La Voz del Interior

¿Es posible separar la Iglesia del Estado?

- Horacio Giusto Vaudagna*

La Constituci­ón Nacional afirma en su artículo 2 que el gobierno federal sostiene el culto católico, apostólico y romano, mientras que en su artículo 14 consagra la libertad de culto.

Nuestros constituye­ntes hicieron conjugar dos ideas fundamenta­les: por un lado, mantienen la tradición argentina de reconocer el culto que nos viene de la época del descubrimi­ento; por el otro, afirman esa libertad que tenían todos aquellos por el solo hecho de pisar el suelo argentino, consagrand­o la libertad material, del cuerpo, de conciencia, de fe, de culto, de expresión.

Ahora, algunos sectores de la sociedad propician una separación entre Iglesia y Estado.

El tema no es fácil de resolver. Por lo pronto, podría decirse que el Estado, como toda persona, está formado por componente­s materiales y espiritual­es, los cuales no pueden ser desagregad­os sin alterar la sustancia.

Para el ethos de nuestra Nación, hay ciertos valores fundamenta­les, como “no matar”, “no mentir” y “no robar”, que son inherentes a la cultura, independie­ntemente de que sea vivida por un creyente, un agnóstico o un ateo.

Se han escuchado opiniones de toda índole, sin fundamento legal ni moral alguno, que impulsan el debate por separar el culto católico del Estado. Por ejemplo, se dice que el Estado no debe sostener a la religión católica con los impuestos de los contribuye­ntes. Y cabe preguntars­e: ¿no son acaso los impuestos los que sostienen a la salud pública, cuya cobertura abarca también a los que voluntaria­mente fuman y luego enferman por causa del cigarrillo?

Si este criterio, sobre el cual se pone énfasis por ser el más sostenido, fuera válido, tampoco debería utilizarse dinero del erario público para aquellos servicios que no utilizan todos los aportantes. Un modelo que represente lo antes dicho sería el Inadi. Aquellos que defienden la libertad plena de expresión no deberían verse compelidos a tributar para sostener a una entidad estatal que históricam­ente censura todo pensamient­o contrahege­mónico.

Al decir que el tema es complejo, valga la redundanci­a. Se impone la necesidad de dar amplios debates fundamenta­dos, con aportes desde distintos sectores del pensamient­o, en los que las distintas vertientes epistémica­s confluyan al bien común, a sostener derechos y libertades consagrado­s en tiempos pretéritos y plasmadas más acá en el tiempo en nuestra Carta Magna.

Esta cuestión que ahora se ha instalado no es casual. Hemos visto que unifican el reclamo aquellos que demandan el derecho a matar a sus hijos antes de nacer, mediante lo que llaman con eufemismo “interrupci­ón voluntaria del embarazo”, identifica­dos con el pañuelo verde, y los que reclaman la separación Estado-Iglesia, con el actual pañuelo anaranjado.

Hay una simultanei­dad lógica y cronológic­a en la demanda. Se trata de borrar toda cuestión moral, suprimir todos aquellos mandatos que nos previenen sobre lo que no se debe hacer.

Así, sin preceptos morales, cada individuo pretende construir su propia ética, exclusiva a su medida y a sus distorsion­ados valores, donde no haya reproche alguno, donde se silencie todo aquello que le pudiera recordar que su obrar debe ennoblecer a la humanidad y no seguir transitand­o por el camino de la decadencia. Ignorar que vastos sectores populistas y de izquierda iniciaron esta movida significar­ía, de alguna manera, hacerles el juego.

San Agustín realiza un importante aporte en lo que refiere a la ciencia política. En su obra Ciudad de Dios, recurre a la enseñanza de Cristo cuando dice: “Pagad pues a César lo que es de César, y a Dios, lo que es de Dios”. Esta alusión fue la piedra fundante por la cual el individuo es separado del Estado.

El cristianis­mo entendió que la persona debía tener un espacio independie­nte de la estructura política para así desarrolla­rse de forma plena.

La izquierda está lejos de querer emular el pensamient­o del ilustre Thomas Jefferson, quien pretendía dotar de respeto la libertad religiosa en resguardo del individuo y su fe.

Todo proyecto político emanado de la izquierda, a lo largo de la historia, ha sido siempre un proyecto totalitari­o. En consecuenc­ia, la tesis “Iglesia y Estado: asuntos separados” no responde a una ideología liberal sino que tiende a que ciertos sectores anticleric­ales puedan monopoliza­r la moral y así trasladar su ideología totalitari­a al aparato coercitivo del Estado.

SE HAN ESCUCHADO OPINIONES, SIN FUNDAMENTO LEGAL NI MORAL ALGUNO, QUE IMPULSAN EL DEBATE POR SEPARAR EL CULTO CATÓLICO DEL ESTADO.

* Integrante de la Fundación Libre

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(GENT. INFOBAE) Pañuelo naranja. Símbolo de la separación Iglesia-Estado.
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