado para garantizar que esté asegurado el mantenimie­nto de los ciudadanos?

En vez de la ayuda al desempleo, Juha recibirá durante dos años una renta básica, unos 100 euros menos que lo que le transfería­n hasta ahora, pero todo lo que él gane por su cuenta es suyo.

Tampoco tiene que rendir cuentas a la oficina de desempleo durante el experiment­o. ¿Cómo actuarán él y el resto de los beneficiar­ios? ¿Se volverán más apáticos o más activos?

La primera transferen­cia de 560 euros le llegó a Juha en enero de 2017, en diciembre de 2018 llegará la última. El dinero es la mitad del mínimo que se considera necesario para no ser pobre en Finlandia.

Conejillo de Indias

Cuando los medios empiezan a informar del tema de la renta básica, el caso de Juha y su familia es uno de los que más se publican.

¿Por qué él y no los 1.999 restantes? “Quiero hablar de esto”, dice este hombre, mientras que muchos otros se avergüenza­n.

Pero también su aspecto es poco común, con pulseras de cuero, barba y un sombrero de copa. “¿Sos un mago?”, le preguntan a veces los niños en su ciudad.

Hijo de artistas, Juha tiene seis hijos, vive en una casa al borde del bosque, rodeado de muebles antiguos maravillos­os y con un perro con sangre de lobo. Su hijo mayor juega tan bien al fútbol que lo cortejan varios clubes finlandese­s de primera división.

Hasta 2012 trabajó fabricando ventanas de madera para casas tradiciona­les en Finlandia y en Rusia. La artesanía lo apasiona, pero las cuentas no le salen.

Cuando su negocio se hundió no pudo salvar el taller. Dejó de hacer su declaració­n de impuestos, el fisco le reclamó dinero y, como no podía pagar, le incautaron sus herramient­as y máquinas.

“Trabajo desde que tenía 13 años y siempre pagué impuestos”, afirma, “pero cuando estaba quemado, el Estado no me ayudó, sino que me causó mayores penurias”.

A partir de entonces tuvo que mantener a la familia de Mari, que es enfermera, con ayudas de los hermanos de ambos cuando no alcanzaba el dinero.

Y comenzó lo que Juha llama la “esclavitud”, su vida como desemplead­o: el viaje de 60 kilómetros hasta Seinäjoki, la charla con el funcionari­o de turno para demostrar que no había sido un perezoso porque si no habría sanciones; y, si lo había sido, que no se notara. Ni tampoco que había ganado algún dinero extra, porque entonces se lo quitaban.

El papel del trabajo

Desde hace siglos se debate el papel que el trabajo tiene en la vida del ser humano. Para muchos es una ley de la naturaleza: hay que trabajar. Quien lo hace tiene derechos, y el que no, es culpable de su propia situación

La revista en inglés Business Insider titulaba así un artículo sobre Juha: “Este tipo finlandés recibe 600 dólares de renta básica al mes por no hacer nada”.

La visión de su persona va del parásito social al ganador, según la concepción del ser humano que se tenga.

El propio Juha define la situación de forma sobria y niega que la renta básica convierta a las personas que la reciben en holgazanes alcohólico­s.

Él se dedica desde que la recibe a fabricar tambores de piel de reno y madera que decora con hermosas tallas.

“¿Y con eso se gana dinero?”, le pregunta el presentado­r de una charla que da en Berlín.

Quienes los compran pagan por ellos varios cientos de euros, señala Juha. Los más caros valen más de dos mil euros (2.300 dólares).

También tiene otro proyecto con un amigo, llamado “Art Bnb” (por “Art, Bed & Breakfast”, arte, alojamient­o y desayuno), que pretende dar alojamient­o y talleres de arte conjuntos. Pero... ¿le será posible sobrevivir con eso?

“Veo mi situación hoy de forma positiva”, dice Juha, sin especular sobre si al final podrá salir adelante. Lo que sabe es que después del último pago no habrá más, pues el experiment­o termina y los científico­s tienen que analizar los resultados y publicarlo­s.

¿Cómo es posible que con una familia numerosa considere una liberación los 560 euros, en uno de los países más caros del mundo? No alcanza para vivir, pero para Juha es la diferencia entre tener poder o no sobre su propia vida.

Por primera vez desde que quebró su empresa, tiene la impresión de llevar las riendas de su destino.

¿Y los contribuye­ntes que al final son los que financian todo? El objetivo es que todos tengan lo mismo, dice Juha.

Si se entiende la renta básica como un derecho fundamenta­l, no hay envidias o rencores, porque los derechos fundamenta­les son inalienabl­es.

También se premiaría con ello mucho trabajo que hoy en día no está remunerado, afirma: la crianza de los hijos, el cuidado de los padres, el voluntaria­do.

“Seguimos siendo pobres”, dice Juha sin que suene a queja, sino como una simple observació­n.

 ??  ??
 ?? (DPA) ?? Juha Järvinen. Tiene 39 años y seis hijos, es una apasionado de la artesanía, pero debió cerrar su taller en 2012.
(DPA) Juha Järvinen. Tiene 39 años y seis hijos, es una apasionado de la artesanía, pero debió cerrar su taller en 2012.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina