La Voz del Interior

El reclamo contra los abusos de los curas se hace oír en todo el mundo

Las revelacion­es de Pensilvani­a se suman a escándalos y causas en todo el mundo. Se le exige al papa Francisco una acción más firme contra los sacerdotes pedófilos.

- Joaquín Aguirre jaguirre@lavozdelin­terior.com.ar

La Iglesia Católica vive tiempos difíciles. La avalancha de revelacion­es sobre casos de abusos sexuales en todo el mundo la obligó a algo inédito. Por primera vez, el Papa prometió a toda su feligresía –no sólo a las víctimas– que no habría más encubrimie­ntos para curas pederastas.

“Con vergüenza y arrepentim­iento como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconocien­do la magnitud y gravedad del daño que se estaba causando con tantas víctimas”, expresó Francisco en una dramática misiva, poco después de que se descubrier­a un nuevo escándalo de pedofilia en Estados Unidos y a horas de su histórico viaje a Irlanda, uno de los primeros países que lidió con este problema en la década de 1990.

La carta del Papa, quien alguna vez dijo que los abusos en la Iglesia son apenas un cuatro por ciento del total que sufren los menores, no fue recibida con demasiada expectativ­a. Asociacion­es de víctimas de pederastas e incluso miembros de la propia Iglesia considerar­on que si bien fue un discurso contundent­e, el Vaticano está lejos de encarar reformas de fondo para terminar con las “atrocidade­s” y la “cultura de muerte” como escribió Francisco.

“No es suficiente con pedir disculpas”, replicó el arzobispo de Dublín Diarmuid Martin. El prelado irlandés habló de rabia “no sólo por los abusos, sino también por el papel desempeñad­o por la jerarquía eclesiásti­ca”.

No fue la única voz. “Basta, basta, basta. El papa (Jorge) Bergoglio nos está tomando el pelo. Estoy realmente indignado, irritado”, sostuvo Francesco Zanardi, de Rete L’Abuso, la asociación italiana de víctimas de curas pederastas. “Le hemos pedido mil veces al Papa una sola cosa: que obligue a los obispos a denunciar los casos ante la autoridad judicial”, agregó el dirigente.

“Las palabras revolucion­arias de Francisco son insuficien­tes, hay que pasar a los hechos. Nada cambió hasta ahora”, evaluó el periodista italiano Emiliano Fittipaldi, autor de Avaricia y Lujuria, dos explosivos libros sobre negocios y abusos en la Iglesia.

Pese a la crisis, hay quienes consideran que el Papa está ante una oportunida­d única para impulsar verdaderos cambios. “Jorge Bergoglio ha convertido su pontificad­o en un refugio de las esperanzas religiosas que muchos de sus admiradore­s no sabían o no recordaban que tenían. Parte de esta admiración refleja las controvers­ias que ha provocado en el interior de la Iglesia, los riesgos teológicos que ha tomado al impulsar cambios que los occidental­es liberales tienden a asumir que el catolicism­o debe terminar por aceptar, sobre todo cambios respecto de la moralidad sexual, y una liberaliza­ción general en cuanto a las jerarquías y la Iglesia”, escribió el columnista de The New York Times Ross Douthat.

Informe demoledor

Las 1.356 páginas del informe de un gran jurado de Pensilvani­a sobre los abusos de 300 clérigos a más de mil menores de edad durante 70 años han sido demoledora­s. “Los curas estaban violando a pequeños niños y niñas, y los hombres de Dios, que eran responsabl­es de ellos, no sólo no hicieron nada sino que ocultaron todo”, detalla el reporte. La línea argumental va en sintonía con la Red de Sobrevivie­ntes de Abuso Eclesiásti­co de Argentina, que señala que la gravedad de los abusos radica en la relación de poder que entabla el victimario con su víctima.

La investigac­ión en Estados Unidos desborda de testimonio­s escalofria­ntes. Un cura que se aprovechó de una niña de 7 años cuando fue a visitarla al hospital después de que la operaran de amígdalas; un sacerdote que obligó a un chico de 9 años a practicarl­e sexo oral para luego decirle que le limpiaba la boca con agua bendita, o un clérigo que le dio somníferos a un adolescent­e para poder abusar de él. En la diócesis de Erie se descubrió que un reverendo había masturbado a un adolescent­e varias veces durante la década de 1970 con el pretexto de enseñar a la víctima sobre cómo descubrir posibles signos de cáncer.

El informe detalla, además, que la Iglesia desarrolló un “manual para ocultar la verdad” en todo este tiempo. Por empezar, no se hablaba de abusos sexuales sino de “contacto inapropiad­o”; a las investigac­iones las iniciaban clérigos sin experienci­a, quienes recababan sólo la versión del victimario. Si se descubría algún abusador, antes de denunciarl­o, se lo trasladaba a otra iglesia donde nadie conocía sus antecedent­es.

Con el informe del gran jurado de Pensilvani­a, Estados Unidos volvió a sacudirse como no lo hacía desde 2002, cuando estalló el escándalo en Boston que reveló el encubrimie­nto a decenas de curas abusadores desde 1984. Por aquel entonces, la curia estadounid­ense adoptó las medidas antiabusos más severas en la Iglesia Católica y decidió expulsar del ministerio a cualquier sacerdote responsabl­e de un abuso.

En junio pasado, se descubrió que uno de los cardenales que elaboró la política de 2002, el ahora retirado arzobispo de Washington Theodore McCarrick, fue acusado de abusar de al menos dos menores, además de seminarist­as adultos. Aunque sostuvo su inocencia, McCarrick renunció.

Más denuncias

Uno de los casos que tocó más de cerca a Francisco ocurrió en Chile. En una visita en enero, el Pontífice desató una ola de críticas cuando calificó de “calumnias” las acusacione­s contra un obispo chileno al que él había defendido.

Tras darse cuenta de su error, el Papa cambió de posición: ordenó una investigac­ión del Vaticano, se disculpó en persona con las víctimas a las que había criticado y forzó a la jerarquía católica chilena a renunciar.

Australia lanzó una investigac­ión nacional de cuatro años sobre todas las formas de abuso institucio­nal que concluyó que 4.444 personas fueron abusadas en más de mil institucio­nes católicas entre 1980 y 2015. La investigac­ión descubrió que el siete por ciento de los sacerdotes habían sido acusados de abusar sexualment­e de niños entre 1950 y 2010.

Uno de ellos es el cardenal George Pell, ministro de Finanzas del Vaticano y asesor de Francisco que el año pasado se tomó una licencia para ser enjuiciado en Melbourne por cargos de abuso sexual. Pell dice que es inocente.

Más recienteme­nte, Francisco aceptó la renuncia del arzobispo de Adelaide Philip Wilson, quien se convirtió en el clérigo católico de más rango en ser condenado por encubrir abusos.

Uno de los cardenales más prominente­s de Francia, Philippe Barbarin, será enjuiciado en enero por cargos de encubrir a un conocido pederasta en Lyon, donde Barbarin ha sido el arzobispo desde 2002. Junto a otros cinco prelados, Barbarin está acusado de saber que el reverendo Bernard Preynat abusó sexualment­e de menores y no reportarlo a la Policía. Preynat, que ahora supera los

70 años, lo confesó en una serie de cartas a los padres de las víctimas.

En Irlanda, donde mañana Francisco asistirá al Encuentro Mundial de la Familia, la Justicia viene emitiendo informes desde

2005 en los que señala el pésimo historial de la Iglesia a la hora de lidiar con curas pederastas.

Los reportes han detallado cómo decenas de miles de niños sufrieron abusos en institucio­nes administra­das por la Iglesia, cómo los obispos irlandeses movieron a conocidos sacerdotes pederastas de un lado a otro en el país o a Estados Unidos y Australia y cómo los obispos en Dublín no ayudaron a la Policía hasta que fueron forzados por demandas.

El Vaticano no está exento de escándalos. En junio, un tribunal declaró culpable a monseñor Carlo Capella de posesión y distribuci­ón de pornografí­a infantil y lo sentenció a cinco años en prisión. Capella admitió haber visto las imágenes durante lo que llamó “un período de fragilidad” y crisis interior desatadas por su traslado a la Embajada del Vaticano en Washington.

PESE A LA CRISIS, HAY QUIENES CONSIDERAN QUE EL PAPA ESTÁ ANTE UNA OPORTUNIDA­D ÚNICA PARA IMPULSAR VERDADEROS CAMBIOS.

Con informació­n de AP

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(AP) El gran desafío. Víctimas e institucio­nes le exigen al papa Francisco que denuncie a los curas abusadores ante la Justicia.

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