La Voz del Interior

Disputas inútiles con finales imprevisto­s

- Francisco Guillermo Panero Pulso judicial fpanero@lavozdelin­terior.com.ar

Se sabe cómo empieza, pero nunca se tiene idea de cómo termina. Hay tanta gente nerviosa empuñando un volante que ni el más correcto ciudadano sabe qué puede sucederle si inicia una discusión de tránsito o responde a ella. Por más justificad­o que uno pueda sentirse por la maniobra que soportó de otro conductor, el mejor consejo es no responder y no provocar.

Las consecuenc­ias pueden ser imprevisib­les. La breve y reciente historia judicial de los últimos años muestra tristes casos de personas que murieron, a la par de otras que terminaron en la cárcel. En esa pequeña estadístic­a, siempre los protagonis­tas son hombres.

Para repasar y tener en cuenta, sólo bastan algunos ejemplos.

En 2009, en Unquillo, Carlos Airaldi (27) le pegó una trompada a Nicolás Tosello (38), quien cayó al pavimento y murió. Todo empezó por un choque entre ambos. El conductor fue sentenciad­o en 2012 a tres años de prisión condiciona­l por homicidio preterinte­ncional.

En junio de 2013, Oscar Santiago Fisogni (26) fue condenado a ocho años y medio de prisión por matar a Luis Frontera (58). El caso tiene que ver con una violenta agresión ocurrida el 9 de marzo de 2012 en inmediacio­nes del CPC de Argüello, en la Capital provincial. Según la causa, Fisogni hizo una mala maniobra, Frontera le tocó bocina y el primero se bajó con un bate de béisbol y le rompió la cabeza al otro conductor.

En abril de 2016, la Cámara del Crimen de San Francisco condenó a 14 años de prisión a Bartolomé Salvático (73), un empresario de Las Varillas que en 2014 mató al camionero Martín González (24) durante una pelea de tránsito. La víctima recibió un puntazo en pleno tórax con una caña que tenía una punta de hierro afilada.

En Villa María, Oscar Alberto Pessuto (45) fue condenado en diciembre de 2016 a 12 años de prisión por la muerte de Marcos Negro (44), el 17 de marzo del año anterior. El homicidio estuvo agravado por la participac­ión de un adolescent­e de 15 años, quien habría pegado patadas a la víctima. Los dos conductore­s discutían por una maniobra de sobrepaso.

Quienes estudian la siniestral­idad vial, los crímenes de tránsito y esta gama de fenómenos de violencia urbana recomienda­n que lo mejor es no provocar y no responder.

Para evitar esas reacciones que luego resultan incontrola­bles, de uno y del otro, vale hacer caso a esos consejos: no responder a ningún tipo de agresión verbal, no hacer burlas ni gestos de ningún tipo y tratar de que la otra persona no encuentre alguna respuesta que considere otra agresión. O sea, no alimentar la espiral violenta.

Si la agresión se prolonga, siempre la recomendac­ión es no alinear los ojos con la mirada de quien está insultando. La idea es cortar toda escalada de violencia. Si se consigue frenar eso, en pocas cuadras será una anécdota.

En un escalón más elevado de una supuesta escalada, jamás hay que bajarse del vehículo, y mucho menos esgrimir algún elemento o arma para, supuestame­nte, amedrentar a quien intenta agredir. Bajarse del auto significa una confrontac­ión física casi segura, de resultados inciertos.

EN UN BREVE REPASO SE ENCUENTRAN VARIOS CASOS GRAVES DE PELEAS DE TRÁNSITO. SIEMPRE CON VARONES.

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