Una relación cordial y a la vez conflictiva con la Argentina
Si bien Trump mantiene una relación cordial con Mauricio Macri y le manifestó varias veces su respaldo, Argentina sufre varios sofocones desde que el mandatario republicano llegó al poder.
La obsesión proteccionista que se instaló en la Casa Blanca y la política monetaria que sigue la Reserva Federal, hasta aquí no facilitan el mejor escenario para el flanco más débil del gobierno argentino, que es la economía.
La suba de la tasa de interés de referencia de Estados Unidos, como consecuencia del aumento del gasto público y la inflación, produjo la reorientación de los capitales hacia el mercado norteamericano, un proceso que en la década de 1980 provocó el descalabro económico de la región.
Hoy el cambio de flujo de los capitales encontró de nuevo a la Argentina en una situación muy vulnerable, según lo demostrado por la corrida del dólar en mayo.
Otra muestra de los daños colaterales provocados por las movidas de Trump es la crisis de la moneda turca. Desde que el magnate de la Casa Blanca le propinó el garrotazo arancelario al régimen de Erdogan y profundizó la crisis de la lira, otra vez Argentina sufre un remezón cambiario por efecto contagio.
Pero si Trump hace sufrir a la Argentina, luego trata de remediarlo, o al menos eso quiere demostrar. Cuando el gobierno argentino acudió al FMI en medio de la crisis devaluatoria desatada hace tres meses, la Casa Blanca emitió un contundente comunicado: “Estados Unidos apoya el programa económico reformista del presidente Mauricio Macri en Argentina, que está orientado al mercado, centrado en el crecimiento y ha mejorado el futuro de Argentina”.
El último informe técnico sobre comercio exterior del Indec expresa que “en junio, los principales socios comerciales para el país fueron Brasil, China y Estados Unidos, en ese orden”.
En la relación comercial bilateral con Washington, no obstante, el saldo para Argentina resulta deficitario: las exportaciones hacia el mercado norteamericano sumaron 280 millones de dólares, mientras las importaciones alcanzaron los 617 millones. se crearon 157 mil puestos de trabajo, mientras en junio los nuevos empleos generados llegaron a 248 mil.
Los datos en el terreno de los salarios, sin embargo, no tienen la misma performance en los últimos meses, a diferencia del fuerte crecimiento interanual evidenciado al cumplirse el primer año de la administración Trump.
La información divulgada por el Gobierno en los medios norteamericanos refleja que los ingresos promedio por hora ajustados por inflación cayeron en julio 0,2 por ciento.
Después de la profunda recesión sufrida por Estados Unidos en el periodo 2007-2009, la inflación empezó a acelerarse (tres por ciento anualizada en julio) y logra erosionar los salarios.
Según analistas consultados por la agencia Bloomberg, el atraso salarial responde a la falta de poder de negociación de los trabajadores norteamericanos, que tras el último ciclo recesivo valoran más la seguridad laboral que el hecho de pedir mejoras en sus ingresos.
Otro dato relevante de la economía en la era Trump es la mayor confianza empresarial, evidenciada en el aumento de la inversión privada.
Este comportamiento tendría en gran medida relación con el importante recorte impositivo para el sector desde que asumió la actual administración, una medida que ratifica la senda alcista del déficit fiscal y que mantendría la deuda pública en el orden del 78 por ciento del producto interno bruto en 2018, levemente mayor al nivel que tenía al asumir el actual presidente.
EL MAGNATE ESTÁ CONVENCIDO DE QUE EL CRECIMIENTO DE SU PAÍS ESTÁ ASOCIADO CON UNA ECONOMÍA CERRADA.