La Voz del Interior

Padres firmes, para beneficio de los niños

- Héctor Pedicino Pediatra

Agosto llegó con los vientos y los resfríos. Las alergias y la tos pueblan los consultori­os.

Pero, como siempre, los controles de niño sano siguen ocupando gran parte de nuestras agendas de turnos. Las preguntas de crianza, las dudas y los temores son motivos cotidianos de las consultas para los médicos de niños.

Lorena, mama primeriza, viene con su pequeña hija, Luz, de 2 meses. Después de las cuestiones de rigor –control de peso, talla, examen físico– me transmite con preocupaci­ón una duda:

– Le doy la teta, la alzo y le canto, la llevo a dar vueltas en el auto y se sigue despertand­o de noche. ¿Si dejo de darle la teta, dormirá mejor?

–El problema no es la teta. Es lo que nosotros, los adultos, hacemos con sus caprichito­s. Si deciden dejar de darle el pecho puede ser que se siga despertand­o y seguiremos sin solucionar el problema –le respondo.

Seguimos charlando de varios temas, la convencí de que no dejara la teta y nos despedimos con un beso.

Muchos padres hemos hecho estas y otras cosas. “Doctor, Abel sólo come milanesas”, me dijo una vez una joven mamá. “¿Y vos qué hacés?”, le pregunté. Y me contestó: “Le hago milanesas”.

Los bebés viene a un mundo que ya está determinad­o. No es bueno crearles un universo ficticio, silencioso al extremo, que implique, por ejemplo, convertir en cuna a un auto o transforma­r a los hermanos en mimos que sólo se podrán comunicar por señas para no despertar al bello durmiente.

De a poco, hay que ir llevando al “recién llegado” a la cotidianid­ad de la vida normal de cada familia. Los niños no nacen en monasterio­s en medio de un desierto, vienen a casas con hermanos, bullicios y ventanas.

Los límites son imprescind­ibles para que crezcan. Y somos los padres quienes debemos imponerlos. La crianza implica ir cambiando con el crecimient­o de nuestros hijos. No debemos tratar como un nene de 3 meses a nuestro hijo ya de 2 años.

No hay una fórmula para criar a nuestros niños. Lo que sí es imprescind­ible es que asumamos con firmeza el rol de padres que tenemos. Y, por más que algún llanto de nuestro hijo nos haga dudar, pensemos en lo beneficios­o que será para ellos.

Así, podrán enfrentar la vida social con mayor tranquilid­ad.

Volvemos a Luz. Seguro que aceptará dormir en su cuna. Sólo tenemos que ayudarla a que lo haga.

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Roles de padres. Los límites son imprescind­ibles para que crezcan.
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