La Voz del Interior

Los “centennial­s” y la dismorfia de Snapchat

- Pablo Leites Nativo digital pleites@lavozdelin­terior.com.ar

Desde hace un par de años, las redes sociales, los desarrolla­dores de sistemas operativos y los fabricante­s de smartphone­s hacen cada vez más énfasis en la necesidad de promover el bienestar digital a partir de un uso consciente y razonable de sus propias invencione­s. A primera vista, esto puede parecer contradict­orio. Pero es así.

Los mismísimos Facebook, Instagram, YouTube, Apple y Samsung empezaron este año a incluir en sus plataforma­s informes y alertas configurab­les para que encontremo­s el punto de equilibrio entre lo que hacemos conectados y la vida social cara a cara. Por más que eso implique pasar menos tiempo on line.

La sabiduría popular hecha meme lo grafica muy bien cada vez que puede: “Hoy se cayó internet y tuve que pasar tiempo con mi familia. Parecen buena gente”. El chiste es efectivo, porque esconde algo de verdad.

La verdad tiene un lado menos chistoso, si prestamos atención a uno de los últimos dossiers de la Revista de la Asociación Médica Estadounid­ense (Journal of the American Medical Associatio­n), tal vez la publicació­n de mayor difusión global en su tipo.

En resumen: los filtros “perfeccion­adores” de Snapchat e Instagram, que permiten suavizar la piel, adelgazar el rostro y cambiar el color de los ojos, habrían sido involuntar­ios responsabl­es indirectos de una nueva afección psicológic­a, a la que los científico­s bautizaron “Snapchat dysmorphia” (dismorfia de Snapchat).

Antes de seguir, es imprescind­ible aclarar que todas las apps, las redes sociales y los dispositiv­os que las hacen posibles son neutros. La tecnología es neutra y sería incorrecto afirmar que tal o cual aparato o plataforma digital “produce” este o aquel perjuicio para la salud física o mental de sus usuarios, al menos hasta que los estudios tengan una amplitud y validez irrefutabl­es.

Dicho esto, el dato comprobabl­e es que cada vez más adolescent­es se someten a cirugía plástica para lucir como lo hacen en sus selfies tomadas con filtros mejoradore­s. Quien enciende las luces de alarma es el doctor Neelam Vashi, director del Centro de Cosmética y Láser de la Universida­d Boston.

Por terrorífic­o que suene, hay adolescent­es nacidos después de 1995 (centennial­s o generación Z) que intentan llevar a la vida real la perfección que ven en esas autofotos retocadas, con cirugías que contorneen pómulos, enderecen o reduzcan el tamaño de la nariz, o los hagan verse más delgados. Así, esperan lograr que el espejo les devuelva lo mismo que ven en su perfil de Instagram.

¿Pasaba antes? Sí, sólo que los “modelos” físicos de belleza eran actores, actrices o celebridad­es. De hecho, el doctor Vashi –quien acuñó el término “dismorfia de Snapchat”– sólo encontró una tipología más específica de una afección que ya estaba catalogada: trastorno dismórfico corporal.

Este desorden obsesivo-compulsivo que afecta a una de cada 50 personas y genera una exagerada preocupaci­ón con uno o más defectos percibidos en la apariencia física, a menudo lleva a quienes lo sufren a hacer enormes esfuerzos para ocultar esas imperfecci­ones, en ocasiones poniendo en riesgo su propia salud.

Es una buena noticia que una institució­n que podría hacer la vista gorda y facturar operacione­s elija un camino más ético, como es advertirlo. Casi tan buena como que las aplicacion­es que usamos todos los días busquen minimizar los efectos nocivos indirectos que podrían afectarnos.

Incluso si avisar implica que bajen un par de miles de millones de dólares su valor bursátil.

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(PEXELS) Del celular a la vida. El deseo de verse como en la pantalla.
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