Con su alejamiento, Roggio busca proteger al grupo
mismo, una fisura significativa en el perfil del empresariado de capital nacional al que siempre estuvo ligado la compañía creada por su abuelo, Benito Roggio.
En el año del centenario del grupo (2008), Aldo se quejaba del achicamiento del empresariado nacional. “En el camino han quedado muchas, y otras se han vendido a extranjeros. Cada vez que una empresa se vende a capitales externos, lloro un poco”, había dicho.
A lo largo de los últimos años, el grupo había logrado equilibrar las tres patas principales de su estructura de funcionamiento: la construcción, las concesiones de servicios y la ingeniería ambiental, incluso en el exterior. Un tercio cada una, aproximadamente.
La exposición que el grupo había adquirido en las concesiones nacionales también aumentó la presencia de Roggio en los actos públicos que solía encabezar la expresidenta de la Nación, aunque no era partidario del rumbo adquirido por la economía en los últimos años de ese proceso. Cuestionaba, por ejemplo, el exagerado crecimiento del déficit fiscal.
Con Córdoba, Roggio mantiene, por otro lado, un fuerte “compromiso”, como suele calificarlo el propio empresario. Es la concesión del agua potable en la capital hasta el año 2027. Ese vínculo carece de situaciones que pudieran motivar modificaciones en la relación, dijeron ayer fuentes oficiales.
“Renegociado el contrato, todo pasa por la mesa tarifaria, donde intervienen múltiples actores. La concesión va a seguir sin problemas”, agregó el interlocutor.