La Voz del Interior

Donde los caminos se bifurcan

- Daniel V. González*

El dólar ha alcanzado cimas que eran impensable­s hace algunas semanas. Y esto crea desconcier­to en algunos, desazón en otros y entusiasmo en quienes quieren ver al presidente Mauricio Macri abandonar la Casa Rosada en helicópter­o.

El Gobierno, a tono con lo que le solicita el Fondo Monetario Internacio­nal, y en consonanci­a con sus propias conviccion­es económicas, va camino a dejar flotar libremente las divisas. Y ello significa una suba sustancial del tipo de cambio, que quebró la barrera de los 40 pesos, aunque luego retrocedió.

Esta suba no es una situación nueva en la economía nacional. Hagamos una comparació­n muy sencilla. Desde que Macri inició su mandato, el valor de la divisa norteameri­cana subió el 160 por ciento. Para el mismo período en el segundo gobierno de la Cristina Fernández, el ascenso fue del 230 por ciento. O sea, no vivimos un escenario novedoso.

Momento crucial

En Argentina, el que desata la inflación es recordado con simpatía, pues durante su gobierno la economía se mueve con abundancia de circulante, lo que crea una sensación de bienestar. Y al revés: quien intenta detener la inflación está expuesto a ganarse el rechazo de amplias franjas de la población, pues a él le toca decir que el dinero se acabó y que no podemos seguir gastando sin correr altos riesgos futuros.

O sea, vitoreamos al que con irresponsa­bilidad desata la inflación y denostamos a quien hace el titánico esfuerzo de conjurarla. Parece que gran parte de los argentinos, puestos a leer la fábula de la cigarra y la hormiga, se identifica­n con la cigarra.

Ha llegado el momento crucial en que los caminos se bifurcan. Uno puede llevarnos a ser un país normal, como Chile o Uruguay, por dar un par de ejemplos cercanos. El otro conduce a Venezuela.

Para restablece­r la economía, resulta imprescind­ible parar la inflación. Y esa es una tarea muy dura. Durísima. Con alto costo social y privacione­s para todos los sectores durante un tiempo. Los gobernante­s normalment­e esquivan este camino. Prefieren maniobrar, aflojar aquí y allá y pasarle el problema, potenciado, al gobierno que sigue. La razón es simple: quien ajusta no siempre recoge los frutos del esfuerzo a que somete a la población. Cosecha, eso es seguro, maldicio- nes y rechazos.

Pero no existe otro modo de detener los excesos y bajar el déficit fiscal. El alza de impuestos ha llegado a un límite infranquea­ble, más allá del cual cualquier suba afectará el crecimient­o futuro.

La inflación y el gasto Durante todas las décadas de 1960, 1970 y 1980, discutimos la naturaleza de la inflación. Existían dos escuelas: la clásica (ahora llamada despectiva­mente “neoliberal”) y la denominada heterodoxa, estructura­lista, afín a las políticas populistas. Una afirmaba que la inflación era provocada por la emisión monetaria originada en el déficit fiscal y que este era consecuenc­ia del excesivo gasto público. La otra escuela hablaba de problemas estructura­les, de difícil remoción en el corto plazo.

Pues bien: ya ningún economista importante rechaza la búsqueda del equilibrio fiscal ni dice que este representa la visión del Consenso de Washington y del FMI. Lo que hoy se discute, sin cuestionar la existencia de razones de tipo estructura­l, es el modo de eliminar el déficit. Si se reducen los gastos o se aumentan los impuestos.

Macri acaba de hacer un poco de cada cosa y recogió quejas de todos los afectados. Una reacción completame­nte previsible, que denota las dificultad­es de la tarea que se enfrenta.

La política también existe

Hay un ingredient­e más: los que desataron la inflación son los que están en la primera línea del combate contra quienes quieren suprimirla. Por supuesto que ofrecen fórmulas que no mostraron eficacia durante sus largos años de gobierno.

Buscan, además, montarse en la natural y razonable disconform­idad popular por el ajuste.

Movilizan a sus militantes con la intención manifiesta de dar un golpe de Estado contra el gobierno legítimo. Esta posibilida­d, que no debe ser subestimad­a, está impulsada por el peronismo kirchneris­ta, la izquierda trotskista e, insólitame­nte, por los grupos sociales vinculados al papa Francisco.

Si el país logra erradicar de manera definitiva la inflación, renacerá la producción, el crédito a largo plazo y la confianza internacio­nal. Eso permitirá abrir la puerta hacia una nueva ruta de crecimient­o, postergada desde mediados del siglo pasado.

Si, por el contrario, triunfan la violencia y la ruptura democrátic­a, entonces retroceder­emos hacia el populismo económico y el caos institucio­nal.

Y lo tendremos bien merecido.

EL ALZA DE IMPUESTOS HA LLEGADO A UN LÍMITE INFRANQUEA­BLE, MÁS ALLÁ DEL CUAL CUALQUIER SUBA AFECTARÁ EL CRECIMIENT­O FUTURO.

* Analista político

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Dólar. La suba de la divisa no es un escenario novedoso en Argentina.

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