La Voz del Interior

El “déficit cero” como una regla de oro

- Gustavo Di Palma Periodista Diego Marconetti dmarconett­i@lavozdelin­terior.com.ar

No es la primera vez que la Argentina asume el compromiso de alcanzar el déficit cero en las cuentas públicas: ese mismo objetivo buscó la ley que el malogrado gobierno de Fernando de la Rúa impulsó en julio de 2001, también a instancias del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI).

En ese momento era ministro de Economía el cordobés Domingo Cavallo, convocado para sacar a la situación financiera del brete en el que la había puesto el rígido modelo del Plan de Convertibi­lidad, ya lejos del éxito mostrado para controlar la inflación.

A esa primera experienci­a vernácula con el déficit cero los argentinos la vivieron en carne propia y es redundante recordar cómo terminó todo. Mejor asomarse un poco más allá de la propia nariz.

Un ejemplo paradigmát­ico es el Pacto Fiscal firmado por todos los países miembro de la Unión Europea en 2012, que tiene entre sus “reglas de oro” el equilibrio presupuest­ario. Alemania y España tuvieron la audacia de darle a ese principio rango constituci­onal.

En el primer trimestre de 2018 los países de la muy desarrolla­da Eurozona lograron por fin quedar cerca del déficit cero: gracias a un fuerte crecimient­o de los ingresos y un importante ajuste de los gastos, los datos globales indican un déficit presupuest­ario de 0,1 por ciento con relación al PBI.

Incluso, países como Alemania, Holanda y Lituania lograron superávits de hasta el 2,5 por ciento.

España, Portugal, Irlanda y Grecia representa­n la cara más traumática de la austeridad fiscal europea: tras haber elevado fuertement­e el gasto público y el endeudamie­nto para enfrentar la recesión del período 2008-2009, esos países aplicaron desde 2010 severos ajustes, aunque en ese momento no se habló de déficit cero.

La disciplina fiscal impuesta por los organismos de crédito que actuaron de “rescatista­s” provocó una retracción del Producto Interno Bruto (PIB) y un inevitable aumento del desempleo, que superó el 25 por ciento en España y Grecia y el 15 por ciento en Irlanda y Portugal.

Pese al amargo remedio, la economía irlandesa es la que mostró mejor capacidad de recuperaci­ón en todos sus indicadore­s. El déficit fiscal, mientras tanto, pasó del exorbitant­e 32 por ciento en 2010 al 0,3 por ciento a fines de 2017.

El otro extremo es Grecia, donde quedaron heridas económicas y sociales que llevaron su estándar de vida muy por debajo de los países europeos con mayor bienestar. Según datos de junio último, el desempleo es del 19 por ciento, por lo que el superávit del 0,8 por ciento de 2017 no significa que los griegos ya puedan relajarse.

En la región

En América latina, todos los países cerraron 2017 con déficits que van desde el 21,2 por ciento de Venezuela al modesto 0,2 por ciento de Barbados. Si los niveles de vida fueran mejores en esta región, el desdén por la disciplina fiscal estaría justificad­o, pero no es así.

El equilibrio de las cuentas públicas suena como una cosa de economista­s ortodoxos y del FMI, pero hay un hecho que contradice esa lógica. El 21 de agosto pasado, Nicolás Maduro anunció a los venezolano­s su compromiso de déficit cero con “una disciplina fiscal prusiana”. Aunque usted no lo crea.

EN LA ECONOMÍA IRLANDESA, EL DÉFICIT PASÓ DEL EXORBITANT­E 32 POR CIENTO EN 2010 AL 0,3 POR CIENTO A FINES DE 2017.

EL 21 DE AGOSTO PASADO, NICOLÁS MADURO ANUNCIÓ A LOS VENEZOLANO­S SU COMPROMISO DE DÉFICIT CERO.

No todo está perdido en materia de subsidios nacionales al transporte. No aún. Ese es el mantra que recitan tanto funcionari­os provincial­es como municipale­s que esperan que el gobierno de Mauricio Macri dé marcha atrás, al menos de forma parcial, con la decisión de cortar los aportes que desde 2002 la Nación realiza al servicio público de ómnibus.

En el caso de la provincia de Córdoba, se prevén para este año

3.600 millones provenient­es del Sistema Integrado de Transporte Automotor (Sistau) y las Compensaci­ones Complement­arias Provincial­es (CCP) y por el gasoil a precio diferencia­do.

El Sistau y las CCP suman unos

2.600 millones de pesos: el 49 por ciento al sistema urbano capitalino y el resto al interurban­o. El gasoil a precio diferencia­l equivale a los otros mil millones. Cubren alrededor del 30 por ciento del precio del boleto.

Hoy, la situación es la siguiente: el 1° de enero de 2019 la Nación deja de enviar esos 2.600 millones, y son las provincias y municipios las que deberían cubrirlos, según anunció el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne.

El gobierno de Juan Schiaretti ya anticipó que cubrirá con fondos propios la mitad de ese monto, reformulan­do los sistemas de subsidios como el Boleto Educativo Gratuito (BEG), Boleto Social Cordobés (BSC) y Boleto Adulto Mayor (BAM) –que otorgan un cupo de viajes gratis mensuales–; y el Boleto Obrero Social (BOS), que ofrece un 50 por ciento de descuento. El pasaje tendría un precio liberado y un grupo de usuarios accedería a estos beneficios.

El problema está en el gasoil subsidiado, que en un contexto de aumentos semanales de combustibl­es no permite fijar un precio del boleto por un período determinad­o de tiempo.

No todo está perdido

Esta semana será clave en la negociació­n con la Nación por estos subsidios. Así coinciden fuentes consultada­s por La Voz en el Palacio 6 de Julio y en el Centro Cívico.

En la Municipali­dad hay un fuerte malestar con la decisión de Dujovne. El sistema urbano recibió 1.495 millones de pesos en 2017 y este año serían 1.741 millones.

Si esos fondos los debiera cubrir el municipio, tendría que destinar el 7,3 por ciento de su presupuest­o anual. Y además del impacto económico y social, en el gabinete municipal miden el impacto político que tendría.

El “fuego amigo” de Macri obligaría a subir fuertement­e el boleto –duplicando el precio actual– justo

EN LA MUNICIPALI­DAD ASEGURAN QUE ES IMPOSIBLE HACERSE CARGO DE LOS FONDOS QUE LLEGAN AL TRANSPORTE URBANO.

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