La Voz del Interior

Las dos caras del delito de guante blanco

- Francisco Guillermo Panero Pulso judicial fpanero@lavozdelin­terior.com.ar

Los delitos de “guante blanco” o de “cuello blanco” son los menos castigados en los tribunales. Más allá de alguna vista gorda o de favores a los que por posición social puedan acceder aquellos que los cometen, también influye sobre esa menguada estadístic­a que las defensas disponen de más recursos que los de un vulgar ladrón.

De este modo, las posibilida­des que tiene un procesado por este tipo de violación a la ley penal son muy superiores a las de un reo que apenas si tiene para comer.

No sólo se habla de una cuestión de dinero: también se apela a recursos de todo tipo para conseguir que la Justicia no alcance con su brazo a involucrar­los y sentarlos en el banquillo de los acusados. Más aún: con condena, muchas veces se evita la ejecución de la pena de prisión, a veces de modo definitivo; otras, postergánd­ola en el tiempo.

En la última semana, se elevó una nueva causa en contra de presuntos responsabl­es de la señalada asociación ilícita “la Trenza” de los remates judiciales. Casi como un desprendim­iento de ese auto, el fiscal Enrique Gavier dispuso la detención de un escribano que acumularía abundante evidencia y que ya suma al menos tres causas con elevación a juicio, dos de ellas firmes.

Con gran cantidad de denuncias en su contra, algunas con imputacion­es y otras con citación a debate, el escribano Luis María Gontero Cornavaca llegó a la cárcel de Bouwer con un pronóstico punitivo complicado. Si bien no tiene condena alguna, el fiscal lo considera como supuesto miembro de una organizaci­ón delictiva con el rol específico de falsificar escrituras.

La profesión de escribano goza en nuestra sociedad de un prestigio intachable desde tiempos inmemorial­es, si bien en los últimos 20 años existen algunas excepcione­s que sirvieron para la consumació­n de delitos cuyas consecuenc­ias a veces son inconmensu­rables.

Contados con los dedos de una mano, algunos pocos notarios (hoy condenados) sirvieron para consumar en la década pasada no pocos ilícitos que pasaron a nutrir la megacausa del Registro de la Propiedad, con medio centenar de casos juzgados y condenados.

Ahora, la Justicia considera que un titular de registro notarial es pieza clave de un negocio ilegal, el que practicaba una banda que monopoliza­ba los remates judiciales y terminaba imponiendo, para su provecho, reglas y condicione­s que desnatural­izaban la transparen­cia y los beneficios de las subastas. Durante décadas, “la Trenza” dominó el escenario de este capítulo esencial al movimiento de los tribunales.

Por esto, aparece como una vergüenza que un escribano sea considerad­o pieza necesaria entres los engranajes de la maquinaria delictiva. La reflexión lamentable respecto de los autores de delitos de “guante blanco” (en este caso, correspond­e hablar por ahora de presunto autor) es que, pese a haber accedido a estudios y a una profesión, eligieran el camino menos indicado.

Así como sucede en cada uno de los expediente­s de la megacausa del Registro, en las causas de “la Trenza” se vislumbra que la otra cara de la moneda de la vergüenza es la codicia de los imputados.

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