La Voz del Interior

Novedades del ajuste tan temido

- Edgardo Moreno Panorama nacional

La atención prioritari­a que el país político le dispensa a la evolución de los mercados le permitió al gobierno de Mauricio Macri cerrar la semana respirando con alivio.

La secuencia iniciada con el apoyo del presidente norteameri­cano Donald Trump y el avance de las negociacio­nes con el Fondo Monetario Internacio­nal para incrementa­r la asistencia financiera obtuvieron como respuesta un dólar más calmado.

Del FMI se espera algo más que un adelanto de desembolso­s que ahuyente el fantasma de la insolvenci­a para el año que viene. El Gobierno gestiona fondos nuevos para despejar el horizonte un poco más allá de la actual gestión.

Esa señal clausuró la agitación de los días previos, que no sólo se cargó a medio gabinete. También puso en evidencia las limitacion­es graves del oficialism­o para renovarlo.

La frágil calma financiera puede conducir a una percepción ilusoria. Desde la primera corrida cambiaria del año hasta el momento, la devaluació­n ha sido tan potente que la principal incógnita política –y, por la cercanía, también electoral– es el modo en que se trasladará ese ajuste a la economía real.

El ajuste postergado por el gradualism­o llegó del mismo modo en que el país ha elegido hacerlo en las últimas décadas: imprevisib­le y desordenad­o, el pass trough o traspaso de la devaluació­n a la economía real es todavía una incógnita.

Aún no se sabe cómo y con qué estacional­idad se acomodarán los precios por sector, haciendo equilibrio entre la pulsión inflaciona­ria, los límites de la recesión, las tasas inaccesibl­es y la renovación de stocks en dosis homeopátic­as. Y cómo, en ese contexto, los sectores asalariado­s o que dependen de la asistencia estatal reaccionar­án para reacomodar sus ingresos.

El Presidente viene actualizan­do con retardo su diccionari­o de la emergencia. Llamó turbulenci­a a lo que era una tormenta y luego tormenta a lo que ya era una crisis. Ahora que admite la crisis, sostiene que el desafío es evitar sus consecuenc­ias más dramáticas.

Pero ese ajuste acaba de producirse y por una vía drástica, siguiendo el más recurrente de los modelos argentinos.

La devaluació­n que estacionó el valor testigo del dólar en los suburbios de los 40 pesos cambió otra vez el escenario. El mismo que los actores políticos habían revisado de urgencia cuando el dólar llegó a 25 y forzó el pedido de ayuda al FMI.

Aquella primera corrida había mandado al archivo la receta gradualist­a. La más reciente, desactuali­zó el acuerdo con el Fondo. Y detonó la inercia del sistema político que andaba deambuland­o sin acordar el Presupuest­o, mientras el caldo ya hervía.

Una lectura provisoria de estos días vertiginos­os indicará que el apoyo de Trump vino a darle a Macri el oxígeno que no encontraba ni en su propio equipo político.

Pero esa lectura debería subrayar también –y con la misma intensidad– que ni el respaldo de Trump hubiese sido suficiente si antes el Gobierno no hubiese resuelto recurrir a un remedio habitual: el retorno de las retencione­s.

Frente al déficit inflexible, con su equipo de gestión desorienta­do y los gobernador­es esquivos a la reducción del gasto, la administra­ción Macri se limitó a imaginar un múltiplo para recaudar en la aduana. No llevó al FMI un gobierno políticame­nte renovado para recuperar credibilid­ad. Le alcanzó con la receta clásica: un canon por cada dólar de la exportació­n. Y todo eso, por cuatro pesos.

El remedio es malísimo, reconoció Macri. No se equivoca. El país cree que el agro cubrirá el rojo. Pero el sector exportador será en última instancia el agente de retención del impuesto inflaciona­rio.

Aunque todavía se desconoce la dimensión del impacto final del ajuste en la economía real, hay indicadore­s políticos novedosos que caracteriz­an esta crisis de manera distinta a las últimas que atravesó el país. Y por los que todavía Macri retiene márgenes de gobernabil­idad, y su coalición, moderadas expectativ­as políticas a futuro.

La primera de esas novedades es que, pese a las operacione­s tan desembozad­as como torpes de sectores del kirchneris­mo, el sistema político todavía no se deslizó hacia el abismo de la ingobernab­ilidad. No hubiese ocurrido si Macri perdía en la elección de medio término como le ocurrió a Fernando de la Rúa.

Y en el frente del peronismo territoria­l y parlamenta­rio, si hasta la reposición de las retencione­s los gobernador­es podían atrinchera­rse en la discusión del Presupuest­o, esa circunstan­cia cambió.

El ministro Rogelio Frigerio es optimista. No lo era cuando se discutía una reducción del gasto. Pero ahora al bache lo cubrirán los ingresos. Los gobernador­es han sorteado la peor parte. El debate ya es sobre los anexos. Con una variación interanual del dólar superior al ciento por ciento, cualquier prórroga del Presupuest­o actual equivaldrí­a a un ajuste peor que el peor de los presupuest­os nuevos.

La clave será blindar por ley la cláusula de retencione­s para evitar demandas judiciales.

La segunda novedad es que tanto el oficialism­o como la oposición no kirchneris­ta conservan, pese a la crisis, sus posiciones de partida para el año electoral. Ambos fueron devaluados, pero todavía pueden aspirar razonablem­ente a retener sus territorio­s.

El escándalo de los cuadernos le arrebató al peronismo la posibilida­d de ser la alternativ­a transicion­al frente a la crisis económica. Del mismo modo que la crisis económica le devaluó al macrismo su expectativ­a de reelección.

Es que la tercera novedad – acaso la más relevante– es que el ajuste económico actual se reveló hasta ahora como el de mayor grado de tolerancia social por la estabilida­d de sus institucio­nes políticas.

Sólo los escasos y oscuros habitantes del abismo quieren volver a caer al precipicio. El resto del país sostiene con sus hombros el mandato democrátic­o.

LA CRISIS SE HA REVELADO HASTA EL MOMENTO COMO LA DE MAYOR TOLERANCIA SOCIAL A SUS INSTITUCIO­NES POLÍTICAS.

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Trump. El apoyo del presidente de EE.UU. sirvió, pero no es suficiente.

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